(Publicada en El Diario Fénix.com)
Anthony Blake (@blake_oficial), es mentalista… mago. Se define como creador de ilusiones. Asisto gracias a su gentiliza al espectáculo “Blake” en Tomelloso. Es alto, activo, habla sin parar, tiene el pelo blanco. Maneja al público a su antojo aunque se le resista alguno. No da tregua, no permite que nos repantiguemos en el asiento. El tipo adivina cosas íntimas de gente que no conoce. Es un creador de espejismos como se define.
Tras el espectáculo lo busco, intento charlar con él y hacerle una entrevista. En las distancias cortas tiene una humanidad desbordante, es cordial y afable, pero tiene una entrevista apalabra previamente con La Portada, una revista digital de Manzanares, un pueblo cercano. Gracias a la amabilidad de Jesús y Milagros Maestro consigo el permiso para transcribirla.
—Cuéntenos sus comienzos. Sabemos que estudió medicina… ¿Por qué decidió dejarlo y dedicarse al espectáculo?
—Empecé muy chiquillo, los Reyes Magos me trajeron una caja de magia. Siempre fue mi gran entretenimiento, mi gran diversión, mi gran hobby. Cada vez que estaba preocupado, cogía las cartas y las preocupaciones desaparecían.
La Magia es un arte que es intelectual y manual a la vez. Por un lado tienes que usar las técnicas, mover las manos, a la vez tienes que estar con la cabeza en otro sitio, hablando y haciendo lo que venga al caso. Una especie de doble diálogo.
Conocí a Tamariz y me cambia la forma de ver la magia, la entiendo de otra manera, empiezo a tomármela en serio. Me divierto mucho más pero no deja de ser un entretenimiento, puro ocio. Cuando salíamos los amigos, siempre había un buen motivo para ligar, sacabas las cartas, hacías unos trucos, y con toda la tontería… ¿ligábamos? No, la mayoría de las veces nada de nada, pero teníamos una noche entretenida.
Luego tuve un problema con las convocatorias de medicina, me quedé fuera de matrícula. Entonces pasé un año sabático. Como no soy persona que sepa estar parado, con el apoyo de amigos que tenían pubs e insistían en que lo mío era la magia, actué en un local del Oviedo. Lo hacía a cambio de las copas. Aquello me sirvió de rodaje, luego me contrataron para una comunión. Aquellos fueron mis primeros pasos.
Ese año sabático, en el que me quedé tirado me sirvió para ver que a mi aquello me gustaba muchísimo, que me había picado completamente el veneno de subirme al escenario, Me di cuenta de que para estudiar magia no necesitaba hacer memoria, me quedaba con todo enseguida y que sacar medicina me costaba un trabajo ímprobo.
Cuando lo planteé en casa, mi madre me dijo, “¡Estás loco, prefieres ser titiritero a médico!» Ha sido la mejor elección que he podido hacer en mi vida, es la profesión más bella del mundo. La magia no es mi trabajo, sigue siendo mi hobby.
—Mago, mentalista, ilusionista… ¿Cuál es el término correcto para definir a Anthony Blake?
—Creador de ilusiones, todo lo que yo hago no es cierto. A mí una vez me dijeron, y me gustó la definición, «eres un creador de espejismos». Mi trabajo consiste en utilizar el lenguaje y el gesto de los demás de la manera adecuada, para saber por dónde va cada uno y por ahí llevarlos de la manita por dónde a mí me interesa.
—A lo largo de todos estos años le habrán sucedido montones de anécdotas, ¿nos puede contar alguna?
—Hoy mismo, aquí en Tomelloso yendo a comer. A mí me han llamado de todas las formas habidas y por haber: Antonio Blanco, Tony Blair, Tony Leblanc, Anthony Quinn, de todo… Blaque, mis amigos me llaman así. Pero hoy uno de los señores del restaurante me dice «¿Tú no eres Blaky Decker?» Y le he contestado, «vale, vale, que yo sé que le perforo la cabeza a la gente, pero de momento no tengo complejo de taladro».
—Usted en sus espectáculos intenta sorprender al público, pero ¿ha sido alguna vez el sorprendido?
—Cada día, hoy mismo el chico que estaba conmigo en el escenario, cuando yo estaba con los ojos vendados, se ha estado paseando como Pedro por su casa… y dices ¿cómo es la gente tan atrevida? Sorprende porque piensas, a mí me suben a un escenario y aquí me colocan y no me muevo y no me muevo hasta que no me lo digan. La gente cuando la subes al escenario se violenta mucho y esa es mi arma. Están en mi casa, es mi lugar natural de trabajo. Al principio pueden salir lanzados, pero cuando ven a la gente delante de ellos… ¡Ay, cuantos ojos me están mirando!
—A Anthony Blake la mayoría del público le hemos conocido por sus intervenciones en televisión, pero en los últimos años no se prodiga mucho en ese medio, ¿a qué es debido?
—¿Qué televisión hay hoy en día que no esté llena de casquería, de bragas, de sujetadores, de polvos mágicos? ¿Pero de qué estamos hablando? Es una pura basura en estos momentos, la única que se libra es Televisión Española.
Sí, me apetecería volver a hacer televisión, llevo 10 años sin trabajar en el medio, a excepción de 2007 y 2008 que hice dos especiales en TVE. Pero según está hoy la cosa, no me apetece que me pongan detrás de un programa de corazoneo o basureo. En mi casa hay una cadena que directamente no se pone, y no voy a decir cuál. Solo la veo cuando ponen CSI.
—¿Algún proyecto nuevo que nos pueda contar?
No, estoy todavía con este espectáculo, “Blake”. Hoy ha tenido un final, pero mañana lo vuelvo a representar y será distinto, porque el público me pide otra historia distinta. Este espectáculo es muy jazz, hay mucha improvisación en cada momento. Solo mantengo lo de la mesa del final. Siempre le estoy dando vueltas a nuevas ideas, pero no tengo prisa porque hace tan solo un año estrené el último “No vengas solo” y todavía tiene rodaje… Por cierto que quiero traerlo aquí, a Tomelloso, pero no es un espectáculo de miedo, simplemente hablo del miedo.