“Ahora o nunca demos pruebas al mundo/ De que por estas manos aún corre sangre de romano/ Y de que en nuestro corazón guardamos con orgullo/ Un nombre que triunfa en la lucha, el nombre de Trajano/ Y de que en nuestro corazón guardamos con orgullo/ Un nombre que triunfa en la lucha, el nombre de Trajano”
Con estas estrofas el himno nacional de Rumanía honra su pasado romano y a Trajano, el emperador hispano que anexionó esas tierras al Imperio. Fue bajo dominio romano cuando Dacia, como se conocía a Rumanía hace más de dos mil años, alcanzó grandes cotas de prosperidad y riqueza y se sentaron las bases de la Rumanía actual. Muchas ciudades rumanas tienen un pasado romano o fueron fundadas por Roma. Algunos ejemplos son Apulon, hoy llamada Alba Iulia, Patreuissa, la actual Turda, Drobeta, conocida como Drobeta Turnu-Severin o el campamento romano de Porolissum, uno de los mayores centros arqueológicos de Rumanía situado muy cerca de Zalau.
El idioma rumano es un descendiente directo de las llamas “lenguas romances” que tienen su origen en el latín. La apresurada retirada romana de Dacia hizo que el dialecto de esas tierras se mezclase con otros, más antiguos y con el godo de los invasores.
Aún hoy en día son visibles multitud de monumentos de época romana como por ejemplo el Trofeo de Adamclisi, que conmemora la victoria de Trajano en Tapae y a los soldados que murieron en la batalla de Adamclisi y que fue construido en el año 109.
Las Guerras Dacias
Sin embargo la conquista de Dacia no fue nada fácil y los dacios nativos opusieron gran resistencia a las legiones romanas. Las llamadas Guerras Dacias fueron una serie de enfrentamientos entre el Imperio Romano y el Reino Dacio que se prolongaron durante más de veinticinco años, con períodos de paz y de campañas militares llevadas a cabo por los dos bandos en las que Roma sufrió vergonzosas derrotas militares y conoció a uno de sus más temibles adversarios: el rey dacio Decébalo. No fue hasta la llegada de Trajano cuando por fin se completó la conquista total de las tierras dacias y su incorporación como provincia romana.
Para su conquista Roma tuvo que hacer grandes esfuerzos militares y económicos al tener que mantener la gran cantidad de legiones desplazadas allí. La guerra como tal comenzó en el año 85 cuando un noble llamado Decébalo provocó la ira del emperador Domiciano al arrasar la provincia de Moesia. Por aquel entonces el rey de Dacia prometió ceder su trono a Decébalo si conseguía derrotar al ejército romano en una gran batalla. Decébalo reunió a las tropas dacias, apoyadas por grandes contingentes de jinetes de tribus aliadas y forzó al ejército imperial a atravesar el valle de Tapae, la ruta más corta para dirigirse a Sarmizegetusa, capital de Dacia. Allí, en Tapae, Decébalo infligió a los romanos una derrota tan brutal que no sólo frenó por completo el avance enemigo al corazón de las tierras dacias sino que aniquiló por completo a la legión V Alaudae, famosa unidad que ya sirvió a las órdenes de Julio César. Miles de legionarios cayeron en la emboscada y desde ese momento Decébalo ocupó el trono de Dacia y su nombre atemorizó a los ciudadanos de la mismísima Roma. Tras la batalla, dacios y romanos se enzarzaron en una sangrienta guerra de guerrillas hasta que el emperador Domiciano y el rey Decébalo de Dacia firmaron un tratado de paz mediante el cual Roma se comprometía al pago de un tributo y al envío de personal militar para adiestrar a las fuerzas armadas dacias. Nunca antes un enemigo había conseguido un trato que resultase tan humillante para Roma, supuestamente la mayor potencia del mundo. Sin embargo Decébalo jamás respetó dicho pacto y siguió atacando y masacrando aldeas y guarniciones romanas durante los siguientes años, hasta la ascensión al poder de Marco Ulpio Trajano. Trajano era un hombre respetado y aclamado por el pueblo y extremadamente querido por el ejército que se hizo cargo del gobierno de Roma en el año 98 d.C. Poco tiempo después el emperador inició una campaña de venganza sobre Decébalo reuniendo un ejército de casi noventa mil hombres. Venció en un nuevo enfrentamiento en Tapae y derrotó de forma absoluta a los dacios en la Batalla de Adamclisi a costa de fuertes pérdidas. El coste de la guerra fue elevado para ambos bandos de modo que se firmó una nueva paz, favorable a Roma, y Trajano retiró a sus ejércitos.
