Desde el seis de febrero las carreteras se llenaron del ronco sonar de los tractores de España. Desde ese día su rumor está presente en las noticias diarias de los medios de comunicación. Por avenidas de grandes ciudades transitan como les dejan, a pie y subidos en sus tractores en esa peregrinación indignada para con su presencia denunciar tanto abandono y perdida de economía en un sector primario necesario, y a la vez, excluido y olvidado por las administraciones estatales.
En el arco de las protestas son grabados rostros de hombre y mujeres con la huella del aire y el sol en sus imágenes. Rostros sin artificio de maquillajes y salones de belleza o clínicas de estética. Rostros con la desolación al límite de aguantar durante años injusticias diversas y reiteradas, más constantes en su quehacer, pagando tributos al fisco que los ignora y desprecia al verlos como mercancía vulgar en la rueda social del país; de los países de la Unión Europea.
Y hay que hacer constar que a nadie de los que dirigen en los despachos agricultura, ganadería y pesca le importan demasiado sus vidas ni el tiempo que pasan laborando en sus tierras. Y ahora están ahí maltrechos, cansados de tanto abandono, y de tanta palabrería inútil pero eficaz a la hora de poner trabas y cobrar impuestos.
El sector no ignora que para los personajes de fábula de los ministerios son nada, un canto de cigarra al que hay que aplastar para que se callen de una vez y dejen de alborotar por donde no debieran estar ni haber llegado con sus reclamos. Porque el campo ha naufragado tantas veces que sobran las palabras para definir ese escandaloso abandono. Los poderes estatales han carecido de conciencia y, hasta han despreciado su quehacer diario, con absoluta falta de ética ante las aportaciones económicas de un sector asfixiado por el actual sistema globalizado y deshumanizado.
Tal vez dentro de tanta inutilidad de despachos burocráticos y cámaras televisivas mostrándonos dirigentes edulcorados y egocéntricos que gesticulan y nos hablan, ignorándonos, como si los demás fuéramos comparsas de muertos, sin leyes ni cultura, zarandeando nuestras vidas como marionetas en esta Europa empobrecida y disoluta con sus drogas y ausencia de valores que arrastra el vilipendio de despreciar a los suyos, se mirase a las gentes que luchan por sus tierras y hacen posible la prosperidad de los pueblos ahora, no estarían en las calles los tractores y sus gentes.
Nos hemos acostumbrado a que todo vale queriendo ser lo que no somos, autosuficientes y únicos cuando en esta torre de babel nadie sobra. En la pirámide social la base es la que sostiene la cúspide porque si base no hay estabilidad para los primeros de la cúspide.
En la agenda del mes de febrero, de este año bisiesto, el rumor de las protestas quedara anotado en sus páginas y espero que no sea un oleaje de redes vacías, ni la sombra de un fracaso, las voces alzadas pidiendo cambios justos para un futuro mejor para este sector rural que se muere, y con él nuestro futuro más inmediato.
¿Quién se atreve a decir que la unión no hace posibles los cambios? Cambios a pesar de la pobreza intelectual e insolidaria de grupos políticos que incluso se abstienen de apoyar las huelgas de los agricultores desde su propio ayuntamiento. Reconstrucción es la que necesitamos para elevar un sector primario como el agrícola, frente al estado actual de incongruencia y disparate de los que enturbian la Comunidad Europea. Reconstrucción sin enfrentamientos para sacudir la inercia de unos dirigentes sin horizontes de permanencia en cada uno de nuestros propios pueblos.
Natividad Cepeda
Este martes 6 de febrero, decenas de carreteras de España amanecieron cortadas por las movilizaciones de agricultores que cruzaron sus tractores en carreteras y autovías, provocando grandes atascos en las principales ciudades. Estas movilizaciones continúan este miércoles y se juntarán a las previstas convocadas por las tres principales plataformas de agricultores COAG, ASAJA y UPA.