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viernes, 22 noviembre
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Por Tomelloso como en las vendimias de antaño

Por las calles de la Tomelloso, no hace mucho tiempo que se podían ver estampas como la que hemos podido ver hoy

La visión de un viejo agricultor, esta mañana del 5 de septiembre, paseando por la Calle Don Victor su remolque lleno de uvas con un colmo «muy bien puesto» y su mula, es una tierna imagen del pasado más o menos reciente. La iniciativa de este señor es encomiable, y no es de extrañar ese orgullo que mostraba exhibiendo su remolque inmaculado, su mula perfectamente enjaezada, y su colmo de uvas a 4 aguas.

Hasta hace unas pocas décadas, cuando llegaban estas fechas Tomelloso se plagaba de olor a mosto, y por las calles de la ciudad se podían ver estampas como la que hemos podido ver hoy. Al atardecer, los pequeños agricultores o no tan pequeños (pichuleros), exhibían orgullosos el resultado de toda una jornada de vendimia, en sus remolques bien cargados y con su colmo “a cuatro aguas”.

Aún en las décadas de 1960 y 1970 muchos pequeños agricultores seguían teniendo carro y mulas para las labores del campo. Eran todavía tiempos de dura existencia, en los que la adquisición de un tractor era una tarea difícil para muchos de ellos, a pesar de que la mecanización del campo había empezado aquí en la década de 1920 con la adquisición del primer tractor que pisó Tomelloso, por parte de Francisco Martínez Ramírez, “El Obrero”.

La mecanización en las labores del campo y la industria no se llevó a cabo de forma generalizada en Tomelloso hasta las décadas de 1960-1970, y para entonces Tomelloso ya era “el gran viñedo de La Mancha”. Por lo tanto todos esos pioneros trabajaron sus tierras y construyeron sus bombos con la inestimable ayuda de sus mulas. Estas tierras, aunque fértiles, eran muy pedregosas, los agricultores las araban una y otra vez con el gran esfuerzo de sus animales, que a cada pasada de arado levantaban de nuevo más piedras. Fue a base de arado que se pudieron ir sacando tantas y tantas piedras, y luego esas piedras se cargaban en los carros tirados por las mulas, y se amontonaban en las lindes de los viñedos, también esas piedras serían las que servirían para construir los famosos bombos, dentro de los que tanto campesino como animal convivían y dormían juntos.

La actividad cotidiana durante la vendimia consistía, en muchos casos, en la convivencia de toda la cuadrilla en el campo durante los 20-30 días de duración de la misma. Mientras el carrero iba hasta Tomelloso con el carro cargado, el resto de la cuadrilla iba acumulando las uvas recolectadas en grandes serijos de esparto, los grandes propietarios fueron los primeros en mecanizarse, pero antes de eso disponían de varios carros grandes (galeras) y al menos un par de yuntas de mulas para ir abasteciendo de uvas las bodegas de forma continuada.

Entonces la mayoría de ellos tenían sus propias bodegas en las casas, con sus cuevas llenas de tinajas donde se fermentaría el mosto. Tomelloso entonces era producía un olor especial que era una mezcla del mosto fresco y del mismo mosto en fermentación, un olor característico que sigue estando en la memoria olfativa de los mayores de 40 años.

La vid y el vino son las señas de identidad de Tomelloso, forman parte de nuestro ADN, y de alguna manera han forjado nuestra forma de ser. Somos muchos los tomelloseros que hemos experimentado el trabajo de la vendimia, los estudiantes se pagaban los estudios con el salario acumulado de casi un mes de duro trabajo en la vendimia. Hace unas décadas la mayoría de nuestros paisanos, con distintas profesiones, tenían una fórmula de ahorro que consistía en comprar un par de hectáreas de viñedo, y dedicar los fines de semana a su cuidado, luego sus vacaciones las usaban en vendimiar “el piquejo”.

Los grandes propietarios de tierras, aquí llamados pichuleros, contrataban cuadrillas de la zona de Jaén; eran familias enteras cuyo sustento anual dependía de la vendimia en La Mancha, para volver a finales de octubre a su tierra y trabajar en la recolección de la aceituna, la cual se prolongaba en muchos casos hasta principios de año.

Manuel Buendía Pliego
Manuel Buendía Pliego
Persona inquieta y multidisciplinar. Artista plástico, profesor de dibujo y acuarela, diseñador, gastrónomo, y escritor aficionado. Ha publicado en distintos medios digitales varios relatos, también ha publicado un libro de microrrelatos junto a Carlos Naranjo, y está trabajando en varios proyectos editoriales.
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