Hemos celebrado o sufrido Halloween, fiesta de diseño infantil donde las haya, los turrones ya se pusieron a la venta y el alcalde de Vigo comienza un año más, con la firme intención de que nadie le moje la oreja, su particular cruzada para iluminar a sus iluminados votantes. Con todo esto vengo a decir que ha pasado tiempo suficiente a mi juicio para comentar sobre una cuestión que presiento estaba destinada a olvidarse sin más. Y es que, sean grandes o pequeñas, huecas, duras o rellenas de pisto, metálicas o de esparto, el asunto de las cabezas tomelloseras merece quizás algún comentario.
Cuando se anunció la adquisición de las dos esculturas obra de nuestro gran Antonio López, se suscitó cierta polémica y se oyeron, para mi sorpresa, no pocas voces críticas o directamente contrarias a la decisión. Claro que enseguida recapacité y comprendí que, en este país y subsiguiente municipio de cabezas machadianas mayoritariamente embestidoras, tal debate era de esperar. No es que eso ocurra sólo aquí, pero sea por el calor, lo agreste del terreno o cualquiera otra de las múltiples causas que enumera la Leyenda Negra, lo cierto es que aquí pasa y se nota más: las decisiones cuestionables, incluso directamente estúpidas, que toman “los nuestros” son admitidas y alabadas, mientras que las ideas razonables que provengan de “los otros” son sistemáticamente atacadas, boicoteadas o finalmente ignoradas si no se pueden rebatir. En fin.
Resulta que el pasado 23 de agosto se colocó la estatua Noche en la Glorieta, lugar que en principio se había previsto, y la acompañó su pareja Día, que mutaba así su primera ubicación en la Plaza para quedar enfrentada a su melliza. De las posibles aclaraciones acerca de este traslado y la consecuente ubicación conjunta de ambas cabezas sólo ha trascendido vagamente una explicación “estética”, algo así como que quedan mejor juntitas. Cabe decir (con poca sorpresa) que muchas de las legítimas alabanzas a esta nueva disposición provienen de aquellos que inicialmente denostaron la iniciativa… no me pregunten por qué; es bien sabido que los caminos de la estética y la ética no siempre coinciden. Entendiendo que esta motivación para juntar ambas piezas fuese la verdadera, habría que cuestionarla por dos motivos. Primero, porque el gusto es particular, personal y subjetivo hasta el punto de no merecer mayor crédito la opinión un gobernante que la de cualquier otro. Segundo, porque el propio Antonio López estuvo presente y supervisó la colocación original de Día, lo cual creo que nos da una pista. Respecto al autor, circularon dos rumores, ninguno de ellos confirmado. El primero decía que D. Antonio quería en realidad que estuviesen juntas en la Glorieta, pero no lo expresó en su momento (¿?). El segundo, que al ser interpelado tras la mudanza para que diese su opinión, hizo gala de nuevo de su estricta y extensa humildad para negarse a participar en ningún debate político, dando la callada por respuesta. Aunque eso sí, se presentó pocos días después por el pueblo para posar con los mandamases en una especie de silente aquiescencia. Puede el lector pensar cuál de estas situaciones parece más verdadera, y recuerde lo ya mencionado sobre la ética y la estética.
Concluyo y opino, entonces, que no es adecuada ni suficiente una explicación basada puramente en lo subjetivo, porque una decisión de esa clase debería conllevar una consulta y la aceptación de mayoría sin más discusión. Así pues ¿qué otro aspecto podría justificar esta acción, para poder calificarla de acertada? Premio para el lector sagaz: la gestión, la adecuación y la validez, no solamente por lo bello sino también por lo útil, económico o representativo. Un plus, algo más que lo que puede serle exigible a un ciudadano cualquiera sin mando en plaza (O sea, lo que no se da por estos lares).
Ya sé que los treinta años últimos de política local no permiten esperar grandes cosas en este campo, pero déjenme, como paisano, imaginar algunos argumentos en favor de esta explicación práctica, técnica o simplemente lógica.
De momento, la ubicación inicial creaba dos puntos de interés, uno en la Plaza y otro en la Glorieta. Las cabezas se miraban, o se buscaban, en un apacible paseo de unos cuatrocientos metros a lo largo de la calle Independencia interrumpido casi en su mitad la Biblioteca Pública Fco. García Pavón, edificio venerable y punto de interés perse. La cabeza Noche, enfocada de frente, mostraría y muestra al fondo una evocación de uno de los más famosos cuadros del autor, la calle Santa Rita desde la Glorieta. La cabeza Día retratada de frente incluía (ya no) una impactante imagen del Ayuntamiento, en una foto que intuyo muchos tomellosanos y forasteros tenemos ya.
Hemos cambiado por tanto dos puntos de interés, complementarios y potentes a la vez, por solo uno. Uno doble, dirán algunos de los otrora detractores de las cabezas y ahora fervientes admiradores del emparejamiento. Uno bizco, me atrevo a decir yo. A lo que se ha conseguido trayendo la cabeza Día a la Glorieta y enfrentándola a su comadre en nueve metros se le llama, en términos prácticos y técnicos pero también estéticos, un reduccionismo. Lamentable y tieso reduccionismo, que sólo puede ser explicado (no justificado) por la utilización de la única práctica que los políticos españoles parecen entender y dominar, ya desde el parvulario municipal: el pormishuevismo.
Tiendo a interpretar este pizpireto y a la vez acertado neologismo en un sentido amplio que excede a lo relacionado con las obras públicas y demás sectores cosechadores de los desmanes de la guerra política, para aludir también a esa práctica local y autonómica consistente en desechar, derribar, ocultar, modificar y hasta renombrar lo realizado por el antecesor oponente. Naturalmente, da igual si está bien, mal o regular: lo importante es que lo hecho ahora tape lo hecho antes. Es cosa de locos, pero teniendo en cuenta que todos lo hacen habrá que concluir que estamos en un país de locos.
En definitiva y por concretar, visto que no parece haber otras opiniones, aquí expongo la mía. La decisión de unir el conjunto escultórico en la Glorieta, en lugar de colocar estratégica y separadamente ambas cabezas como en un principio parecía, es una mala decisión, empobrecedora y simplista. Si alguna vez alguien recapacita y vuelve a llevarse a Día a la Plaza de España, prometo que no lo criticaré. Bastante corte hay ya con el día a día de nuestro Consistorio.