Como este día no tenía los ánimos al completo para tragarme los discursos sobre el «estado de la nación», me limité a escuchar algo de lo que leyó y dijo el presidente del gobierno y parte de las réplicas que le dieron el jefe de oposición y los líderes de los demás partidos con representación parlamentaria. La razón de mi escaso interés no es otra que la de sospechar que se diría más o menos lo que se viene repitiendo hasta la saciedad y eso ya cansa.
Esperemos que el año que acaba de comenzar no sea tan malo como predicen nuestros socios europeos, se teme la oposición y nos preocupa a todos, yéndose al garete la poca esperanza – si alguna queda – de que más pronto que tarde se note una mejoría notable. Que el 2013 sea, como prometen los gobernantes actuales, algo mejor que el anterior. No es mi intención disgustar a nadie con esta simulación de análisis y mucho menos aguar la fiesta a esos millones de ciudadanos de bien que con su voto abrían las puertas de La Moncloa a los actuales inquilinos. Ni mucho menos. Estoy convencido de que ellos lo hicieron por creer que así librarían al país de la pandemia que ya afecta a más de media Europa.
Es que el programa con se presentaba el partido que resultó ganador era tan prometedor (nunca mejor dicho lo de prometer) que si se cumplía mínimamente, hasta los votantes de izquierdas lo hubiésemos celebrado. Pero no ha sido así (¡quién lo iba a decir!) ya que en todo este tiempo se ha hecho todo lo contrario: donde prometían menos paro, hay mas; que subirían las pensiones y las han bajado; que bajarían los impuestos y los han subido; que se mantendrían los servicios sociales y prácticamente han desaparecido,…
Ya se sabe que de lo que haga o deshaga este gobierno, ni para mal ni para bien, sus partidarios no tienen la culpa. Solo que se equivocaron de papeleta al elegir. Pues transcurridos catorce meses desde ese día, en la primera sesión sobre el estado de la nación, el señor presidente en un discurso impecable – dicen los que entiende de esto – nos despacha con que los ajustes (el pueblo le llama recortes) están comenzando a dar su fruto en forma de buenos resultados. ¡Ojalá!. Que al final de este año estaremos mucho mejor que ahora, porque habremos cumplido con el objetivo del déficit que nos ha señalado la UE. También por haber tenido la valentía de ignorar lo que prometieron en campaña electoral y hacer lo que al país le convenía. Con lo cual se podrán bajar los impuestos, crear puestos de trabajo y no se cuántos logros más. Sin embargo, los ciudadanos, como vivimos la realidad de la calle y desconfiamos hasta de nuestra propia sombra, tras oír tan halagüeño pronóstico, no sabemos si esos «buenos resultados» consisten en ver – como se está viendo – que cada vez el número de desempleados es mayor; que cada día hay más familias que pierden todo lo que tienen y comen gracias a los bancos de alimentos, a las ONGs y a los comedores sociales. Eso sin contar a la gente que sobrevive con lo que encuentra en los contenedores de la basura.
Para muchos españoles, al margen de lo que nos cuenten los gobernantes de turno, el «resultado» de la política que se está haciendo son los millones de ciudadanos manifestándose en las calles, descontenta por el maltrato que recibe por parte de quienes cobra para defender sus intereses y velar por el bienestar general de la población, sean de tal o cual partido. Toquemos madera los que aún no estemos en situación tan delicada, pero no miremos para otro lado como si esto no fuese con nosotros.