Este sábado se representó en Tomelloso El Crédito, la última obra de Jordi Garcelán en los escenarios, interpretada por Carlos Hipólito y Luis Merlo. No quedó ni una entrada en las taquillas del Teatro Municipal. El público interrumpió en varias ocasiones a los dos intérpretes, prorrumpiendo en aplausos en las escenas especialmente brillantes del montaje. Al final, Carlos Hipólito y Luis Merlo, tuvieron que salir a saludar, al menos, en seis ocasiones. Es decir: fue todo un éxito.
El Crédito venía precedido por la fama, tanto de la obra de Garcelán, como de la interpretación de Merlo e Hiopólito y no defraudó. Uno se imagina, con ese título, un drama social. Pero quía. Un tipo prácticamente desahuciado, Antonio Vicente, al que da vida Luis Merlo, necesita pedir un crédito en un banco, 3.000 euros de nada: pan comido. Pero la cosa se complica cuando el director de la oficina, Carlos Hipólito, se lo deniega dadas las nulas garantías del tipo.
Y ahí es cuando la obra da un giro garcelaniano, Antonio Vicente, en lugar de amilanarse, agachar la cabeza e irse con las manos en los bolsillos, amenaza al altivo director con convertir su vida en una pesadilla. A estas alturas todo el mundo sabrá en que consiste la amenaza, pero nosotros no la desvelaremos, nada más lejos de nuestra intención que ser unos spoilers. Ese momento ha de ser vivido por el espectador.
A partir del envite (no farol) de Antonio Vicente, la feliz vida del circunspecto director se va desmoronando. El as de las finanzas se vuelve tremendamente vulnerable.
La obra es aparentemente sencilla, desde la idea de la misma al montaje, que transcurre en un solo decorado, el despacho del director, con unos pequeños elementos audivisuales. Tras esa sencillez hay una trama bien urdida, con sorpresas, giros, cambios de sentido. La función está basada en un largo y brillante diálogo entre los dos actores, que gracias a ello y a la maestría de los intérpretes, lejos de abrumar al público, lo divierte.
A nuestro juicio, El Crédito es una comedia en estado puro, sin artificios, sustentada únicamente en la palabra; en unos diálogos magistrales. Pero claro, todo esto al fin y al cabo es teoría, para que la función pueda ser todo eso que hemos dicho necesita de dos soberbios actores como Carlos Hipólito e Ismael Merlo. Son ellos, con su magnífica interpretación, con sus matices, con su frescura, los que hacen que el público disfrute, se ría y aplauda.
En definitiva, una noche de teatro.