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jueves, 21 noviembre
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“El Beat es un relato onírico, etílico y vivencial”

“El Beat es un relato onírico, etílico y vivencial”

Ángel Olmedo Jiménez ha ganado el Premio Local de Narraciones “Félix Grande” de la LXVI Fiesta de las Letras. Lo ha hecho con un relato titulado “El Beat”, una suerte de road trip, como nos cuenta, con el mítico local como centro y el miedo a envejecer como leitmotiv. Olmedo, insultantemente joven para la edad de este entrevistador, ya tiene experiencia en recibir premios en la Fiesta de las Letras, ha obtenido el premio de poesía “Ángel López Martínez” y el “Juan Torres Grueso” de periodismo del certamen.

Ángel Olmedo es abogado y durante muchos años ha sido columnista (“Marrón sobre verde”) y subdirector de la revista Pasos. Es autor de los libros “Breve historia de un sentimiento: Tomelloso CF” y “El refugio del horror”. El ciclismo es una de sus muchas pasiones y escribe de ese épico deporte en publicaciones especializadas. Usando un mal símil y una peor construcción gramatical, Ángel está de doble enhorabuena pues este mismo sábado se casa en la noble villa de Bilbao.

A pesar del monumental lío que tiene actualmente el entrevistado, este miércoles sacó un rato para quedar en el mismo “Beat”, charlamos, nos convidamos e hicimos algunas fotos.

PREGUNTA: —Usted es veterano en obtener premios en la Fiesta de las Letras ¿Qué le supone haber logrado otro? ¿Le sigue ilusionando?

RESPUESTA: —Ganar premios es siempre un orgullo. Significa que has obtenido establecer esa comunicación con el lector (con alguna clase de receptor) gracias a tu obra, que has impulsado una sensibilidad en alguien con tus palabras.

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Además, que sea en casa, en Tomelloso, supone una mayor responsabilidad (cuando ganas un premio fuera nadie te ha visto crecer, ni cuenta con una imagen prefijada de ti). Tras haber ganado el premio local de poesía y el de periodismo, disfrutar del local de narrativa es un momento auténticamente increíble. Hay quien mi pregunta si alguien lo consiguió antes, como si fuera una especie de récord deportivo.

P: —“El Beat”… Suena bien. Además del famoso local al que supongo que se referirá, es el nombre del grupo que formaban, entre otros,  Ginsberg, Kerouac y Burroughs. Unos tipos que estoy casi seguro que le gustan. (O como escribiría usted: «Unos tipos que [estoy] casi seguro que le gustan»). 

R: —La alusión a “El Beat” es crucial en el relato. Cuando tu contador señala una serie de décadas es imposible que tus experiencias en Tomelloso no se hayan oficiado, de algún modo u otro, en “El Beat”. Es una de esas demostraciones de la cultura popular local que, a veces, no valoramos en justa (y maravillosa) medida (un local culto y de culto, que ejerce una labor callada que sitúa a Tomelloso en la geografía musical nacional).

“El Beat” es una obra muy local, preñada de referencias de nuestro pueblo. En cierto modo (y con las limitaciones del espacio, apenas cinco folios), es una especie de “road trip”, también influida por esa visión de una realidad que, aun apareciendo deformada, es la aproximación más honesta que se puede establecer.

Torre de Gazate Airén

P: —Cuéntenos de que va “El Beat”. ¿Qué va a encontrar el lector?

R: —Es una obra onírica, etílica y vivencial (perdón por las redundancias). Es un relato sobre el miedo a envejecer, sobre las nostalgias (de retornar a lugares conocidos que ya no se muestran como antes) y, en especial, cargado con una pizca de esa sensación de desasosiego que nos embarga cuando recordamos momentos pretéritos y apreciamos que hemos perdido nuestra capacidad de impresionarnos (como cuando después de haber sido herido en una relación inicias una nueva y actúas con una cautela inapropiada, quizá algo profiláctica). El protagonista es un lobo lastimado, quizá más herido que animal.

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Supongo que habrá quien quiera establecer la eterna pregunta de si el “yo” de la obra es una personalización… pero ya estamos demasiado curtidos en cuestiones irrelevantes.

P: —¿Relatos o artículos? ¿Con qué se encuentra más cómodo?

R: —El artículo es una distancia complicada, por lo exiguo. Durante mucho tiempo me vi obligado a encorsetar las ideas para que el responsable de maquetación no tuviera que actuar siguiendo aquel (odioso) principio de “escribe para que se pueda cortar desde el final”.

Mientras colaboraba en PASOS, algo así como veinte años, creo que solo escribí un puñado de artículos. El resto eran colaboraciones literarias (permitidas por la buena voluntad de su Director).

P: —Es un ávido lector (o eso parece atendiendo a sus perfiles de las redes sociales a los que sube paletadas de fotos de libros). No sabría decirle por qué pero me recuerda a Peter Kien, el protagonista de “Auto de fe”, con la biblioteca metida en la cabeza.  

