Observo que conforme vamos haciéndonos viejos solemos recordar mejor hechos de nuestro pasado que de lo recientemente ocurrido.
De ahí que al tener noticas de la muerte de nuestro admirado paisano e intelectual Félix Grande, me vengan a la memoria imágenes suyas, de cuando repartía leche a domicilio en una bicicleta cargada con un par de cántaros de latón galvanizado muy brillantes, sujetos cada uno de ellos a ambos lados del portaequipajes. Lo cual ya era un gran adelanto, porque poco tiempo antes se ordeñaban las cabras directamente en el cazo o puchero a la puerta de los parroquianos.
Honestamente, confieso conocer poco la obra literaria de Félix Grande y ahora me arrepiento de no haberle leído mucho más. Pues aunque le tuve cierto apego, por saber que se trataba de uno de esos tomelloseros (él se hacía llamar así aunque naciese en Mérida) hecho así mismo como tantos otros, a su obra no le presté -insisto- la atención que ahora veo que merecía y bien que lo siento.
No obstante, tengo en mis manos el número uno de la revista ALAMBOR, editada por Gráficas Dante S.L. (1982) y que conservo como «oro en paño», donde se homenajea a Él junto a Eladio Cabañero, y saboreo sus páginas cual fuese un sabroso manjar.
En ella, como siento ansia de hablar de Félix, encuentro un hermoso poema suyo titulado PREMONICIÓN, que me permito transcribir a continuación y que dice:
«Al fondo del espejo verás,
cuando seas viejo,
no tu cara de anciano,
no los ojos donde se te acumulan tus despojos,
no la ruina en que te hayas convertido,
no la misericordia del olvido si no tu eterna historia,
que habita en tu memoria un borbotón de años,
bajando los peldaños de una horrenda escalera de alegría,
que ya no es tuya pero que fue mía.
Verás la vejez, no la mustia si no toda la angustia del esplendor,
la juventud, la vida disfrutada y perdida.
Pero nunca olvidada.
Verás únicamente a tu mirada. La verás con espanto.
Y todo por haber amado tanto».
También me tomo la licencia de reproducir unas frases recién expresadas por doña Francisca Aguirre, su viuda, que no deberían dejar indiferentes ni a propios ni a extraños.
Mi marido soñaba que «Los hombres vivirían para ayudarse unos a otros, no para despedazarse entre ellos».
También pensaba, como idealista que era que «Los seres humanos deberíamos tener ideales y vivirlos con hechos, no con fantasías».
Como también tocaba la guitarra flamenca (eso no se daría muy bien) cuando conoció a Paco de Lucía dijo a su mujer: «Paca, tengo que retirarme de esto de la guitarra, porque al lado de este bicho no hay quién haga nada». Dice que rieron los dos.
Su viuda no niega que Félix era un hombre de izquierdas, un verdadero humanista. Que presumía de parecerse mucho a su padre y a su abuelo, conocidos en Tomelloso por «Los Palancas».
Descanse en Paz el poeta, el escritor, el hombre y ser humano por encima de todo. Su recuerdo quedará ubicado en ese lugar espiritual y eterno que nos pertenece a todos.