Si el político «ex» de casi todo, señor Bono, con su mal disimulado anticatalanísmo se quiere manifestar contrario a la independencia de Cataluña incluso a todo lo que él considere favor a esta comunidad, igual que cualquier otro ciudadano, está en su derecho, ¡faltaría más! Lo extraño es que el ínclito señor Bono, haciendo uso de la libertad de opinión que tanto gusta a los amantes de la verborrea o ligeros de lengua, consciente o inconscientemente, haya hecho estas declaraciones: «Los castellano-manchegos residentes en Cataluña, con la independencia, tendrían tratamiento de extranjeros».
Yo, que soy uno de ellos, no me resisto a dejar de responder y decirle que si resido en Barcelona es porque quise y porque cuando llegué aquí no se me negó nada. Al contrario, los catalanes me facilitaron las cosas para que me sintiese a gusto entre ellos. En principio, me dieron su confianza (seguro que por ganarse la mía) y eso es algo que agradeceré siempre. Por tanto, esas declaraciones junto a otras de políticos de su camarilla, publicadas en su día por distintos medios de comunicación, se me antojan desafortunadas por no decir que son una caprichosa perversidad.
Su compañero de bandería, el penúltimo presidente extremeño, declaró que «Cataluña llegó a ser lo que es, por lo que había robado a Extremadura» y se quedaría tan pancho. Y otro tanto ocurre ahora con el actual Presidente al decir que «Si Cataluña se independizara, él intentaría ‘rescatar’ a los extremeños que en los años 50 y 60 osaron venirse a trabajar y vivir aquí».
Yo tuve compañeros de trabajo y vecinos en el barrio que decíamos lo mismo: «Que salimos de nuestro pueblo empujados por la paralización y el crónico abandono de que éramos víctima las gentes del campo». También coincidíamos en que integrarnos o no en esta cultura ha sido y sigue siendo una elección libre, ya que nadie nos ha provocado y menos obligado a ello. Sin embargo, lo que no se ha dicho, o se ha oído poco, es si éstos iluminados y un día «políticos modélicos» se interesaron por los motivos que tuvimos igual, andaluces, gallegos, manchegos, extremeños, murcianos, etc. para abandonar nuestros pueblos e irnos a otro lugar incluida Cataluña.
De ahí que me cueste creer que las familias que propiciamos aquél «fenómeno migratorio» tengamos que desobedecer ahora a esos políticos de quita y pon (los de dentro y los de fuera) que a base de engaños y falsas promesas a quienes les ha puesto donde están, en poco tiempo se han asegurado una vejez sin apuros, sin necesidad de tener que salir a buscarlo a otro lugar como tuvimos que hacer nosotros. Así que a los inmigrantes castellano-manchegos, que nos dejen disfrutar de nuestra catalanidad adoptiva hasta el final de nuestros días. O lo que es lo mismo: ¡Que nos dejen en paz de una puñetera vez!