Emiliano García Page ha perdido la gracia, si es que alguna vez la tuvo. Aquellos trinos de pequeño ruiseñor posado sobre la mano de José Bono que tanto gustaban a su público, con el tiempo se han tornado en graznidos. Las palmaditas que antaño seguían a su canto se han convertido ahora en asombro, indiferencia y críticas.
Lo sorprendente es que este sea su rasgo más notorio, ya que García Page no ha hecho otra cosa más que hablar durante años. Palabras envueltas de oportunismo, insustanciales juegos de palabras y promesas incumplidas, poco más.
Por ello me causa mucha tristeza que Castilla-La Mancha, esta rica región de agricultores, cazadores, emprendedores y trabajadores, esta comunidad autónoma de mujeres y hombres duros como la tierra que pisan y que un día hiciera universal Don Quijote recorriéndola junto a su escudero Sancho, haya sido utilizada por García-Page como trampolín que lo catapulte a escenarios políticos de mayor rango, por cierto, cada vez más difíciles de alcanzar por el hundimiento de su imagen política como fruto de su pésima gestión de la pandemia.
¿Quién puede creer a Emiliano García Page en su crítica contra Pedro Sánchez si cuando tiene la ocasión de demostrarlo los nueve diputados de Castilla-La Mancha que tiene el PSOE en el Congreso votan a favor de Sánchez? ¿Por qué los diputados socialistas de Castilla-La Mancha votan que sí en Madrid a lo que García-Page dice no en la región? ¿Mienten allí, aquí o en todos sitios?
Volviendo a los graznidos del pequeño ruiseñor, me tiene asombrada la reiteración del término “crack” que Emiliano utiliza últimamente en sus comparecencias públicas al dirigirse al consejero de Sanidad, Jesús Fernández. Han sido ya varias las ocasiones en que García-Page se dirige a su consejero diciéndole: “Jesús eres un crack”.
Confieso que el término me desconcierta; sobre todo teniendo en cuenta que Page en sus diferentes intervenciones parece haber buscado el “molestar” más que el informar. Ofender a cualquiera, a todos, pero molestar.
Son ya celebres sus palabras desprestigiando al rector de la Universidad de Castilla-La Mancha cuando decidió suspender las clases para seguridad de los alumnos y a los profesores a los que acusó de querer 15 días de vacaciones, o el ataque a los mayores a los que calificó de “personas no validas que no cantan ni bailan por la noche”, o su falta de humanidad cuando sentenció lo de “ya echaremos la cuenta definitiva” haciendo referencia al baile de números de fallecidos por Covid, o las acusaciones a los sanitarios a los que reprendía por no trabajar y perder el tiempo en grabar videos en plena pandemia, o el menosprecio a los alcaldes y alcaldesas que saldrán “estupendos” de esta crisis sanitaria porque “solo han tenido que cerrar parques y dejar de limpiar las calles”. Raro es el colectivo al que no haya menospreciado.
Los antecedentes de García-Page parecen querer decir que menos halagar, cualquier cosa. Por lo tanto llamar “crack” al consejero de Sanidad no puede ser una excepción, digo yo.
Llamar “crack” a una persona no es solo decirle que es bueno en algo. “Crack” es también la onomatopeya de un crujido, es el sonido de algo que se desquebraja, que se rompe. Esta sería para mí la acepción más coherente teniendo en cuenta la pésima gestión de su gobierno y la de su consejero de sanidad como máxima autoridad sanitaria.
Los realmente buenos en lo suyo, los que de verdad han sido ejemplares y modélicos son los profesionales sanitarios. Las enfermeras, médicos, celadores, personal auxiliar, de limpieza, la Policía Local, la Policía Nacional, la Guardia Civil, los militares, los agricultores y ganaderos, los comerciantes, las cajeras, los transportistas. En definitiva, toda esa primera línea de trabajadores que lo han dado todo arriesgando sus vidas por salvar las nuestras, a pesar del abandono del señor García-Page.
Una primera línea que ha tenido el reconocimiento y el aplauso de la sociedad y con los que nos hemos sentido cuidados, atendidos y protegidos. A todos ellos, siempre GRACIAS.
Le doy vueltas al significado de “crack”, porque me niego a creer que el señor García-Page diga que su consejero es un crack cuando Castilla-La Mancha es una de las regiones con peores tasas de mortalidad y letalidad. Me niego a creerlo, cuando dicho crack ha abandonado a los profesionales de la sanidad, obligándoles a jugarse la vida sin medios de protección, trabajando a pecho descubierto. Me niego a pensar que es un crack quien se va con su jefe a Barajas a hacerse una foto en plena pandemia, delante de los respiradores que finalmente resultaron ser ventiladores turcos, aunque en principio dijeron que eran chinos.
¿Es un crack un consejero de sanidad que en febrero, preguntado en las Cortes, respondió que la pandemia era una anécdota? ¿Sigue pensando que son una anécdota los más de 3.000 muertos que llora ya Castilla-La Mancha por el Covid-19?
Cada día tengo más claro, que cuando Page le dice “Jesús eres un crack”, dice “Jesús, esto se desquebraja”, “Jesús, nos hundimos”. García-Page es consciente de su hundimiento, de la mala gestión de su gobierno, de sus graves errores políticos aunque no pida perdón por ellos. Por mucho que quiera limpiar ahora su imagen política, ya no hay manera de tapar tantos errores y tanta prepotencia. Qué fácil hubiera sido reconocer humildemente los errores y las carencias para poder corregirlas. Ya es tarde, es incalculable el sufrimiento, mucho el dolor y desmedido el menosprecio. ¡García-Page ha hecho crack!