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jueves, 21 noviembre
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Recuerdo las sillas vacías, pero no me olvido de las que están ocupadas

La navidad es un periodo lleno de sensaciones fantásticas, pero entre ellas se suele colar alguna nota discordante, algo de nostalgia, morriña, añoranza y sobre todo, un echar de menos por los que marcharon. Los que decidieron ir por otros caminos, los que están lejos, los que eligieron no estar, y tal vez el más doloroso, los que marcharon para no regresar. Sillas vacías que forman parte inevitable de la vida.

Pero aun así, quiero dar las gracias.

Gracias a los que decidieron marcharse por dejar una huella imborrable en mi historia. Gracias a los que están lejos por enseñarme a querer en la distancias.

Gracias a los que eligieron no estar y dejar hueco para que entraran nuevas personas en mi vida.

Gracias a los que se marcharon para no volver, porque me enseñaron a perpetuar el amor.

Y sobre todo GRACIAS a la vida por las sillas que siguen ocupadas, por la gente que renunció a sus sueños por quedarse a mi lado, por los que acuden a sentarse junto a mi cuando los llamo, por los que aún están aquí quedándoles muy poco ocupando un gran espacio, por los que estrenan silla y me abrirán nuevos retos.

Gracias a todas las sillas que ocuparon, ocupan y ocuparán mi Navidad.

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