Es esta una extraña semana de abril. Aunque para la gente de letras no es ajeno aislarse para trabajar, ahora la separación es obligada. Como tantas otras citas en el calendario del infausto 2020, este curso no vamos a poder celebrar juntos, como nos gustaría, la fiesta de la Facultad de Letras y San Isidoro. Esta primavera que alguien nos ha robado, en lugar escrutar libros y bibliotecas nos ocuparemos del teletrabajo y de la enseñanza en línea, en un esfuerzo importante de adaptación con el que queremos la mayoría de los estudiantes no pierda este curso. Lejos de compartir la idea de que las Humanidades están en crisis, no dudamos de que, en esta sociedad líquida llena de incertidumbres, la mentalidad crítica y creativa y la capacidad de adaptación que proporcionan las letras son la mejor arma que tenemos para superar los obstáculos.
La fiesta de Letras suele ser la ocasión de reafirmar nuestro compromiso con las Humanidades y de rendir homenaje a quien lo merece. A nuestros mejores estudiantes, que terminaron sus estudios con el difícil premio extraordinario de grado o máster y a los profesores para los que este va a ser su último curso por su próxima jubilación. Este año nos despedimos de tres profesores que van a dejar profunda huella en nuestra Facultad: el historiador Juan Sisinio Pérez Garzón, el filólogo Luis de Cañigral Cortés y el arqueólogo Antonio de Juan García.
Glosar la figura pública, académica e intelectual del profesor Pérez Garzón, catedrático de Historia Contemporánea, es una tarea inabarcable. Con su acento granadino y su dinamismo imposible de seguir, es un torrente de iniciativas y siempre ha sido el mejor aliado de los jóvenes estudiantes y profesores. Gran investigador, sus obras sobre la España del siglo XIX, Isabel II y las Cortes de Cádiz, sobre el nacionalismo español, la memoria histórica o su historia del feminismo son referentes de los estudios en su campo. Sus años como consejero de Educación en la Junta de Castilla-La Mancha moldearon en buena parte nuestra universidad regional, que siempre le estará en deuda.
No es fácil de hablar tampoco de Luis Cañigral Cortés, que ya era profesor de latín en el antiguo Colegio Universitario de Ciudad Real. Un dómine carismático y exigente, valenciano de origen, que ha ejercido de maestro de latinidad en esta tierra con una dedicación absoluta. Cuando la urgencia de las declinaciones deje de confundirnos muchos podremos valorar con claridad a Luis de Cañigral como el bibliógrafo y estudioso más importante que ha tenido la imprenta de la provincia de Ciudad Real, guardián de una riquísima biblioteca, traductor reconocido de los poetas griegos y culto e irónico poeta él mismo.
La trayectoria como arqueólogo de Antonio de Juan está unida a las excavaciones del yacimiento de Alarcos desde el año 1982, de cuyo Parque Arqueológico ha sido director. Como tal, convirtió lo que era un lugar de romería muy querido para los habitantes de Ciudad Real, en una escuela taller donde profundizar en las capas del tiempo, en la que se han formado generaciones de arqueólogos. Ha podido aportar a sus estudiantes sus numerosos trabajos sobre la batalla de Alarcos, incluyendo su reciente Ruta virtual y real, que lo hacen una referencia en la arqueología medieval. A los tres echaremos de menos, aunque seguiremos disfrutando de su presencia y su magisterio. Sin embargo, no puedo dejar de nombrar en esta ocasión al profesor Juan Herrero Cecilia, catedrático de Francés jubilado, que en el mes de enero falleció, dejando huérfanos a muchos de sus estudiantes y compañeros.
En esta extraña semana en que vamos a estar pegados al ordenador de forma obligada para continuar la docencia, muchos nos estamos dando cuenta de cómo se ha transformado cierta idea arraigada de lo que es ser un hombre o una mujer de letras, vinculada al papel y al libro. Aunque la pantalla y las redes son compañía necesaria de nuestro trabajo desde hace años, este aislamiento nos va a permitir reflexionar sobre el nuevo sentido digital de nuestro trabajo para el que debemos también preparar a nuestros estudiantes, sin olvidar las bases que nos definen. Los cientos de iniciativas basadas en las artes y las humanidades que pueblan las redes sociales estos extraños días y la manera en que se está manteniendo la docencia en estas circunstancias son una prueba real de adaptación y están dando señales de nuevos tiempos para las Humanidades.