La conquista
Decébalo no quedó satisfecho con su nueva posición al servicio del Imperio Romano y se reveló en contra. El rey esperaba una vaga respuesta por parte del emperador pero se encontró con un ejército romano perfectamente organizado y listo para el combate, las legiones de esa época son consideradas como la máquina de guerra más poderosa que haya existido y la respuesta de Trajano no tardó en llegar, y lo hizo en forma de diez legiones completas, con sus tropas auxiliares y caballería. En total los romanos desplegaron sobre el campo más de cien mil hombres, uno de los mayores ejércitos vistos hasta la fecha. Trajano comandó la expedición en persona y conquistó cada una de las fortalezas dacias de los montes Orastia, abriéndose paso hasta Sarmizegetusa, la gran capital Dacia y residencia de Decébalo. Las legiones lanzaron un brutal ataque que fue repelido por la resistencia de los dacios, que estaban decididos a defender Sarmizegetusa a toda costa. Trajano, lejos de amilanarse por la valentía de sus enemigos, construyó un muro y torres de vigilancia alrededor de la ciudad fortificada y realizó toda clase de bombardeos con la artillería. Durante las largas semanas que duró el asedio los ingenieros del ejército romano cortaron el suministro de agua que regaba y llenaba las fuentes de Sarmizegetusa y a los defensores no les quedó más remedio que rendirse. Decébalo escapó de la ciudad y se refugió en una fortaleza al norte de allí, dispuesto a seguir la guerra pero, perseguido por la caballería romana, optó por suicidarse para evitar caer prisionero. Su cabeza fue enviada a Trajano como muestra del fin de la guerra y más tarde el legendario tesoro dacio fue hallado. Un enorme tesoro que permitió costear toda la campaña. La capital, Sarmizegetusa, fue saqueada y arrasada hasta los cimientos y Trajano ordenó construir una nueva ciudad cuarenta kilómetros al sur. La capital de la recién creada provincia romana de Dacia recibió el nombre de Ulpia Traiana Sarmizegetusa y fue poblada con los veteranos de las campañas del emperador. La mayoría de población dacia autóctona murió o fue esclavizada por los romanos y algunos huyeron al actual distrito de Maramures, que quedó fuera de la esfera de poder romano. Miles de colonos y veteranos del ejército ocuparon las nuevas tierras y Trajano celebró un gran triunfo en Roma por la victoria sobre el más temido enemigo del Imperio en decenas de años, Decébalo.
Fue en el año 106, a la par que las legiones de Trajano entraban en una Sarmizegetusa en llamas, cuando el actual estado de Rumanía comenzó a gestarse vagamente. En el año 271 Dacia fue abandonada y durante los siguientes años docenas de tribus bárbaras se la disputaron. Personajes de la talla de Atila desfilaron por esas tierras dividas en reinos independientes.
Hoy, casi dos mil años después, el himno de Rumanía, compuesto por Andrei Muresanu en 1848 y adoptado como himno oficial rumano en 1990, conmemora a ese emperador que combatió y conquistó las tierras de Rumanía, sembrando las bases del país que es hoy en día y que llevó a cabo la última gran conquista del Imperio Romano: Marco Ulpio Trajano, al que la historia recuerda como el mejor emperador de Roma.