Ahora que estamos en tiempo de oposiciones en Castilla La Mancha (de Educación Infantil y Primaria en este caso) y estoy rememorando de la mano de amigos y familiares, esa dura experiencia que primero viví como opositora y más tarde desde dentro de los tribunales (viendo la tensión que sufren los opositores y lo que se juegan para el resto de su vida, desde el lado de “juez”), han venido a mi mente, algunas reflexiones que he visto oportuno compartir.
Ninguna oposición y el tener un puesto fijo (más si puede ser cerca de los tuyos), es algo lo suficientemente fácil y liviano de conseguir, como para que “alguien”, en un momento dado y de un plumazo o sin motivación aparente, deshaga todo aquel esfuerzo que se ha realizado a lo largo de la vida, para llegar hasta ahí. Y más difícil aún, cuando se trata de conjugar esa plaza que tanto sacrificio ha costado, con la de su pareja, para que un proyecto familiar, sea factible en la misma localidad. Ya es bastante, cuando todo parece asentarse y consigues sentir tu vida organizada, laboral y familiarmente, que sea la vida la te va poniendo otras difíciles pruebas a superar. Pero eso es cuestión aparte.
En este sentido, estoy rememorando mi propia experiencia como Profesora de Enseñanza Secundaria, como la de todo el que ha pasado por ello, hasta conseguir su plaza en su pueblo, junto a los suyos. Vuelvo la vista atrás, a mi tiempo en el Instituto Eladio Cabañero, ese centro del que salí con mucho esfuerzo, con la nota suficiente para los estudios de Medicina, por los que tanta vocación sentía, pero que aquella reflexión de verano, por un lado, sobre mi futuro entre el dolor ajeno y por otro, mi preocupación por la conciliación familiar, me hicieron rechazar y decidirme por otros estudios, que me permitieran pasar más tiempo con mis futuros hijos y ayudar a los demás desde otro ámbito, la Educación. La etapa universitaria, tampoco fue nada fácil, con nuevos planes de estudios que nos hacían llevar entre 14 y 16 asignaturas anuales (7 u 8 por cuatrimestre), de las que nos examinábamos íntegramente (no había exámenes parciales como ahora).
Fueron 4 años duros, muy intensos, tanto…, que puedo decir que salí poco de casa. Todo por conseguir la Licenciatura en ADE, sin demasiado esfuerzo para mis padres. Luego llegaron otros esfuerzos y más estudios, por completar un currículum que me permitiera tener varias salidas laborales (por si acaso), todos los puntos de cursos necesarios para opositar y los tan necesarios idiomas. Viví como todo profesor, mis tiempos de interina y esos momentos de angustia e incertidumbre, con los que a principio de curso te preguntas si te llamarán a trabajar y dónde. Recuerdo especialmente el año que me casé y me mandaron por un “fallo humano”, a la otra punta de la provincia, que me impidió vivir con mi marido de recién casada. Nunca denuncié ese “fallo”, porque de aquel asilo, salió mi oposición aprobada. Fue mi manera de verlo.
No es fácil aprobar una oposición (ahora puedo opinar desde lo que he visto en tribunales en varias ocasiones). El opositor está sometido a la valoración de 5 personas. Digamos,
que tienes que gustarle a la mayoría. Y por otro lado, gustar más que tus compañeros opositores. Cuando una lo vive desde dentro, es cuando se hace más consciente de que además del tremendo esfuerzo de preparación, debes tener la suerte de tu lado. Lo cúal dota a la oposición de un especial grado de dificultad. Y si consigues sacar plaza, a ver dónde. Todo depende de la nota de la oposición, tu formación y experiencia. Es muy difícil, o yo diría imposible, conseguirla dónde tú quieres y están los tuyos, en un primer momento. Para eso llegan los concursos de traslados. Y esa parte tampoco es fácil. Deben darse varias circunstancias: que haya una plaza libre donde tú quieres ir y que tu puntuación te permita elegirla antes que nadie. ¡En fín!, toda una carrera de obstáculos.
