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domingo, 22 diciembre
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El autoconocimiento

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Normalmente los seres humanos funcionamos “a ciegas”, es decir, desconocemos las bases psicológicas que conforman nuestros pensamientos, emociones y conductas. Cuando algo nos afecta, tanto positiva como negativamente, con frecuencia, nos cuesta identificar y definir lo que nos ocurre. Para localizarlo, es importante observar qué pensamos, qué pasa por nuestra mente ante determinadas situaciones, como si la mente fuera una pantalla donde se reflejan los pensamientos y uno puede observarlos desde fuera.

Haciendo un paralelisco con la medicina, si una persona tiene fiebre, hay que averiguar o identificar el origen de la misma ya que puede provenir de una infección, un virus, una bateria, etc. Para ello, es fundamental hacer un análisis y estudiar una serie de variables hasta dar con el origen del síntoma de la fiebre. Algo parecido ocurre en Psicología, una conducta (llamémosla síntoma) puede tener a la base diferentes variables (digamos motivos, emociones, pensamientos, automatismos, recuerdos, etc.) y hay que localizarlos para poder modificarlos y ajustarlos. De este modo, una persona que se ve muy frustada con una situación irrelevante como encontrar un objeto fuera de su armario correspondiente, uede descubrir de si misma que está desplazando a esa situación un conflicto importante como es un problema personal.

Lo que se desconoce es imposible cambiarlo. El autoconocimiento va a ser la llave, el vehículo, el camino que nos facilite el control de nosotros mismos y la capacidad de utilizar los recursos mentales para mejorar y conseguir la adaptación y el ajuste óptimo con el entorno personal, laboral y social que son, las prinicpales áreas de la vida de una persona.

La mente racional, la mente emocional, la mente sabia

Una persona se halla con “mente racional” cuando se enfrenta al conocimiento de forma intelectual, piensa de forma lógica, atiende a hechos empíricos (cláramente visibles y cuantificables), planea su conducta, elabora su discurso, concentra su atención y permanece con la mente fría frente a los problemas.
Alguien se encuentra en “mente emocional” cuando su pensamiento y su conducta están controlados fundamentalmente por su estado emocional actual, generalmente de desbordamiento.
En tercer lugar, “la mente sabia” es la integración de la “mente racional” y la “mente emocional”, y además añade conocimiento intuitivo a la experiencia emocional y al análisis lógico.

El objetivo es desarrollar un estilo de vida con conciencia. Para ello, hay que destacar varias habilidades; la primera es observar, atender a los hechos que se esán sucediendo, los pensamientos, emociones y comportamientos que despiertan. Hay que permitirse experimentar conscientemente, en el momento qué están ocurriendo las cosas, más que abandonar una situación, salir corriendo o intentar hacer desaparecer una emoción. Observar un hecho es diferente al hecho en si mismo. Esta actitud o filosofía de “vivir el momento” se usa como método para extinguir respuestas de miedo y evitación automática.

Es fundamental la habilidad de “poner palabras”, esto es describir los pensamientos y emociones que se dan ante determinados hechos. Cuando uno puede poner palabras a sus problemas, éstos comienzan automáticamente a hacerse más pequeños. La habilidad para aplicar etiquetas verbales es esencial para la comunicación y el autocontrol.
Mucha gente, confunden las respuestas emocionales con hechos lamentables que se van a precipitar sin remedio. Los componentes físicos del miedo como la respiración entrecortada, el corazón acelerado, la tensión muscular, el “nudo” en la garganta, los pensamientos negativos, etc. pueden confundirse con el entorno, con lo que está ocurriendo. Es decir, a los hechos que se están dando se le atribuye una lectura negativa (de miedo y ansiedad) de forma erronea. Esto es un fallo de la mente.

Uno de los principales objetivos de la terapia cognitiva es comprobar la asociación entre los pensamientos y lo que, de verdad, está ocurriendo.

La tercera habilidad de conciencia que subrayamos es la de participar sin tener conciencia de la actividad. Una persona que está realizando una actividad, normalmente, se identifica con ello, sin separarse mentalmente de los hechos, las interacciones que se dan entre personas, etc.
Por ejemlo, cuando uno está imbuído en un espectáculo, lo hace participando sin conciencia de la actividad, sin conciencia lo que le está rodeando y de las respuestas de su propio cuerpo, como la respiración, si se está de cansado, incluso si tiene algún dolor o molestia. Es como si uno, por un rato, se olvidara de si mismo.

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En este sentido, conviene, es interesante ejercitar la conciencia en el presente. Para ello, le proponemos este pequeño ejercicio para sentir con plenitud; cierre los ojos y toque telas de diferentes texturas, por ejemplo, un pañuelo de seda, un pantalón vaquero, un jersey de lana y una toalla. Concentre su atención en las yemas de sus dedos y note la riqueza de matices que capta a través del tacto.
Mientras tanto, aparque o deje ir sus pensamientos, observe cuáles son, eso si, pero no los atienda como lo hace en su día a día. Sienta ajeno a lo que piensa.

Alicia Pérez - Psicóloga en español en Toulouse
Alicia Pérez - Psicóloga en español en Toulousehttps://aliciaperezpsicologia.com/
Alicia Pérez, Psicóloga y Master en Terapia de pareja y sexualidad, con consulta de psicología en español en Toulouse
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