(Cuestionar derechos a las mujeres, en mi modesta opinión, es tarea de descastados)
En estos últimos días he leído un par de frases que me han impactado, emocionalmente, y de qué manera. Ambas me han recordado algo que sin saber muy bien cómo, ni por qué, para algunos de nosotros pasa poco menos que desapercibida. Y lo más curioso es que, en ambos casos, las pronuncia una mujer y no creo que sea por casualidad.
La primera la dijo en televisión una chica muy joven, cuando salía de ver una corrida de toros. La gente en la calle discutiendo que si «toros sí» y «toros no». . . y al verla salir entre un grupo —se supone que de aficionados a la fiesta— un reportero que andaba por allí a la caza de la noticia, se le acercó y cámara en ristre le pregunta:
—A ti, muchacha, ¿te gustan los toros?.
—Claro que me gusta ver corridas de toros. ¿Es que eso es malo?.
—No, por dios, ni mucho menos. ¿Pero quieres decirme de donde te viene la afición a los toros, siendo mujer y tan joven como eres?
—Mire usted, «yo soy aficionada a los toros porque desde muy pequeña, mi abuelo me trajo siempre con él. Y seguimos viniendo, porque como mi abuelo ya está viejo, ahora, la que le trae a él soy yo».
La otra —insisto— también dicha por una mujer aunque en este caso bastante mayor que la primera, recordando cuando era niña hizo un comentario sobre el deber moral que tenemos todos para con nuestros progenitores y dijo:
—Como el tiempo pasa inexorablemente, ahora toca cuidar a quienes antes se cuidaron de nosotros.
Quizás que tan razonables y hermosas palabras me hayan impactado tan hondamente, porque ya soy viejo y temo llegar a tener las mismas necesidades que se tienen de niño?.
También podría ser que eche a faltar una nieta. ¿Por qué no?. . . .
Saludos