A propósito de todo o que se está polemizando sobre le ley de educación, en particular el uso de las lenguas en las escuelas de las comunidades que tienen su propio idioma, añadido el agravante de las -cuando menos- desafortunadas manifestaciones del señor Ministro de la cosa, cuando dice: «hay que españolizar a los escolares catalanes» así como otras lindezas de parecido mal gusto, para este humilde mortal que es un catalán solo adoptivo, son poco menos que un insulto a la inteligencia.
¡El señor Ministro de Educación y Cultura no puede decir eso, por Dios Santo!
A mi me parece que debe haber otra manera de expresarse a la hora de gestionar un ministero tan importante. Pues el respeto a la ciudadanía debe ser parejo al que merece un ministro, por muy ministro que sea. Digo yo.
Hace mas de medio siglo que resido en Barcelona y comparto vecindad con infinidad de familias catalanas, muchas de ellas admirables, que durante cuarenta o mas años tuvieron que digerir la prohibición de su lengua materna. Y aun así, jamás oí decir a nadie que nos «catalanizáramos» aquellos que habláramos castellano. Otra cosa es que prefieran ver y celebrar al mismo tiempo nuestra voluntad de integrarnos en su cultura incluido el idioma.
En nuestro caso he de confesar que la decisión de trasladarnos a vivir a Cataluña -previo acuerdo con mi esposa y sin reparar en ser adoptados por esta caballerosa tierra- fue una decisión tan acertada que jamás nos arrepentimos de tomarla. Es mas; si fuese ahora el caso y tuviésemos que volver a hacerlo, a ojos cerrados lo haríamos de nuevo.
De ahí que, por honestidad y respeto -insisto- al trato recibido por estas gentes, me apetece recordar la máxima que aprendí de pequeño y que dice; «De bien nacidos es ser agradecidos».
Pero volviendo a la discusión que han suscitado esas feas e indecorosas palabras, mas feas aun puestas en boca de un «gobernante» que se autodenomina demócrata de toda la vida y que sorprendentemente está donde está por ir incluido en la lista del partido ganador, además de ser una frase absurda incluso estúpida para los catalanes de bien, tiene un tufo de radicalismo que apesta.
Leyendo la prensa diaria (es mi gran vicio) a veces dudo de si es bueno o malo estar informado de todo lo que acontece. Pues leer u oír las barbaridades que se escriben y se dicen acerca de las dificultades que encuentran los escolares en Cataluña para aprender el español (castellano) como si su lengua materna (catalán) no fuese también española, a los catalanes de cuna, a infinidad de ellos, tiene que sentarles como les sentaría una patada en. . . . . . las espinillas. No le extrañe pues, señor ministro, que le lluevan multitud de respuestas, algunas tan desagradables, que no le guste oírlas. Y es que, bien mirado, su torpeza ahonda en los sentimientos de unas gentes perceptibles al rechazo de ser españoles, como decimos que somos el resto. Aquí somos mayoría los que entendemos que la culpa de que haya cada vez mas catalanes, nacidos y no nacidos en Cataluña, que no quisieran ser españoles la tiene gente como usted y los «tertulianos» de su ubicación política. Aunque yo diría que, por suerte, no son muchos más.
Y para cerrar este espacio, respetuosamente, le diré que a usted ya se le conoce por sus actos. Ahora lo importante es saber cómo lo hará el resto de su gobierno para frenar la ruina económica, el hambre y el hundimiento moral en el estamos cayendo los administrados españoles, hablemos el idioma que hablemos cada cual en nuestra propia casa.