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sábado, 21 diciembre
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Todo cabía en sus bolsillos, por Pedro Muñoz Plaza

En otro tiempo, cuando era más joven, se arreglaba sin nada; todo cabía en los bolsillos de sus pantalones, incluso sus manos.

–Hace tiempo que dejé de ser un joven estúpido y despreocupado –me cuenta–. Es curioso ver como pasa el tiempo, como evoluciona todo. Es curioso ver como tus prioridades cambian con los años.

Sin saber muy bien como, el tiempo y el cambio de prioridades no han dejado sitio para las manos en sus bolsillos. Siente como si hubiera tenido que incorporar una mochila para habilitar aún más espacio, más tiempo. Una mochila grande. Llena. Unas cosas las has metido él, y ha dejado que otros metan las suyas. Sea como fuere, lo cierto es que se ha convertido en un lugar que, por momentos, parece afectado por el síndrome de Diógenes. Una especie de camarote de los Hermanos Marx en el que todo entra y nada sale, todo se acumula.

Normalmente lo lleva bien, ni se percata de la carga. En días como hoy siente un peso enorme, y le duele hasta el alma.

–Hoy tengo un mal día.

–Hombre, los lunes no le gustan a nadie.

Hoy las cinchas le aprietan, le hacen daño, no le dejan respirar. El peso no es mayor que ayer, pero hoy no puede.

–Es de esos días que tengo ganas de dejarlo todo y a todos y marcharme. Y no es porque  sea lunes, no; es que esa última gota sobraba.

Quiere estar siempre en el extremo de la cuerda que ayuda a soportar el peso. Intentando siempre formar parte de la solución y no del problema.
Ocurre, a veces, que la rutina aparece donde menos te esperas. Que hay cosas que se convierten en costumbre, en obligación. Que donde había una sonrisa cómplice, encuentras una mueca de reproche. Ocurre que la cuerda pesa más y más cada día. Manos que esperas a tu lado han pasado al otro extremo, formando parte del lastre. Y pesa. Y te hace daño. Te ahoga.

–A pesar de todo no pienso rendirme –prosigue muy bajito, casi con un murmullo, muy serio–. Seguiré en este lado. Haré lo que sea necesario. Colocaré el nudo para que no duela, pero nunca seré lastre.

Hoy le queman las manos, le duele la espalda, el alma, le duelen las tripas de hacerlas corazón.

–Hoy tengo un mal día; mañana Dios dirá.

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