Nos hemos acostumbrado a comprar todo tipo de productos fuera de su temporada natural, las causas están en el cultivo en invernaderos, y también en la importación de países cómo Marruecos. Desgraciadamente nuestra memoria sensorial está perdiendo los auténticos sabores, los cuales terminarán pereciendo olvidados. En el caso del melón, es cierto que tenemos la posibilidad real de comer una fruta con su auténtico sabor y con muchas posibilidades para que no nos aburramos.
Así que una vez que tenemos claro que queremos disfrutar de un melón de debemos escoger uno entre varios, y mucha gente suele tantearlos, darles golpes con la palma de la mano y apretarles con el dedo en la parte inferior para saber si están maduros. En realidad solo los muy expertos pueden intuir la maduración de los melones, pero no deja de ser una lotería. Se supone que al golpearlos podemos elegir según el sonido; por ejemplo, si suena a hueco le faltaría maduración, y si no suena a hueco, y pesa más que otros de su mismo tamaño, debería estar más maduro, pero lo cierto es que también puede depender de si el melón ha recibido más o menos riegos en los últimos días antes de su recogida, por otro lado si tanteamos con el pulgar en la zona inferior (la contraria al tallo de unión, es decir; el “rabo”) podemos informarnos de la madurez por la dureza de la misma, pero es algo tan sutil que sí está algo más blando podría ser que el melón estuviera pasado.
Ya tenemos nuestro melón, y ahora vamos a servirlo de postre. Al contrario que otras frutas, las cuales hay que pelar en el momento de ir a comerlas, por lo que no se suelen presentar buscando la estética o la comodidad, el melón nos ofrece muchas posibilidades, dependiendo del momento o las circunstancias. Recordemos la importancia de contar con un buen juego de cuchillos, afilados y con el tamaño adecuado. Para manipular melones grandes y medianos lo mejor es uno tipo trinchador o especializado en verduras y frutas, de hoja larga, y otro más pequeño pelador, muy bien afilado, y para presentaciones de otro tipo necesitaremos una cuchara, incluso un sacabolas. Además, necesitaremos una tabla de trabajo adecuada, grande, firme y estable, mejor si tiene surcos en su perímetro para recoger los jugos, y conviene tener cerca un par de cuencos o fuentes para ir separando la piel o corteza y las semillas.
La forma de cortarlo varía según se vaya a servir luego. Normalmente se empieza cortando los dos extremos, pero mucha gente solo corta el extremo del “rabo” (la parte que le unía al tallo), ya que el otro extremo se acumulan más azucares, y suele ser una parte muy sabrosa. No obstante para facilitar su manipulación, presentación y corte es mejor cortar los dos extremos, así minimizamos el riesgo de accidentes.
A continuación, apoyamos uno de los extremos cortados en la tabla, y efectuaremos un corte recto longitudinal de un extremo a otro, penetrando hasta su corazón central. Podemos hacerlo apoyando la fruta sobre un lateral o, como hemos mencionado, situándolo en vertical para lograr más estabilidad. En este caso es casi imprescindible usar un cuchillo largo. Con el primer corte listo, podemos ir sacando rajas o tajadas, mediante más cortes paralelos al primero, extrayendo las piezas con su piel y sus pepitas. Esas semillas se retiran fácilmente raspando con una cuchara, o, si queremos un acabado más limpio, cortando toda esa parte mediante una línea limpia con un cuchillo más pequeño, tipo puntilla, aunque esa parte es la más dulce. Si no vamos a servir el melón entero, solo cortaremos las rajas que vayamos a consumir, y dejaremos las pepitas en el melón, ya que eso hará que no pierda jugosidad. Luego lo guardaremos en el frigorífico, cubierto con film transparente, pero si lo vamos a servir entero, es mejor partirlo por la mitad, y con una cuchara retirar todas las pepitas.
