En los últimos días he sido testigo con honda preocupación de todo lo que está pasando con uno de los sectores claves para nuestra región: la hostelería.
Cierto es que la pandemia, con los fallecidos diarios y con el enorme número de contagios que se están produciendo, es lo primero que me tiene ocupado y preocupado, pero no debemos dejar de lado todo lo demás, las demás consecuencias que requieren nuestra atención.
No podemos olvidar que en los últimos 11 meses han fallecido en nuestra región más de 8.000 personas víctimas del coronavirus.
La cifra de 150.000 castellano-manchegos contagiados en ese espacio de tiempo tampoco es algo que se pueda olvidar fácilmente y a diario me obliga, al menos a mí a mi partido, a dedicar una infinidad de esfuerzos y pensamientos, así como múltiples reuniones con expertos en la materia, para intentar, desde esa oposición que mis paisanos me encomendaron realizar, que este Gobierno nos escuche, a nosotros y al conjunto de la sociedad civil de Castilla-La Mancha para que haga algo bien, cosa que dudo después de este año que llevamos.
Pero ese empeño y esa preocupación no me impiden tampoco que emplee mis esfuerzos en intentar que se sienten las bases para una recuperación económica que tiene venir de la mano de la recuperación sanitaria y social, de la mano del impulso a nuestra educación, de la mano de nuestra gente, de los castellano-manchegos.
Porque hay muchos sectores que están sufriendo en sus carnes la dureza de la pandemia. Pero no solo por lo que significa una crisis sanitaria en sí, con sus consecuencias. Están sufriendo las decisiones de dos gobiernos socialistas, el nacional y el regional, que van como pollos sin cabeza tomando decisiones arbitrarias según se levantan cada mañana, improvisando y castigando con sus errores a nuestra gente. Un gobierno sordo y ciego, que no escucha a nadie, que está desaparecido y cuando aparece, temblamos, porque solo sabe prohibir, cerrar, faltar al respeto o contar medias verdades cuando no faltar a la verdad directamente.
Primero confinamiento general; luego por fases; luego perimetrales, luego que las comunidades autónomas decidan; cierres parciales; algunos sectores sí y otros no; cada comunidad autónoma decidiendo una cosa y la contraria a la vez, como si viviéramos en países distintos. Y todo esto así, improvisando, imponiendo, sin nadie al timón del barco.
Hay muchos sectores económicos que lo están pasando mal: la venta ambulante, los feriantes, las agencias de viajes y los profesionales de cualquier parte del sector turismo, la peluquería y la estética, el pequeño comercio, los organizadores de eventos y todo lo que detrás conlleva, los ganaderos de nuestros toros bravos, la cultura, el ocio, los agentes comerciales, el deporte… y podría seguir así como muchos más. Negocios regentados por autónomos o pequeñas empresas que están sufriendo la incompetencia de unos gobiernos que parecen haber olvidado que España se levanta cada mañana, entre otros muchos, gracias a ellos.
Y uno de esos sectores que tanto está sufriendo es el de la hostelería, con todo lo que conlleva, y con todos a los que afecta, puesto que la cadena económica de la hostelería es infinita. Permitidme que exprese en breves líneas lo que siento cuando de esto hablo, no solo como jefe de la oposición, sino como un hostelero más de corazón.
Hace quince días celebrábamos una sesión plenaria en las Cortes de Castilla-La Mancha. Debatíamos sobre la situación de autónomos, pequeña y mediana empresa y hostelería.
Recordaba yo lo que ya sabéis: que tengo una especial sensibilidad con el sector. Porque he tenido la inmensa fortuna de que -como se dice coloquialmente- me hayan salido los dientes detrás de una barra de un bar. Mi padre había trabajado toda la vida en un hotel – restaurante, hasta que siendo yo muy pequeño, decidió emprender un negocio propio, montando junto a mi madre un pequeño bar en Almansa. Y allí nos trasladamos a los pocos años, a un local más grande para abrir un restaurante. Y mi hermana y yo, nos criamos ahí. ¡Qué gran suerte la nuestra!
