Es parte del lenguaje popular esa frase que dice que es bueno conocernos tanto en las buenas como en las malas, y esa será la idea que guíe todo lo que les voy a relatar a continuación. Les he puesto en suerte de esta forma porque en nuestra región contamos con un gobernante que, hasta marzo del pasado año, gozaba de una imagen que nada tiene que ver con la actual; una imagen a la que parece que el estado de alarma (el que nadie quiere según las palabras del propio Page) ha cambiado.
El año 2020 y el inicio del 2021 ha sido el año en el que Emiliano García-Page se ha desprendido de su máscara y disfraz de político moderado y sensato y ha expuesto a la luz su verdadero talante, sus verdaderas formas y su verdadera capacidad de gestión y de respuesta ante las dificultades.
Seguro que todos recuerdan aquel 12 de marzo en el que Emiliano se despachaba con los maestros a cuenta del cierre de los colegios por la incidencia del coronavirus dirigiéndose a ellos como los que querían 15 días de vacaciones. Sí, Page debutó con su verdadera cara diciendo que los docentes de la región reclamaban el cierre de colegios porque querían irse de vacaciones. Creo que es necesario que esto no se olvide jamás, a pesar de los continuos lavados de imagen, de las campañas de silencio en los medios a base de talonario o de las cortinas de humo con titulares nacionales a cuenta de su supuesta moderación.
El 12 de marzo, el presidente de esta región aparecía, ante el estupor de toda Castilla-La Mancha, dando una imagen muy poco adecuada para un gobernante. Fueron unas declaraciones en las que la alarma de Page comenzaba a sonar ante lo que se venía en los meses posteriores.
Más tarde llegaría el turno del personal sanitario. Era el momento más duro y cruel que recordamos de la pandemia. Mientras Page y su consejero de Sanidad, -al que el presidente siempre se refiere como ‘el crack’- negaban dificultades en los centros hospitalarios, la realidad era muy distinta: servicios de urgencias totalmente colapsados, pacientes amontonados en los pasillos, falta de equipos de protección individual, y una realidad totalmente distinta a la que nos querían hacer creer.
Fue a raíz de un vídeo del estado de las urgencias del Hospital General Universitario de Albacete, que mostraban esa desgarradora realidad, cuando Page volvió a desprenderse de su máscara y les recomendó que se dedicaran a trabajar en vez de grabar videos. Sin duda, al presidente de nuestra región le molestaba sobremanera que se conociese la cruda realidad de los hospitales de la región.
Con el paso de los días descubríamos que las residencias de ancianos estaban sufriendo la peor cara de esta crisis sanitaria, con miles de fallecimientos de personas mayores. Cuando empezaban a sonar las alarmas del Palacio de Fuensalida ante esta situación, Page mostraba su verdadera cara y lo que verdaderamente le preocupaba la situación en una entrevista en Cuatro (con lata de Coca-Cola incluida en el plano), asegurando, ante la incredulidad del entrevistador y los que le escuchábamos, que en las residencias están las personas “no validas, que no cantan ni bailan por la noche, aquellas a las que una simple gripe les hubiera hecho fallecer”.
Es absolutamente inhumano y miserable que el presidente de una región se despache así, en una televisión nacional, con la preocupación de todo un país por la situación sanitaria, refiriéndose de esa manera a nuestros mayores.
Pero no quedó ahí la cosa, porque la siguiente de las etapas de esta ‘galería de los horrores de Page’ es, sin lugar a dudas, la más escalofriante y denunciable de todas. En el programa ‘El Cascabel’ de la televisión nacional 13, Page era cuestionado por las diferencias en las cifras de fallecidos que ofrecía el Sescam y la que ofrecían los jueces en la región, algo a lo que respondía con unas palabras que permanecerán en el recuerdo de los castellano-manchegos para siempre. Page tuvo la poca vergüenza de decir sobre los fallecidos en la pandemia que, “qué más daba si estaban falleciendo más personas, si ya se echaría la cuenta definitiva”.
Tras este momento nadie puede negar ya que Page es un presidente sin alma, incapaz, sobrepasado y al que poco o muy poco importan los vecinos de su región.
Cuando pensábamos que los insultos de Page no podían ir más allá, con los socialistas en la región preocupados por esa imagen lamentable de su líder; con Page escondido en su palacio, sin escuchar a nadie, sin atender prácticamente a los medios de comunicación; con una cuarentena forzada por la opinión pública y por una deriva decadente; enrocado en una espiral de insultos, menosprecios y con la seguridad de poseer la verdad única y absoluta, llegó el enésimo hito de este ranking de la falta de rubor y respeto por los castellano-manchegos.
Fue con la periodista Cristina Pardo, en su programa de La Sexta cuando Emiliano, tez enrojecida, polo violeta y americana encima, apareció para faltar al respeto a todos los alcaldes de Castilla-La Mancha, también a sus propios alcaldes, a los del PSOE, los que deben dar la cara por él. Los ediles de la región tuvieron que soportar como la figura institucional con más responsabilidad de Castilla-La Mancha les acusaba de haber tenido una función casi testimonial durante la pandemia, la de “cerrar parques y dejar de barrer las calles”.
Esa es la concepción que Page tiene de los alcaldes y de su función en estos meses, y con ella deben quedarse los primeros ediles de cualquier partido político.
En el capítulo de menciones especiales por lo hilarante de su naturaleza cabe destacar el capítulo de los ventiladores (que no respiradores) turcos, aquellos que se fue -junto al crack- a recibir a Barajas (foto victoriosa incluida), y que no valían para lo que habían sido adquiridos.
Tampoco podemos olvidar la calificación de ‘bomba radioactiva’ madrileña, esa que le sacó los colores en esos medios nacionales que tanto le gusta frecuentar, refiriéndose a los contagios en Madrid, cuando a las pocas semanas Castilla-La mancha tenía peores cifras o aquella referencia a un vecino de Tomelloso que, según García-Page, pudo contagiar a medio millón de personas (sic).
Tampoco dejó en buen lugar a los médicos, acusándolos de ser los culpables de que no hubiera respiradores para todos los ingresados.
Este es un breve repaso, un pequeño análisis de lo que ha supuesto la conversión del Emiliano García-Page impostado, fake, simulado, al Page real: el faltón, el de los insultos, el que regaña a la gente, el que está a la defensiva y el que es incapaz de hacer frente a una crisis de la magnitud de la que supone la pandemia originada por la COVID. Dejo muchos capítulos en el tintero, pero los que ya pertenecen al imaginario colectivo de la región son estos.
No me cabe la menor duda de que la alarma de Fuensalida y de las sedes socialistas de la región suena cada vez que Emiliano aparece frente a las cámaras y tengo la sensación de que el temor vive entre sus asesores porque, parafraseando a García-Page en esa otra rueda de prensa que será recordada de por vida: “nadie quiere la alaaarma; todos queremos el estado”.