Si por algo destaca el presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en los últimos tiempos, en su larga travesía de huida hacia adelante, es en la capacidad de dar bandazos sin encomendarse, seguramente, ni tan siquiera a sus propios compañeros de Consejo de Gobierno, que tan pronto se ven desprovistos de la mascarilla protectora dentro de unas semanas, como se encuentran obligados a dar cuenta a los sectores productivos de la amenaza de medidas restrictivas para sus negocios familiares. La gestión de la pandemia ha sido una concatenación de errores por parte de García-Page, producto de su soberbia, que le impidió al inicio de la pandemia atender a la gravedad de la situación. Por ello, no dudó en menospreciar a los maestros, como antes lo hiciera con la propia Universidad de Castilla-La Mancha, para a continuación actuar como pollo sin cabeza atacando a los profesionales sanitarios, a los alcaldes, e incluso a la personas mayores que viven en los geriátricos pues, al parecer, ya no podrían aspirar a mucho más en su esperanza de vida, por el mero hecho de no estar para cantar, ni para bailar. Los giros impensables y la incontinencia verbal de Emiliano García-Page ha ido sonrojando a propios y extraños, siempre pendientes de la última pirueta que ahora le ha llevado a anunciar el fin de las mascarillas en Castilla-La Mancha, sin haber sopesado antes la iniciativa por el Consejo Interterritorial de Salud, a la espera de ser ahormada por el resto de las Comunidades Autónomas (todo sea por un titular a nivel nacional); a la par, ha respaldado la adopción de nuevas medidas de cierre para la Hostelería en caso de un repunte de la incidencia de los contagios por coronavirus. A estas alturas, todos reconocemos que han sido los propios hosteleros los más empeñados en la adopción de medidas de prevención sanitaria, muy por encima del acoso y especulaciones a los que se han visto sometidos, y de las sanciones económicas de que han sido objeto, en el colmo de los despropósitos: Esto es, no sólo se les obligan a cerrar sin apenas indemnizaciones, sino que además les cargan con el mochuelo de nuevas amenazas de cerrojazo. El veredicto es claro: culpables. Llegados a este punto, habría que preguntarse si la criminalización de la Hostelería tiene alguna base sólida que sostenga la actuación de dirigentes autonómicos como García-Page. En realidad, ninguna, salvo la de aparentar que se hace algo, matando moscas cañonazos. No es de extrañar, por tanto, la rebelión de muchas Comunidades Autónomas ante las últimas instrucciones publicadas en el Boletín Oficial del Estado, y del que ha sido cómplice necesario el presidente socialista de Castilla-La Mancha. No parece que la Hostelería de Castilla-La Mancha tenga un aliado en García-Page, antes bien, todo lo contrario. Más que nunca, se evidencia la necesidad de tener un interlocutor válido con la sociedad civil, que sondee las demandas y propuestas de todos los colectivos sociales, que escuche a los colegios profesionales y sectores económicos y laborales, en una tarea incansable e inclusiva que lleva realizando de forma pertinaz el presidente del PP-CLM, Paco Núñez. Ha llegado el momento de devolver a la sociedad civil todo el caudal de generosidad y esfuerzo que nos ha brindado, para sostener a todos los vecinos de nuestros municipios, y ese es el camino que entiende Paco Núñez, y el que no está, ni se le espera, al todavía presidente socialista de Castilla-La Mancha. Por fortuna, todo parece indicar, como auguran las encuestas y perciben los vecinos de Castilla-La Mancha, que Paco Núñez será el próximo presidente de nuestra región.
Pilar Alía