De pequeños, en estos meses de otoño, uno es feliz pisando las hojas secas, que caen de los árboles, y que se esparcen por el suelo, para escuchar su crujido.
Se intenta pasar por zonas, con gran concentración de árboles, para encontrar la senda, completamente tapada por un manto de hojas amarillas y marrones. Es lo que tiene esta época, y el caminar por sitios así, llenos de luz anaranjada, el color otoñal invade todo, y, el frío, aún es soportable, vamos, que se es muy afortunado disfrutando de momentos así.
Al principio, dije pequeños, pero yo creo que también los mayores nos deleitamos pisando las hojas para escuchar el chasquido.