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domingo, 17 noviembre
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Vacíos

Artículo de Ramón Castro Pérez, profesor de Economía en el IES Fernando de Mena (Socuéllamos)

Nadie poblaba los pueblos a finales de este siglo. No se debió a un éxodo masivo. Simplemente, dejaría de llegar gente a ellos y los que los habitaban acabarían muriendo. Atrás quedaban fabulosas campañas políticas, centenares de libros subvencionados bajo el paradigma del desarrollo rural y espejismos construidos sobre el relato del teletrabajo y el 5G. A algún que otro comunicador se le echaría en cara el haberse enriquecido al amparo del lema «la España vaciada» pues, como pudo comprobarse finalmente, articulistas y creadores de opinión gozaron de una popularidad inmerecida, ofreciendo recetas para llenar un país desde sus despachos de ciudad.

Aun así, la presencia humana está garantizada una vez al mes. Sucede cuando equipos de ingenieros repasan «in situ» el estado de drones y maquinaria remota que explota los pastos vacíos. Es un destino tranquilo y pagan bien. Aprovecho y escribo, aunque te echo de menos. A menudo, cada vez más, pienso que podríamos establecernos en uno de estos lugares. Yo realizaría el mantenimiento de varios sectores, liberando trabajo a la Compañía y tú estarías dedicado a mí por completo. Pensarás que estoy loca, pero es la vida que me apetece llevar.

Digo que pensarás que estoy loca porque tú, en realidad, nunca has visto todo esto. Sé que lo conoces gracias a las imágenes que, en secreto, te muestro a mi regreso. Algunos rincones permanecen vírgenes, pues son demasiado pequeños para instalar una explotación en ellos. Si pudiera traerte, no dudarías en quedarte conmigo. A pesar de ello, hasta ahora no había querido decírtelo. Quizá es que, durante las dos semanas que dura este confinamiento, te necesito de otra manera. Que sólo te quiero cuando estoy lejos de ti. Que sólo merece la pena desearte si no te tengo.

En la ciudad apenas tienes tiempo y soy yo quien te espera sin nada que hacer. Entonces eres tú quien trata de convencerme para que no regrese a estos campos despoblados. Por extraño que parezca, a pesar de todo el progreso que nos rodea, no somos más que dos humanos que se han empeñado en quererse, sin ningún lugar común en el que habitar. Dices que se me ha pegado algo de estos pastos vacíos, aunque creo que lo que realmente sucede es que, mientras aprendía a mirarlos, me han enseñado que lo hermoso es capaz de existir, aunque nadie lo quiera.

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