Por eso hoy sentía una tremenda indignación, al ver ciertas informaciones, sobre listados de desplazados. Los desplazados, son profesores que habiendo pasado toda esa carrera de obstáculos, teniendo ya su plaza fija y cuando parecían haber llegado a la ansiada meta, los devuelven a esa situación de inseguridad anual, más propia de los interinos. La justificación es un cambio de necesidades. Es decir, antes necesitábamos un trabajador más de determinada especialidad, ahora por falta de horas, debidas a cambios legislativos, no. Esa es la justificación teórica, no la real. O no en todos los casos. Porque es decisión de los equipos directivos, el desplazar a alguien, a través de sus decisiones sobre los profesores que necesitan cada curso. Pero también es decisión del equipo directivo de cada centro, el completar el horario de un profesor, para que no se desplace a otro centro, de miles de formas (integrándolo en el equipo directivo, dándole horas para que imparta otras materias afines a su especialidad, etc.). Y es lo que se hace y suelen hacer, por velar por esos profesores que quedan un poco a la deriva, los centros conscientes, de todo el duro proceso que se ha seguido para llegar ahí y conscientes de las situaciones familiares de dichos profesores. Pero lamentablemente, conozco casos en los que no es así y el equipo directivo, siendo posible, no hace lo necesario para reorganizar los medios, para mantener a su profesorado y no desplazarlo, no teniendo esas decisiones nada que ver con las relaciones personales, ni falta de profesionalidad de los profesores afectados. Me refiero, a que se deshumaniza la decisión, en base a otros intereses, tratando al profesorado como un número. Como consecuencia, esas decisiones conllevan a veces, junto al desplazamiento del profesor adscrito a la plaza y en su lugar, la llegada al centro de profesores interinos, que no han demostrado su capacidad (sin ánimo de menospreciar a nadie y aunque la tengan), mediante la superación de una oposición. Y en ese punto reflexiono también, sobre cómo contribuyen los equipos directivos a mejorar la calidad educativa, porque creo que cuidar al profesorado que ha pasado esas pruebas y cuenta con una larga experiencia y favorecer su continuidad en el centro de cara a realizar proyectos en los que se implique, etc., es un punto a favor, para otorgarle a un centro, una determinada calidad educativa.
Hoy analizando mi trayectoria y la de mis compañeros, me ponía en la piel de esos profesores que quedan a la deriva y en situación de inseguridad laboral, viendo los listados de desplazados, que arrojaban datos llamativos para mí, especialmente y a modo de ejemplo, con respecto al centro de Secundaria donde antaño, estudié mi Bachillerato. Leo que ningún centro de Secundaria de Castilla La Mancha, desplaza a 2 profesores de
la misma especialidad, salvo ese centro. Y que en la especialidad de Tecnología, se desplazan 3 profesores para toda la provincia de Ciudad Real, de los cuales 2 de ellos, corresponden al centro mencionado. Los datos me resultan llamativos, por lo que me pregunto: ¿qué está pasando con la especialidad de Tecnología, en ese centro educativo?¿Dónde podrán trabajar el curso que viene esos profesores que como yo, terminaron esa carrera de obstáculos y ahora viven cada curso, con las mismas inseguridades que el profesorado interino?¿Cómo afectan los desplazamientos a sus circunstancias personales, económicas y familiares?.
No es fácil llegar a la meta, para luego quedar en manos, de alguien que te deje a la deriva. El coger una plaza fija, no te asegura el futuro, en contra de lo que puede parecer. No olvidemos, que los cambios legislativos, que hacen que unas materias cuenten con más horas, en detrimento de otras, pueden girar la rueda y dejarnos a cualquiera en situación de desplazamiento. Por lo que creo que el profesorado, debe cuidarse entre sí. Si no es así, ¿lo hará la Administración? Ahí dejo mi opinión, a modo de reflexión colectiva, sobre la situación que me consta que viven, algunos profesores.
María Victoria Jiménez Quevedo
Profesora de Economía del IES Airén de Tomelloso