Hoy estoy de celebración: dentro de un mes cumpliré diez años, diez años de Parkinson, de diagnóstico de Parkinson.
Se han pasado deprisa, muy deprisa, y no me puedo quejar: he tenido suerte, la suerte de que la enfermedad haya evolucionado despacio, pero sobre todo la suerte de contar con muchos apoyos, muchas ayudas.
He perdido algunas cosas, no lo voy a negar, pero a cambio he descubierto algo que no sabía: la vida nos quiere sabios, y por eso de vez en cuando, nos da una lección. Vamos por el mundo ufanos y felices, silbando y cantando como los enanitos de Blancanieves, y ¡zas!, la vida te manda un aviso y aprendes. Claro que aprendes.
Empiezas por distinguir lo que es importante de lo que no hace falta.
Aprendes que, aunque tengas una enfermedad, puedes no ser un enfermo. Y no lo serás si no dejas que cambie tu vida, si sigues haciendo las cosas que siempre has hecho.
Aprendes a no esconderte, a no aislarte. Descubres que la mejor medicina no se encuentra en las farmacias, sino en las palabras sensatas, las palabras de la buena gente. Eso es lo mejor que me llevo de estos años, las personas que he conocido: afectadas, profesionales, voluntarias…. Nuevas personas, grandes personas que dedican su tiempo y su esfuerzo a trabajar por los demás.
Y, por último, he descubierto que es más importante saber escuchar que hablar sin parar. Así que ya termino. Pero, si me lo permitís, quisiera hacerlo con un poco de humor.
Si te ha tocado, hermano
o hermana muy querida,
andar por este mundo
con las piernas torcidas;
si te tiemblan las manos
cuando estás más tranquila;
si detrás de tu cara
se escondió tu sonrisa;
si te mira la gente
en el super o en misa
y no saben qué tienes
de qué va tu movida,
no te des por vencido,
no te des por vencida,
abren bien las orejas,
haz lo que yo te diga:
que no pare la marcha,
no pierdas la alegría.
si te tiemblan las manos
haz como hace Letizia:
con los dedeos en alto
saluda a las vecinas;
si te bailan las piernas
sácalas a la pista,
déjalas que se muevan
como las de Shakira;
si se apaga tu voz,
no llega a tu camisa,
al oído a quien quieras
dile cosas bonitas;
si el insomnio a la noche
te desvela y te irrita,
redacta tus memorias,
escribe una poesía;
cántale “despacito”
a quien venga con prisa
que la meta está puesta
no se sabe en qué esquina,
y en cruzando la raya
la carrera termina.