Manuel entregó a su supervisor un informe que recoge las conclusiones de un trabajo que ha durado semanas. Ha realizado dicho documento con mucha ilusión y esfuerzo, minuciosamente. Tras un primer vistazo, su jefe lo llama al despacho de forma acalorada y realiza varias críticas sobre el contenido y la redacción del mismo, -es insuficiente, pobre y se lee con dificultad, grita! Manifiesta, explícitamente, su decepción. Ante tales críticas y reacción, Manuel se queda sorprendido y bloqueado.
Es difícil saber qué es más incómodo, si emitir una crítica o recibirla. Probablemente, es más difícil darla pero es más incómodo recibirla, aunque, las críticas bien asumidas sirven para desarrollar nuestra capacidad de escuchar con atención, gestionar las propias emociones, utilizar las técnicas de asertividad para responder de forma adecuada y por supuesto, aprender de los errores y mejorar para futuras ocasiones. A continuación planteamos 10 puntos para encajar las críticas recibidas.
1. Reconocer qué parte de verdad contiene la crítica recibida. Preguntarse ¿lleva parte de razón en lo que me está diciendo? ¿Puedo reconocer algo de verdad en lo que comenta? Si reflexionamos y somos capaces de ver que el resultado será constructivo, no tendremos ansiedad y nos sentiremos más cómodos. Una actitud reflexiva ante la crítica nos ayudará a regular nuestras emociones.
2. Escuchemos atentamente antes de contestar. Esta vez imaginemos que somos Manuel, el autor del informe, quien ha recibido la crítica. Seguramente somos conscientes de que se podría haber hecho mejor, reconociendo que el jefe tiene, en alguna medida, razón en lo que dice. Eso si, las formas airadas sobran. Antes de replicar, escuchemos atentamente lo que nos dice nuestro interlocutor y, si no queremos olvidar ciertas respuestas, anotémoslas para no interrumpirle. Debemos dejar que acabe de hablar antes de replicarle.
3. Sintonicemos con nuestras emociones, lo más seguro es que tengamos algunas, tales como vergüenza por haber decepcionado (a todos nos gusta hacer las cosas bien), frustración por no haber redactado mejor el informe, rabia y quizá, también algo de ira. Lo primero que debemos hacer es respirar hondo varias veces y comprobar si tenemos pensamientos negativos del tipo “soy un fracasado”, “mis compañeras son más competentes que yo”, en ese caso, hay que sustituirlos por un diálogo interior más constructivo “estoy disgustado porque es duro escuchar una crítica, reconozco que estoy bloqueado, me voy a dar un tiempo para relajarme y luego intentaré solucionarlo. Todos cometemos errores, es normal”.
4. Hay que reconocer los propios actos con humildad. Cuando, finalmente reaccionemos y respondamos, debemos asumir primero la responsabilidad de nuestros errores para que la persona que tenemos enfrente sepa que reconocemos sus palabras (al menos en parte) y tenemos la actitud de reflexionar. Conviene aparcar la actitud de “ponerse a la defensiva”.
5. Hacer un ejercicio de revisión y elaborar una lista de las razones por las que no hemos cumplido con nuestros objetivos ¿qué me ha pasado? es una buena pregunta ¿qué puedo hacer para mejorar y hacerlo bien la siguiente vez? ¿qué puedo aprender de todo esto? Ante los errores, cuando no ha habido consecuencias catastróficas (casi nunca las hay), lo máximo que podemos hacer es aprender de ellos. Y, por supuesto, perdonarse a uno mismo.
6. Ordenar las ideas y encontrar las palabras adecuadas. En una situación de este tipo realmente queremos que la otra persona sepa lo que pensamos y sentimos, eso es la asertividad. Reconocer las cosas es un ejercicio muy inteligente, nada es blanco o negro y la persona que nos está realizando una crítica puede llevar algo de razón, o bastante, en lo que dice. Y, utilizar bien el lenguaje.
7. Aplicar la asertividad. Esto es especialmente útil en una situación en la que la crítica no está del todo justificada y necesitamos defender nuestros derechos, opiniones y deseos. En el caso de Manuel, utilizar la asertividad le serviría para reconocer abiertamente que no le gusta demasiado redactar informes y que considera que es más competente en atención al cliente, por ejemplo.
8. Debemos mostrarnos sensibles a los sentimientos de la persona que emite la crítica. Lo que digamos puede afectar a nuestro interlocutor, a pesar de ser él o ella quien realiza la crítica. Por ejemplo, al decirle que sentimos vergüenza, puede sentirse culpable por provocar este sentimiento en nosotros. Interesa buscar señales que nos indiquen lo que piensa e intentar que se sienta más cómodo, podríamos decir, por ejemplo, “reconozco que siento vergüenza, aunque no es culpa tuya, tiene que ver con mi incapacidad de manejar mejor la situación”.
9. Resumir las afirmaciones de la otra persona agiliza la conversación, la hace más dinámica y suave. Además, le da tranquilidad porque puede comprobar que ha sido escuchado.
10. Debemos mostrarnos dispuestos a cambiar. Lo más probable es que ambos esperemos que haya un cambio, así que debemos aclarar que estamos dispuestos a cambiar “has hablado del problema que tengo con los informes escritos y me gustaría aprender, de verdad. Veamos cómo podemos hacerlo”. Lo cual lleva a plantear posibles soluciones.