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lunes, 23 diciembre
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Que pase el siguiente, por Andrés Cañas

Alguna vez he dicho y no me importa repetirlo, que uno de mis vicios es leer el/los periódicos cuando he podido hacerlo. Ahora , alcanzada -por fortuna- la vejez, uso el PC y echo un vistazo a los diarios consciente de que la misma noticia, según el periódico que la publica y sin saber por qué puñeteros intereses, suele aparecer con titular y contenido diferentes.

Por ejemplo, la del fichaje de Rodrigo Rato (creo que imputado por el escándalo de Caja Madrid/Bankia) de asesor en Telefónica Internacional (será de economía, que es de lo que -se supone- entiende un «rato»). Lo cual está generando tal cascada de críticas negativas, que hace desconfiar hasta de la honradez de quien lo ha permitido.quepase

Los ciudadanos acomodados y fieles seguidores suyos, sus «amiguitos del alma» que diría aquél, los que notan que hay crisis cuando salen de sus casas y ven las calles llenas de mendigos pidiendo limosna o mirando a ver que encuentran en los contenedores de basura, con sus críticas quieren hacernos creer que el señor Rato se cambia de faena sin huir de nada ni de nadie, ya que que eso del dinero estafado a los pequeños ahorradores no va con él. Aunque algún amigo suyo diga, con gran carga de ironía, que Telefónica le debe viejos favores y ahora le premia con la plaza que deja vacante el -todavía- duque de Palma.

 Sin embargo otros, los directamente afectados por la macro-estafa, con el mas absoluto desprecio al «ex» del FMI, dicen estar convencidos de que Telefónica le coloca ahí porque «ojos que no ven, corazón que no siente» y así evita tropezarse con quienes hayan perdido los ahorros de toda su vida, solo por creer y confiar en él.

El penúltimo caso del largo listado que todos conocemos, ha sido el de abrir en canal unos hechos (consentidos por órganos de control de los gobiernos de turno) y extraer de ellos las podridas entrañas de individuos como el ex-presidente de la patronal CEOE y toda la corte cómplice de empresarios y políticos, todos ellos aprovechados de tan ignominiosas fechorías. Ahora queda por ver cómo actua la justicia y si todo lo denunciado se juzga y recibe el castigo que corresponda.

Pues está visto que la corrupción en muestro país, de ser un vicio de vulgares truhanes, en los años que llevamos de democracia, se ha convertido en patología grave y muy contagiosa que si alguien no pone remedio podría terminar con la existencia de los mas indefensos. Y eso es algo tan serio, tan peligroso, que no admite ni parches, ni remiendos de ninguna clase.

PD/ La juventud actual, la mejor preparada que nunca -en mi modesta opinión- tiene el sagrado deber de actuar con urgencia (creo que lo exige la moral social en general) y comenzar a despejar el anubarrado horizonte que se vislumbra. Con ello se pondría al descubierto la calaña de muchos ciudadanos con escaño en el Congreso de los diputados, y apartarlos para dar paso a otros de mejor casta.

¡Ya está bien!

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