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viernes, 22 noviembre
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La viña del abuelo, por María José Lara

viña abuelo

Me cuenta mi padre que va a replantar más cepas, porque la viña tiene algunas “calvas” y que su tiempo le ha llevado arar la tierra. La viña del abuelo es una viña chiquitita y descuadrada, consecuencia de los avances del hombre. No está recta porque le prestó un “cachito” a la más que útil “Autovía de los viñedos”: “ya no me acuerdo de cuánto pagaron al abuelo, pero tuvimos que ir a Madrid y todo”, me cuenta mi padre.

Mi padre es de esas personas que no conciben la vida sin el campo, será porque desde los trece o catorce años no ha hecho nada más que trabajar en él. Trabajaba en el campo, pero siempre para otros, para los “señoritos”. De joven fue tractorista, aunque también repartía su tiempo yéndose con el abuelo de semana: “partíamos la semana y hasta el miércoles íbamos y veníamos de trabajar a descansar al pueblo. Luego hasta el final de semana, nos quedábamos durmiendo allí, en el campo”, dice.

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En las casas de campo, la gente se llevaba su “saca”(especie de colchón hecho de lana o paja), “cada uno la suya, hombre” dice mi padre. Hacían noche allí, aunque en la época de mi abuelo era mucho más duro. Me cuenta mi padre, que mi abuelo podía irse de semana, pero también para dos semanas y que dormían las mulas por un lado y los jornaleros por otro, eso sí, todos en la misma habitación. Eso es economizar y lo demás tonterías.

Me dice que, cuando empezaron a sustituirse las mulas por unos todavía rudimentarios tractores, los más viejos creían que se les venía la ruina. Pero no, nunca dejaron de trabajar. Pese al trabajo de toda una vida, mi abuelo solo llegó a ser propietario de casi una fanega y media. ¡Y para colmo pasó la Autovía recortándole un trozo de viña!

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Ahora mi padre me da ideas para hacer algunos planos y posa orgulloso con sus aperos. Sus manos curtidas dan una idea de lo trabajador que es. Se siente orgulloso del “cachito” de tierra que llegó a disfrutar su padre y de que ahora yo le haga un pequeño homenaje. Pequeño pero no por eso menos valioso, como la viña del abuelo.

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