Son cientos las casetas, cuartillejos, bombos, o como quieran llamar a estas construcciones que custodian nuestro campo y dan cobijo a los diferentes aparejos que se utilizan en las labores agrícolas. También sirven para dar alojamiento en los descansos de trabajo, quitan el frio, o calor en los almuerzos, o dan resguardo ante cualquier chaparrón inesperado que se presente. Antes, llegaron a ser viviendas de primer uso, en las largas temporadas que pasaba nuestra gente en el campo, cuando se iban «de semana», o para, incluso, más días, y es que antes los vehículos no eran los de ahora, y el pueblo para muchos, quedaba muy «retirado» para perder tiempo en la ida y vuelta.
Las hay totalmente abandonadas, otras descuidadas, algunas adecentadas para convertirse en lugares de ocio donde disfrutar, en sus cocinillas de unas buenas viandas hechas en la lumbre, y otras, han llegado a convertirse en chalets con piscina, la alberca ha dejado su función de almacenar agua para el riego, para convertirse en agua de baño y disfrute dominguero, o si se puede, de diario.
Las construcciones en el campo, rompen, por necesidad, el hilo de cepas.