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jueves, 19 diciembre
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Donde todo el mundo se conoce

Artículo de opinión de Ramón Castro Pérez, profesor de Economía en el IES Fernando de Mena (Socuéllamos)

Esta semana ha resultado inevitable hacerse eco de ciertas noticias, alejadas de la realidad económica. Una de ellas tiene que ver con Vitoria y, al hilo de ella, he escuchado varias veces que la capital alavesa «es una ciudad pequeña, donde todo el mundo se conoce».

Reconozco haber buscado el dato de población en el INE en su aplicación ¿Cuántos habitantes tiene…? y respirar aliviado al comprobar la cifra a 1 de enero de 2021: 253.093 personas. En esa misma fecha, Tomelloso contaba con 35.984 habitantes y Socuéllamos con 12.067. Reducidos los números a relaciones, encuentro que la población de Vitoria es 7 veces la de Tomelloso y 21 la de Socuéllamos. Ahí es nada.

No hará falta suponer que, en Tomelloso (y en Socuéllamos) nos conocemos todos si nos aplicamos el comentario, así como ser conscientes del asombro que provocaríamos en algún habitante de Membrilla, con 5.927 habitantes, la sexta parte de la población de Tomelloso. Incluso, si algún membrillato dijera que vive en un pueblo pequeño donde todo el mundo se conoce y esta sentencia llegara a oídos de uno de los 750 habitantes de Almuradiel, se levantaría alguna que otra mano para formular alegaciones (Membrilla tiene una población 8 veces mayor que Almuradiel).

Todas, localidades de la provincia de Ciudad Real, con su capital de provincia, poblada por 75.104 almas, donde todo el mundo se conoce. Un economista explicaría que cualquiera de las afirmaciones vertidas por todas estas gentes (incluidas las que habitan Vitoria) son rigurosamente ciertas pues todo es relativo y depende del punto de vista o de la posición desde la que se mire. Lo que parece claro es que, si en Vitoria se conocen todos, en Almuradiel también.

Esto de la relatividad quizá explique la contundencia con la que se ataca al coche. Tendemos a pensar que el resto vive, respira, siente y ve las cosas como nosotros. Al sacar nuestra cruz a la calle quitamos de una patada las que han puesto los demás. Lo nuestro es lo importante. A todos nos pasa.

Lo anterior es problemático en tanto las decisiones de alto nivel las toman quienes viven en realidades distintas. Tan distintas que no tienen hijos en edad escolar a quienes llevar al colegio o no deben desplazarse por carretera durante treinta minutos (incluso una hora) para llegar al trabajo. O no tienen viñas que podar, cebollas que recoger, clases que impartir o gestiones que realizar en localidades más grandes, donde todo el mundo se conoce. Realidades tan distintas que han olvidado que a estos territorios del interior los vertebra, nada más y nada menos, que el coche. Si me apuran, realidades tan distintas que han olvidado que a los hogares concurridos los vertebra el coche, vivan donde vivan.

Torre de Gazate Airén

El coche como herramienta de cohesión. La larga recta de casi 21 kilómetros que une Tomelloso con Socuéllamos se llena durante las mañanas de personas que van y vienen a trabajar, tejiendo redes económicas que nos mantienen. Podría decirse lo mismo de los escasos kilómetros que hay entre Manzanares y Membrilla o entre las localidades de Almagro y Bolaños de Calatrava, por poner dos ejemplos más. Lugares donde todo el mundo se conoce. Tal vez porque existe el coche y eso nos permite relacionarnos y vivir aquí.

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