Aunque vivimos una época de la historia de la humanidad en la que los avances científicos nos han llevado a la culminación de nuestra propia evolución con la creación de la Inteligencia Artificial, lo cierto es que vivimos la increíble paradoja de la proliferación de desinformación e ignorancia que da como resultado el inquietante aumento de los “negacionistas” y “conspiranóicos” de todo tipo de evidencias científicas, al que está contribuyendo la propia ciencia, y la tecnología de ella emanada, en su vertiente de las llamadas Redes Sociales.
En realidad no es un fenómeno sociológico nuevo, pues históricamente la ignorancia ha sido un cáncer y el caldo de cultivo ideal para sembrar distintas semillas ideológicas que, regadas con informaciones falsas, argumentos fáciles de asimilar y consignas populistas, arraigaron en su día en la sociedad como un pequeño tumor que termina destruyéndolo todo. La única diferencia estriba en que antes había una mayoría de población analfabeta que no disponía de formación ni acceso a la información, sin embargo ahora lo que hay es un exceso de información muy difícil de contrastar, algo que ha dado como resultado la proliferación de “bulos”, mentiras encubiertas y muchas teorías anti-científicas mucho más fáciles de entender y asimilar que la realidad y la verdad, pues eso requiere de mucho más esfuerzo y capacidad de análisis.
Como decía el gran Jesús Quintero:
“Siempre ha habido analfabetos, pero la incultura y la ignorancia siempre se habían vivido como una vergüenza. Nunca como ahora la gente había presumido de no haberse leído un puto libro en su jodida vida, de no importarle nada que pueda oler levemente a cultura o que exija una inteligencia mínimamente superior a la del primate.
Los analfabetos de hoy son los peores porque en la mayoría de los casos han tenido acceso a la educación, saben leer y escribir, pero no ejercen. Cada día son más y cada día el mercado los cuida más y piensa más en ellos. La televisión cada vez se hace más a su medida. Las parrillas de los distintos canales compiten en ofrecer programas pensados para una gente que no lee, que no entiende, que pasa de la cultura, que quiere que la diviertan o que la distraigan, aunque sea con los crímenes más brutales o con los más sucios trapos de portera.
El mundo entero se está creando a la medida de esta nueva mayoría, amigos. Todo es superficial, frívolo, elemental, primario… para que ellos puedan entenderlo y digerirlo. Esos son socialmente la nueva clase dominante, aunque siempre será la clase dominada, precisamente por su analfabetismo y su incultura, la que impone su falta de gusto y sus morbosas reglas”.
He querido poner entero este monólogo del recordado periodista y comunicador andaluz porque en esencia describe sin fisuras el gran problema de la sociedad actual. La proliferación de teorías que arremeten directamente contra la ciencia se ha convertido en un fenómeno que va más allá de lo anecdótico convirtiéndose en un auténtico problema. Como decía Isaac Asimov: “El antiintelectualismo es el culto a la ignorancia. Ha sido una constante en nuestra historia política y cultural, promovida por la falsa idea de que la democracia consiste en que «mi ignorancia es tan válida como tu conocimiento».Hablamos de un perverso juego que diluye como una neblina los conceptos “conocimiento” y “opinión”, confundiendo al personal que no distingue entre el tipo de sociedad que le gustaría vivir con la realidad objetiva que va más allá de esas ideas y que no debe afectar a ellas.
Después de la pesadilla del COVID que vivimos en 2020 se disparó el “negacionismo” como fórmula ideológica, y este arrastró a miles de personas vitalmente frustradas que vieron en esa actitud una herramienta para dar rienda suelta a esa frustración maquillándola de rebeldía. El movimiento “antivacunas” cada día es mayor y se hacer notar en las RRSS de forma apabullante, al igual que sus bastardos argumentos con cero datos científicos y olvidando un momento terrible de la historia del siglo XXI, cuando murieron varios millones de personas por causa de un virus letal en muy pocos meses, dejando unas secuelas eternas. Pocos recuerdan ya aquella sanidad pública saturada, que tuvo que ceder espacio y medios de otras enfermedades, que los hospitales estaban repletos de enfermos moribundos que sufrieron el proceso en la más absoluta soledad, y que millones de ellos fallecieron así, en soledad. Olvidan que los coches fúnebres se agolpaban en filas en las puertas de los cementerios sin testigos presenciales y con una soledad y silencio tristemente lúgubres.
¿Qué habría sido del Mundo si no se hubiera creado la vacuna del COVID? Pues teniendo en cuenta que la humanidad actual está envuelta en una fina capa de asepsia funcional, posiblemente la pandemia podría haber llegado a ser similar a la famosa epidemia de Peste Bubónica del siglo XIV, la cual se llevó por delante a casi la mitad de la población europea. El descubrimiento de las vacunas fue uno de los hitos científicos más importantes de la humanidad, como dijo el virólogo y Premio Nobel estadounidense Harvey J. Alter: “Sin el descubrimiento de las vacunas es muy posible que la humanidad hubiera desaparecido o estuviera a punto de hacerlo”.
Aparte del movimiento “antivacunas” hay otros movimientos muy en boga y que crecen cada día en adeptos, por ejemplo los “terraplanistas”, algo que hace pocas décadas nos habría parecido fuera de época y nos hubiera provocado risas, empieza a ser un fenómeno preocupante, porque esa actitud es la que hace que se extiendan otras creencias anti-científicas como la negación de la teoría general de la evolución de las especies, lanzada por ciertos neo-profetas para reactivar el “creacionismo” como arma destructora de las ideas.
Podría enumerar cientos de grotescas teorías cada día más extendidas, y cuyo único fin es desacreditar a la ciencia con delirantes teorías de conspiración que liberan sus cortinas de humo desde todo el espectro ideológico, con una versatilidad tan ambigua que hasta podrían utilizarse como armas políticas, y es que cada día se ve más clara la teoría del ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels que decía que una mentira repetida mil veces acaba convirtiéndose en una verdad. Los distintos tentáculos del poder (político, económico, ideológico, religioso, judicial, comercial, y hasta intelectual) lo saben, y quizá muchos de ellos no hagan demasiado para combatir esta lacra, ya que: A río revuelto, ganancia de pescadores. O: En el país de los ciegos, el tuerto es el rey.
Aunque afecta a todo el espectro social, el perfil psicológico del “conspiranoico” es muy típico, aunque no carecnen de formación, suelen ser personas que leen pocos libros, pero que dedican mucho tiempo a las Redes Sociales, que prefieren creer un bulo y difundirlo antes que informarse bien de un tema, pues esto es algo que requiere bastante tiempo. Debido a una serie de circunstancias personales suelen haber sufrido decepciones que les han creado una frustración que combaten con una encarnizada y equivocada cruzada contra la ciencia y todas las convenciones establecidas, llegando a no distinguir el poder de la ciencia.
Ellos están ahí, a nuestro lado, todos conocemos a alguno, y su poder cada día es mayor. Nos acercamos peligrosamente a los tiempos de la Edad Media ¿Ganará la involución, o la naturaleza tiene un plan?







