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martes, 5 noviembre
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Clima variable, por Andrés Cañas

SEQUIA

Que yo recuerde, desde siempre, en La Mancha vitivinícola donde el cultivo de diversos productos agrarios eran (y aun deben serlo) la principal fuente de riqueza y poco menos que el único medio de vida para millares de familias campesinas, si no llovía lo que debería llover para favorecer el desarrollo normal de las plantas, las gentes dedicadas a cultivos como; fruta, hortalizas, cereales, viñedos y olivares especialmente, se angustiaban al observar que las cosechas se perdían por falta de agua y con ellas todo el dinero invertido, el trabajo y el tiempo dedicado en su momento a cada una de las plantaciones.

También los abundantes rebaños de ganado, en tiempo de sequía, tenían dificultad para encontrar pastos frescos con qué alimentarse, y sus dueños aunque sabían que mantenerlos era mucho mas caro, habían de recurrir a la utilización de piensos compuestos, con el sobre coste que eso significaba.

Pues la falta de agua por sequía persistente, no solo perjudicaba a cultivos de temporada y a los pastos para el ganado, si no que propiciaba el aumento de incendios forestales —fortuitos o intencionados— que verano tras verano se vienen declarando, arrasando gran parte de la vegetación que va quedando en nuestros ya tan mermados bosques.

—¿Qué, has sembrado ya los melones? —preguntaba el año pasado a un vecino con fama de buen melonero

—No,que va —me respondió— como lleva tanto tiempo sin llover, este año solo podrá sembrar melones quién tenga tierras de regadío. Lo mío es de secano y si los siembro será perder el tiempo y las semillas inútilmente.

Este año puede que también sean muy mermadas las cosechas, pero por exceso de agua. Pues con las lluvias torrenciales que están cayendo desde el otoño y durante todo el invierno, los desbordamientos de ríos y acequias inundando comarcas y hasta regiones enteras, todo ello está dando lugar declararse muchos lugares «zonas catastróficas».

Y si hablo de «daños irreparables» tanto por defecto como por exceso, es porque si la «sequía» es la antesala de la ruina del mundo rural, el exceso de lluvias afecta negativamente a ese mismo mundo, ya que muchas explotaciones convertidas en invernaderos han estado demasiado tiempo bajo las aguas y se ha perdido casi todo.

Por tanto, si a tanta adversidad, por los fenómenos atmosféricos, se nos ocurriese sumar la decadencia (pobreza) que la crisis económica actual está originando en las clases medias y sobre todo entre jóvenes y jornaleros agrícolas, veríamos que la pobreza mas absoluta incluso el hambre sigue siendo una terrible amenaza para muchas familias de nuestro país.

Lo mas triste es que, si todos somos hijos de Dios como se predica en los púlpitos y esto tardara mucho en arreglarse, la deseada buena convivencia sería prácticamente imposible.

Habrá que esperar a ver qué pasa al término de la crisis, si es que conocemos el final, claro.

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