Nacido circunstancialmente en 1937 en la ciudad extremeña de Mérida (pues la guerra civil había llevado allí a sus padres), al acabar la contienda la familia regresó a Tomelloso, donde pasó su niñez y juventud, y al que volvería siempre que podía.
El caso de Félix Grande es similar al de Eladio Cabañero, de extracción humilde, Félix trabajó como peón de bodega, cuidando las cabras de su abuelo y distintos otros oficios, y al igual que Cabañero, formándose de forma autodidacta. Desde muy joven sintió pasión por el Flamenco, y aprendió a tocar la guitarra, y fue esa afición al cante jondo lo que le estimuló hacia la poesía.
En 1957 se traslada a Madrid, donde siguió ejerciendo trabajos muy alejados de la escritura, hasta que en 1961 comenzó a trabajar en la revista Cuadernos hispanoamericanos, de la que acabaría siendo su director. Asimismo dirigió la revista de arte Galería, y la colección El Puente Literario de la editorial Edhasa. Su obra poética está publicada en una veintena de libros, también publicó varios libros de ensayo sobre flamenco del que se considera el teórico más influyente sobre el tema, y nueve libros de narrativa entre relatos y novelas.
Pero quizá la obra cumbre de Félix Grande sea la novela titulada: La balada del abuelo Palancas, publicada en 2003, y que está considerada por muchos críticos como una de las mejores novelas españolas de los últimos cien años. La novela es una autobiografía genealógica con el abuelo paterno del autor como protagonista. Grande desgaja en esta novela todos sus recuerdos de niñez, haciendo un retrato vital de su abuelo, y al mismo tiempo un retrato del Tomelloso de la primera mitad del siglo XX, en una emotiva y entrañable historia con una prosa épica y lírica a la vez, usando un lenguaje popular y la socarronería dramática de la cultura manchega.
Casado con la también poetisa Francisca Aguirre, falleció en Madrid el 30 de enero de 2014. Tomelloso le ha hecho varios homenajes, y ha dado su nombre a un colegio público. En el noveno aniversario de su muerte, conviene recordar que cuando muere un poeta, nos quedamos un poco huérfanos, y deja un hueco que es imposible de reemplazar, unas células de nuestro corazón también mueren con él. Tomelloso siempre recordará a uno de sus más insignes poetas, aquel que por culpa de una guerra fratricida no pudo nacer en Tomelloso, aunque sabemos que uno no es de donde nace, sino de donde está su corazón.