Las tajadas (o rebanadas) de melón se pueden repartir directamente con su piel para comerlas a bocados como si fueran mazorcas de maíz sin usar platos ni más herramientas; solo es recomendable si estamos al aire libre, sin camiseta o con buenas servilletas, y en un ambiente informal. Pero en ese caso creo que lo ideal es la raja que nos cortaban nuestras abuelas, llamadas “zapatillas”, que consistía en quitar a cada raja toda la corteza, excepto en una punta, que simulaba el tacón de un zapato, de esa forma íbamos comiendo el melón dando bocados en el extremo contrario al “tacón”, es un método más limpio y práctico.
Para tomarlo con más comodidad lo habitual es cortar la cáscara a ras de la pulpa, procurando no desperdiciar fruta pero tampoco apurando, pues la parte más verde es poco agradable, después hacemos cortes verticales (de 6 a 8 cortes) y los dejamos sobre la parte de la corteza, estos trozos se pueden colocar de forma alterna hacia un lado u otro, y estéticamente quedarán perfectos. La hoja del cuchillo debe deslizarse fácilmente sin casi esfuerzo. Para servir las tajadas enteras se suele dejar la corteza unida en un extremo (si le damos después un corte tendremos el corte de “zapatilla”); así se presenta cada porción de fruta sobre ella en el plato o fuente y se facilita la degustación, al servir de agarre. Quedará más fino si cortamos la pieza en cubos y los presentamos ligeramente separados en direcciones opuestas.
Si el melón es pequeño, tipo Galia o Cantalupo, o cualquier otra variedad más esférica, permite sacar piezas de una forma similar al piel de sapo, con más facilidad incluso, pero también se ofrece a jugar más con la manera de prepararlo; podemos dividirlo en dos mitades haciendo un corte en zigzag tipo dientes de sierra, que al separar las dos partes simulen dos coronas, luego se pueden ir cortando longitudinalmente de forma que cada raja ocupe uno de esos picos o dientes de sierra. Cuando el ejemplar es cómodo de manejar por su tamaño, podemos separar la piel antes de abrirlo, empezando por los extremos para mantener la estabilidad. Lo haremos con un buen cuchillo que se adapte a las curvas, solo hay que ir cortando la cáscara en movimientos verticales, paralelos, longitudinales a la pieza. Después no queda más que cortarlo por la mitad, extraer las semillas con una cuchara grande y cortar las piezas al gusto; en tajadas o rajas más o menos finas ya limpias, cubos, etc. Al ser más pequeño podemos incluso sacar las tajadas en dirección opuesta, perpendicular.
La bonita forma redondeada de estos melones, con la ventaja de que las semillas se acumulan en el centro y se pueden retirar todas de una vez, permite jugar con distintos cortes y presentaciones más vistosas, gracias también a su pulpa blanda, pero firme. También se pueden vaciar, y con su pulpa triturada hacer un sorbete o helado y rellenarlos. Otra forma clásica para ciertas presentaciones es hacer bolitas con un sacabolas o vaciador, luego se pueden servir en brochetas alternándolas con tiras de jamón, o mezclarlas con otras frutas para hacer una macedonia (con el mango combinan muy bien). Las tajadas algas, sin corteza, se pueden ensartar en brochetas para comer sin cubiertos, y los triángulos o cubos más grandes, manteniendo la corteza, admiten insertar un extremo de polo como si fueran helados o piruletas, ideal para los niños. Si hace mucho calor, de hecho, se pueden congelar así, e incluso después bañar en chocolate fundido.
Pero el melón tiene muchas más formas de servirlo, y puede ser un ingrediente principal, o auxiliar para muchas recetas, a las que les dará un toque especial. Estas son algunas sugerencias:
Ajoblanco de melón:
Pudin de melón, queso manchego y arrope:
Gazpacho de melón:
Otras recetas pueden ser:
- Crema de yogur griego y melón con menta.
- Pastel frío de melón y arrope.
- Crema de yogur griego, melón y menta.
- Milhojas de melón, jamón ibérico y foie.
Que compartiremos con vosotros más adelante