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viernes, 20 diciembre
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«500 años del sueño comunero», por Pablo Bellido

Artículo de opinión de Pablo Bellido Acevedo, presidente de las Cortes de Castilla-La Mancha

Hoy se cumplen 500 años de la Batalla de Villalar, derrota del movimiento comunero contra el rey Carlos I. El 23 de abril de 1521 es sin duda la fecha más señalada de un levantamiento que en parte tuvo su origen y su epílogo en Toledo; que, de Cuenca y Guadalajara hasta Campo de Montiel y Atienza o de Cifuentes a Mora y Ocaña, tuvo numerosos escenarios y protagonistas principales de pueblos y ciudades de nuestra región actual. Por eso, y porque en buena parte aquel episodio es uno de nuestros antecedentes más naturales, desde las Cortes de Castilla-La Mancha estamos celebrando este V Centenario.

El lunes, en el acto institucional en el Salón de Plenos con el que iniciamos nuestra programación, el historiador Miguel Fernando Gómez Vozmediano afirmó que en Villalar se perdió una batalla, pero en realidad no se enterraron los ideales de aquellos hombres y mujeres que soñaron con ser dueños de su destino.

Aunque la pandemia ha retrasado y ha causado no pocos impedimentos en la planificación prevista, las celebraciones ya están en marcha y durante los próximos meses llevaremos por diferentes rincones de nuestra región, y por supuesto en la capital Toledo, un ciclo de conferencias, una exposición para escolares, reediciones bibliográficas y, entre otras iniciativas, un espectáculo dramático-musical, y todo a cargo del enorme talento creativo y la sabiduría de gentes de nuestra tierra.

Lo he dicho en otras ocasiones: el propósito es recordar sin juzgar los hechos ocurridos en nuestros pueblos y ciudades y rescatar la memoria de sus principales figuras. En especial, las de mujeres de enorme relevancia, como María Pacheco y Juana I, que constituyen la mejor encarnación del papel determinante que ha jugado la mujer en la historia, y que sin embargo ha sido injustamente invisibilizado.

Queremos recordar y hacerlo huyendo del presentismo histórico y de las lecturas interesadas, sin obviar que aquella última página de la política en el Medievo, y a la vez la primera de la Edad Moderna en España, supuso un antes y un después. Porque nada volvió a ser igual después de la afirmación de un levantamiento que proclamaba la autonomía de las ciudades castellanas contra el poder absoluto de un emperador que sentían extranjero, con la proyección de nuevas fórmulas como la Ley Perpetua de Ávila -casi a modo de pionera constitución- y con la articulación de la Santa Junta -las Cortes y Junta General de Reino- como asamblea representativa.

La revuelta comunera ha marcado la identidad castellana y sus hechos constituyen una herencia fundamental para entender la sociedad de la que formamos parte. Pero si algo podemos celebrar es que la ciudadanía castellano-manchega de hoy hemos logrado dar forma al sueño de aquellos comuneros y comuneras. Castilla-La Mancha tiene su origen en una victoria, la de los hombres y mujeres que en 1978 decidieron dejar atrás la dictadura y construir, partiendo de territorios diversos, un futuro democrático en común en nuestra patria común, España.

Esta fusión de lugares y gentes -esta Junta de Comunidades, que remite de manera tan directa a la aventura comunera- y este espíritu de puesta en común, que los comuneros y comuneras llevan parejo a su propio nombre, nos emparenta con el Levantamiento protagonizado por Padilla, Pacheco y compañía y nos obliga a recordarles en este quinto centenario.

Antes que pararnos a lamentar la sangre derramada hace 500 años en Villalar, hoy queremos rescatar esos valores que no fueron enterrados, el arrojo de unos hombres y mujeres que creyeron, cuando creerlo era casi una quimera, que los problemas se resolvían dialogando. Hoy, como entonces, ponemos el acento en que, mediante el ejercicio de la palabra y con el poder del pueblo depositado en sus Cortes, el parlamentarismo resulta la mejor fórmula para resolver los conflictos.

Confío por tanto en que este V Centenario ejerza como palanca para reimpulsar la idea de un parlamentarismo más abierto, de una política que se ejerce desde las comunidades al servicio del bien común y de una sociedad más igualitaria que reivindica, a través de sus figuras más destacadas, a todas las mujeres que abrieron brecha y que han sido injustamente borradas de la historia. También estas mujeres, aunque perdieron la batalla, soñaron con ser dueñas de su destino y nos inspiran en nuestro propósito de luchar por un mundo mejor.

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