R: —Eso no se lo podrá decir a mis padres, que destinaron una habitación de su casa para mi biblioteca. Incluso hubo algunos problemas (arquitectónicos) por el peso… Cuento con una costumbre un tanto particular. Jamás guardo conmigo (en Madrid) los libros que ya he leído (los traigo siempre aquí a Tomelloso).

Pero sí, la única herencia que me alegraría dejar sería una biblioteca suficientemente (tanto en lo cuantitativo y cualitativo) poblada.

P: Sé de la devoción que le profesa a Bolaño, pero ¿qué más autores le gustan?

R: —Es una pregunta difícil de contestar.

Existe una primera línea de indispensables: Bolaño, Amis, Foster Wallace, Gaddis, Palahniuk, Cioran, Pynchon, McCullers, DeLillo, Vonnegut, Faulkner… Luego, otros escritores que siempre conviene tener en mente como Despentes, Franzen, Zweig, Welsh, Thompson, Houellebecq, Levrero, Fresán…

Recientemente, me han sorprendido el mexicano Villalobos (que utiliza el humor para retratar la complicada situación de su país), el argentino Mairal (La Uruguaya es una novela deliciosa) y Chaves Nogales (al que llegué por la biografía del maestro Belmonte y que contaba con una capacidad de retratar la muy peculiar idiosincrasia de España)…

El problema es (siempre) el tiempo…

P: Usted y yo hemos sido capaces de mantener un secreto durante mucho tiempo, para que luego digan.

R: —Supongo que se refiere al significado del manuscrito Voynich… pero conviene continuar siendo discretos (risas).

Confieso que, desde hace más de veinte años, soy un firme creyente en la lealtad de los que profesan un código de lealtad antediluviano (algo así como Dylan en Absolutely sweet Marie).

“El Beat es un relato onírico, etílico y vivencial”

P: —Y en otro orden de cosas, que dijese un clásico, usted escribe desde muy joven, ¿cuándo y por qué le llegó el gusanillo? (Si ha analizado esa circunstancia, claro).

R: —Viene de lejos. Mi madre me enseñó a leer antes de ir al colegio… Recuerdo que siempre soñaba con escribir, con contar historias interesantes… Después tuve la ocasión de colaborar en Pasos, en Cuadernos Manchegos, en publicaciones ciclistas, en publicar un libro sobre el fútbol local, otro de relatos…

Seamos claros, la culpa es, evidentemente, de mi madre.

P: —No me puedo resistir, usted sin paréntesis y corchetes se encuentra desnudo, ¿no?

R: —Es un rasgo de mi escritura, que no puedo (ni quiero) evitar. Deriva de un entendimiento simplista de la manera de expresar las ideas. Todo lo que existe entre paréntesis no es imprescindible, pero ofrece contexto.

En el fondo, es tratar de plasmar en el papel el modo en el que nos comunicamos. Cuando hablamos, estamos pensando sobre cuestiones relacionadas que no siempre expresamos pero que condicionan lo que decimos y cómo lo trasladamos. El papel (como en esta entrevista hecha por medio de correo electrónico) concede esas licencias.

P: —¿Ha publicado su obra? ¿Tiene intención de hacerlo?

R: —Hace unos años publiqué El Refugio del Horror, una colección de relatos breves que habían configurado, previamente, un blog.

P: —¿En qué está trabajando actualmente? ¿Qué proyectos tiene?

R: —Tengo una colección de relatos que anda pendiente de evaluación editorial. Pero tampoco es una cuestión que me inquiete. Escribir es una mera afición…

P: —La Fiesta de las Letras va a cumplir 70 años, ¿qué le parece que Tomelloso festeje la literatura? 

R: —Es un empeño digno de elogio. Que una celebración cultural se encarne como el evento principal de una semana de fiestas supone un “rara avis” en los tiempos que corren. No voy a descubrir mi carácter crítico con la fisonomía del evento (en el que los premiados no puede leer parte de sus obras), pero, con todo, es un auténtico exponente del lugar que ocupa la cultura en nuestra localidad.

P: —Los tomelloseros presumimos de que nuestra ciudad es “La Atenas de la Mancha”, ¿es una exageración? ¿Adoramos a la cultura tanto como decimos?

R: —Es una pregunta muy actual, sobre todo tras la publicación del estudio del profesor Pérez Redondo. Coincido con lo que apostilla Dionisio Cañas en el prólogo, cuando, al menos, cuestiona que el aserto sea real. Supongo que, como en todo, en el mundo de la cultura, Tomelloso peca de ese carácter emprendedor (para lo bueno y para lo malo) en el que las circunstancias nos han colocado.

Desde luego, lo que se echa en falta es un aprovechamiento más adecuado de ese cúmulo de artistas que nuestra localidad ha dado. Si otras poblaciones contarán con una figura como Pavón (por poner un ejemplo), destinaría un esfuerzo importante para sacarle rédito desde un punto de vista cultural y turístico.

No deja de resultar sospechoso que ni Pavón, ni Antonio, ni Eladio, ni Félix, ni Dionisio tenga una estatua en nuestro municipio. ¿Usted ve normal que el Teatro se apellide “Municipal”?

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