Amanece en Santiago, por fin. Antonio madruga y es de los elegidos para el desayuno en el Parador de los Reyes Católicos. De regreso al hotel, la ciudad despierta: barrenderos, tenderos, olor a pan y café. A mañana. A vida.
En la Misa del Peregrino, Antonio escucha:
“Desde San Jean de Pie de Port, peregrinos de Ciudad Real y Hungría”
Se despide de los supervivientes, del Apóstol y a la estación:
“Hasta siempre. Suerte en el Camino de la Vida Antonio”