Claro que en bar aprendía a hacer cafés cuando no llegaba a la maquina y ponía una caja de botellines boca abajo para subirme y llegar de la cafetera. Claro que aprendí a servir, más tarde a cocinar y, siempre, a limpiar cada rincón. Pero aprendí muchas más cosas: aprendí el valor del trabajo, del esfuerzo diario, de la lealtad, del respeto; aprendí a escuchar y a comprender, aprendí a valorar a quién sabía más que tú, aprendí a trabajar en equipo, aprendí a superar las adversidades, aprendí tantas cosas… Y recordaba mientras escribía estas líneas que las cosas, a veces, no iban bien. Lo tengo muy presente, porque cuando mi madre enfermó tuve que alternar los estudios con el trabajo de manera mucho más intensa. De lunes a viernes, a la universidad. Los fines de semana, ayudando en el negocio familiar. Claro que aprendí… aprendí a que, desde muchos sitios, como el de la barra de un bar, se levanta un país.
Por eso me duele ver lo que está pasando a los hosteleros, a los autónomos y a las pymes de nuestro país. Me duele, como jefe de la oposición, ver cómo el Gobierno está tratando de mal al sector, me duele comprobar que por muchas propuestas que le hagamos desde el Partido Popular, por muchos ejemplos que pongamos de cómo están haciendo las cosas en otros lugares, este Gobierno sigue anclado en lo suyo: prohibir, cerrar, y si te quejas: amedrentar.
Yo tuve la fortuna de aprender que hay que trabajar muy duro para sacar adelante el negocio. Como cualquier otro proyecto que emprendemos en la vida. Y aprendí que se hace sin pedir nada a nadie; bueno sí, que no te pongan palos en las ruedas…
Los hosteleros lo están pasando muy mal. Más de 65.000 negocios han tenido que cerrar ya en toda España. Otros 100.000 están en peligro y 350.000 puestos de trabajo se han destruido a nivel nacional. Y los establecimientos que aún sobreviven, han sufrido un recorte en su facturación de más del 50% respecto al año 2019.
Y mientras, aquí, en nuestro país y en nuestra región el sector hostelero está olvidado. No hay Plan de rescate al sector. Porque lo que se ha dicho estos últimos días es mentira. Nos se han destinado 60 millones en exclusiva para la hostelería. Se han aprobado para todos los autónomos y las pymes. Con ese dinero no se llegará ni a un quinto de los 149.000 autónomos que hay en nuestra tierra. Eso sin contar a las 122.000 empresas que tienen menos de diez personas en nómina. Como mucho, 28.000 afortunados de 171.000. El resto, 143.000 autónomos y pequeños negocios, cero ayudas en todo este año que viene.
Y de nada vale que pensemos en el futuro cuando hay que salvar el presente. Lo que hay que hacer es poner en marcha, de verdad, el rescate de las pequeñas empresas, a los autónomos y a las familias para que puedan tirar de nuestra economía. No se les puede pedir que hagan el esfuerzo cuando se les restringe su capacidad y no se les ayuda. No se les puede obligar a cerrar y pedirles que no protesten. Venimos reclamando que a ingreso cero, cuota cero. Que se baje el Iva al sector este año. Que se aplique una bajada generalizada de impuestos con carácter excepcional ante el momento que vivimos. Que se indemnice al sector con ayudas directas y suficientes que palíen las pérdidas, eviten la quiebra y garanticen el mantenimiento de los trabajadores cuando por un decreto se les impide trabajar.
Las asociaciones de autónomos han calculado que se necesitan 450 millones de euros para el sector, para pagar las cuotas de la Seguridad Social. Primero, las ayudas, el dinero; y después, dejar que sigan haciendo lo que mejor saben: crear empleo y riqueza. Cuando la situación es extrema, hay que poner en marcha medidas extrema.
Igual que yo, muchos chicos y chicas han podido estudiar gracias al esfuerzo de sus padres sirviendo comidas, copas o cafés. A la hostelería le debo gran parte de lo que hoy puedo ser o dejar de ser, y por eso hoy mi compromiso, mi solidaridad, mi sentimiento y todo mi trabajo y mi dedicación están con ellos.
No nos podemos permitir más errores. Sin dejar de mirar el presente, y sin olvidar que sigue muriendo mucha gente, tenemos que tomar, entre todos, un camino que nos haga salir de la cueva. Todos juntos. Por eso pido al presidente Sánchez y al presidente Page que abandonen la soberbia y nos escuchen. Que no quieran imponer su criterio a toda costa.
Que dejen ya de insultar y pidan perdón a las víctimas. Que respeten a todos los colectivos como se merecen. No es tan difícil. Solo hace falta un poco de humildad y de humanidad.
Paco Núñez
Presidente del Partido Popular de Castilla-La Mancha