Como la televisión es una ventana luminosa, colorista, variada de información, de entretenimiento y una caja de sorpresas, me gusta mirarla y observarla, no sólo verla.
El colocarse delante de un televisor es un gesto simplísimo; coges el mando, te sientas en la silla o en el tresillo, aprietas el botón de encendido y vas eligiendo entre los canales posibles. Pero a mí me enseñaron, y posteriormente he experimentado, que una actitud pasiva de contemplación lleva a “tragar sin miramientos” todo lo que la pantalla va dibujando y sus altavoces comentando, por lo que casi siempre adopto una actitud activa de crítica y análisis ante lo que va apareciendo revestido de imágenes y palabras.
Estaba en estas hace unos días, presionando los botones de la varita mágica, esa que, sin levantarte de tu querido asiento, borra lo que no quieres ver y te ofrece otra cosa, cuando apareció la secuencia de una pareja (chico y chica) comiendo en un restaurante; por el estilo de preguntas que se lanzaban, los comentarios y respuestas entre ellos, parecía que no se conocieran de antes. En el diálogo que sostenían, en un momento, el chico preguntaba a la chica si le gustaría adoptar un niño, porque yo veo -decía- en el embarazo un hándicap, te deforma y te deja marcas para toda la vida (estas fueron las palabras casi textuales). Tanto me llamaron la atención que enseguida tomé nota para no olvidarlas.
Esto encendió una luz roja destellante en mi actitud observante y crítica. No se trataba de un desajuste por edad en torno a la mentalidad o ideología entre el chico parlante y yo. Pensé que aquello era muy grave.
De pronto un torbellino de ideas me mareaban peleándose unas con otras. Este chico preguntaba a su acompañante por la adopción, no para darle un hogar a un menor necesitado, integrándolo en la posible familia a formar, sino por el problema de los embarazos.
Pero los embarazos no los tendría él sino ella, con lo cual lo que en realidad no quería era que se le deteriorase el objeto de sus placeres sexuales y tampoco por el bien de la otra persona; estaba despersonalizando a la chica y convirtiéndola en un objeto, en ella solo veía un elemento del que sorber placer y que no debía marchitársele, ni siquiera con la grandeza de tener un hijo.
Concluí que si el egoísmo tiene superlativos, el de este chico es uno de los mayores, pero en él vi también otras mentalidades, que se le pueden parecer, de la gente que ve en los demás exclusivamente objetos de placer genital y no se detienen ante la esclavitud y explotación de otras personas.
De nuevo el egoísmo tapaba los ojos, la mente y el corazón de una persona haciéndole incapaz de ver más allá de sus intereses materiales y algunos de ellos espurios.
Sin embargo la alegría de pensar en tantos padres y tantas madres, abuelos y abuelas me hizo sonreír y relajar la mente y el corazón. Estoy completamente seguro que frente a mentalidades egoístas y utilitaristas sobreabundan las gentes generosas y espléndidas en la mayoría de las familias de nuestro mundo. Seguramente tú eres una o uno de ellos:
De las asombradas ante la vida naciente en su vientre.
De los agraciados compartiendo la vida con otra vida.
De las que reflejan en su sonrisa la sonrisa del bebé.
De los que dan a raudales cariño entre pañales.
De los maravillados del sueño de su niño.
De las mamás amamantando a su criatura.
De los extasiados enternecidos con los “pucheros” de su recién nacido.
Termino este artículo con un poema queriendo que sirva de homenaje a tantas madres y tantos padres especialistas en derrochar amor y ternura con sus hijos, está tomado del libro “Pasión y poesía con P de Pilar” su autora es María Pilar Valentín Díaz con la que comparto una familia feliz, dos hijos extraordinarios y más de veintitrés años de amor.
“SER MADRE (Letanía para una madre)
Madre es cuidarlos y en la sombra darles techo
Madre es cobijarlos en la estela de tu cuerpo
Madre es abrazarlos día a día beso a beso
Madre es escucharlos muchas veces en silencio
¡Ay, qué grande es eso!
Desde la sencillez de un rostro amado,
encontrar un camino en el que ayudar,
recorrer distancias mullidas de abrazos,
enseñar en la vida sin miedo a mirar.
Madre es el sol de la mañana en mi cara
Madre es brisa fresca que día a día me acompaña
Madre es manantial inagotable de una fuente
Madre es agua cálida limpia y transparente.
¡Ay, qué grande es eso!
Madre es mostrar siempre al hablar una sonrisa
Madre es rotular su nombre de besos y caricias
Madre es escucharlos dejando a un lado la prisa
Madre es esperar siempre en sintonía.
¡Ay, qué grande es eso!
Madre es perdonar siempre la apatía
Madre es el coraje de la lucha codo a codo
Madre es vida nueva con trabajo y con esfuerzo
Madre es savia nueva renovada de tu cuerpo.
¡Ay, qué grande es eso!
Madre es con mimo cuidar un mañana
Madre es olvidar pedir para ella nada
Madre es notar como crece en tus entrañas
Madre es notar que te crece hasta el alma.
Así es ser madre, ¡madre!,
¡Ser madre es eso!”