El comportamiento de los ciudadanos corrientes respecto de la manera de desenvolvernos en una sociedad de consumo desmedido, como es la nuestra, donde al dicho. «Tanto tienes, tanto vales» podríamos añadir el de: «Tanto crees que tienes, tanto gastas», es una actitud que suele socorrerse en tiempo y lugar del sistema político dominante.
Para la gente trabajadora, con o sin especialidad profesional reconocida, que necesita buscar cómo aumentar sus ingresos ejerciendo el pluriempleo, aprovechando su tiempo libre, y cumple los compromisos que adquiere con quién le ofrece esa posibilidad, el color del dinero (blanco o negro) que reciba por su trabajo significa mas bien poco. Es la cantidad y no el color lo que importa, ya que cada cual tiene sus necesidades y el objetivo fundamental sería cubrirlas.
Pues aun no queda tan lejos cuando infinidad de trabajadores asalariados teníamos que recurrir —insisto— al generalizado y permitido pluriempleo, para sumar unos «durillos» y ahorrar, si se podía, algo para cubrir imprevistos incluso para el día de mañana.
Invertir el tiempo libre ejerciendo tareas de; acomodador de cine o teatro, plazas de toros o campos de deportes; botones de hoteles y camareros en bares y restaurantes, ventas a domicilio y cobros de recibos, solían ser los trabajillos más habituales. Y todo ello realizado en horas libres, días festivos y fines de semana. Lo que nos privaba a muchos padres de disfrutar de nuestros hijos, y a éstos de recibir el calor paterno tan necesario sobre todo durante la infancia. Pero eso formaba parte del alto precio que hubimos de pagar quienes padecimos esa necesidad.
Cosa distinta es, sin embargo, cuando ese dinero de color obscuro se obtiene a través de «comisiones ilegales», «tráfico de influencias» o en la «compra de voluntades» a quienes se preste y a precios y cantidades inconfesables. Pues igual el origen que el destino de ese dinero negro son tan confusas que cuesta localizarlos. Y es que si conviene se cambia de escondite o se lava, ya que gente especializada en ocultación y blanqueo nunca falta. Con solo ponerlo en manos (garras diría yo) de ávidos asesores fiscales, banqueros agentes de bolsa – al margen de que existan grupos u organizaciones clandestinas – bastaría para burlar al fisco y hacerlo rentable eludiendo impuestos.
Con todo, menos mal, suele ser frecuente ver a personas de las conocidas por honorables igual en política, que en los ámbitos empresarial y financieros, sentadas el el banquillo de los acusados, por cometer muy graves delitos. Son tantos los nombres que se están citando en estos últimos tiempos como «presuntos» delincuentes, que algo tendrá que hacer la justicia para dar solución al problema antes de que el clima se enrarezca mas de lo que está y el ambiente se haga I-RRES-PI-RA-BLE.
Esperemos que quienes delinque reconduzca su conducta y si es el caso, según la importancia del delito cometido, actúen los tribunales e impongan las penas que corresponda. Los ciudadanos honrados que aun son la inmensa mayoría, lo agradecerán, sin la menor duda.