En tiempos de escaseces, tal eran los interminables años de post-guerra, como la mano de obra era tan barata había trabajo para todos. Se cobraba tan poco por la jornada normal de ocho horas que emplear trabajadores, a los empresarios les resultaba rentable. Algo mas que ampliar la jornada, si convenía, y pagar horas extraordinarias a los trabajadores en plantilla. Mientras tanto los de empleo fijo, si el horario lo permitia, cedían al pluriempleo fuera de su empresa con el fin de sumar al sueldo unas pesetillas. Lo cual significaba que el consumo aumentara y el nivel de vida también. Recordemos que se trataba de una España en ruina, destrozada por las bombas y los morteros de una guerra civil que duró tres años y exigía toda clase de esfuerzos para recomponerse. Y con lo que se sacaba ejerciendo el pluriempleo se tapaban (nunca mejor dicho) muchos agujeros.
El «pluriempleo» que se ejerce ahora es otra historia. España es una potencia económica en Europa – es lo que se nos dice – y el doble o triple empleo lo ejerce quien tiene las necesidades mas que cubiertas. Yo diría que se aceptan cargos por figurar, a veces, y siempre por avaricia. Pues son tantos los diputados, senadores, políticos en general, que acumulan cargos generosamente retribuidos, que la cantidad de dinero que se paga por ello desborda cualquier cálculo o pronóstico posible. Teniendo en cuenta el dinero turbio que se paga a toda esa gente, junto al que se mueve en la economía sumergida, solo con eso, el fraude a la Hacienda Pública es escandaloso.
Con las libertades que trajo la democracia, apareció una nueva casta bastante numerosa por cierto que ejerce el pluriempleo sin necesidad aparente. Me refiero a esa colección de tertulianos, casi siempre los mismos, que colaboran en determinados programas de radio y televisión, con la tarea de atacar o defender a quién convenga en cada caso, como si les fuese la vida (el sueldo) en ello.
(Si llamar «casta» a esa gente se entiende como un exceso, no me importa retirar el vocablo y sustituirlo por «colectivo» de opinadores de oficio»).
Aunque la excepción es la que confirma toda regla, reconozco que entre éstos hay personas muy documentadas, excelentes profesores a los que gusta oírles.
Lo que no entiendo muy bien es cómo en ese tipo de debates, tan de moda actualmente, en los que se discute incluso acaloradamente todo aquello que es noticia y despierta interés en los ciudadanos, no haya sitio para los verdaderos protagonistas de cada una de esas realidades. Personas que respondan y defiendan cómo salir de situaciones tan desesperantes, como son las que contienen una crueldad sin límite. Por ejemplo; alguien que ha perdido su casa por quedarse sin ingresos y no poder acabar de pagarla. Otro, u otra, que haya sido víctima de la codicia de unos vividores disfrazados de distinguidos seres humanos. Alguna de esas personas que han sido apaleadas y arrastradas sin miramiento alguno por defender derechos sociales adquiridos por sus padres o sus abuelos.
Y no digamos el interés que tendría la participación de alguna pareja de jubilados que han perdido (la banca les ha robado) todos sus ahorros a sabiendas que era el único seguro de la vejez que les quedaba.
Son muchísimas mas las personas a las que podría invitarse, para que esos debates resultaran menos tediosos o aburridos. también mucho mas interesantes de cara a la información pública como objetivo.
¡Ojo! que al mismo tiempo, el dinero que cobren esos «tertulianos» por pasear emisoras y platós todos los días, por poco que sea, iría a parar a bolsillos mas necesitados. Pienso yo.