Hoy se conmemora el Día Internacional de la Niña, una buena fecha para reflexionar sobre la necesidad de trabajar por la igualdad desde la infancia, porque es la mejor manera de garantizar un mundo futuro en el que la mitad de la población deje de ser discriminada por el mero hecho de ser mujer.
En todas partes del mundo la mujer sufre discriminación en múltiples formas. Esta discriminación se ve agravada por otros factores tales como el estatus económico, la discapacidad, la ruralidad, la raza o la edad. Aunque haya quienes se encarguen de tratar de negarlo -cada vez con afirmaciones más ofensivas, por cierto- el mundo está construido a imagen y semejanza del hombre, no de la mujer, y mucho menos de la niña. Las reglas que imperan en todas las partes del mundo son las del heteropatriarcado y el adultocentrismo. La infancia es, pues, la parte más vulnerable de la población; y dentro de la infancia, las niñas, en especial las más pobres.
Ser niña en muchas partes del mundo es motivo suficiente para ni siquiera llegar a ser. También lo es para sufrir explotación sexual, mutilación genital o matrimonio forzoso. Por ofrecer sólo algunos datos que avalen estas afirmaciones, conviene recordar que cada siete segundos una niña menor de 15 años es obligada a casarse en algún lugar del mundo; o que la muerte durante el embarazo o el parto es la segunda causa de muerte entre niñas y jóvenes de entre 15 y 19 años, sólo después del suicidio; tres millones de niñas sufren mutilación genital cada año; y hay actualmente 31 millones de niñas (4 millones más que de niños) en edad de cursar estudios de Primaria y que, sin embargo, se encuentran sin escolarizar.
Violencias como la explotación sexual o la trata, en muchos casos de niñas, tiene como causa abastecer la demanda voraz y falta de toda ética de hombres de países del llamado primer mundo, entre ellos España. No podemos, por tanto, sentirnos ajenos a esta realidad, relegarla al contexto de otras latitudes porque, lo cierto, es que en nuestro entorno más próximo y en nuestro día a día las niñas son también objeto de múltiples discriminaciones que, en muchas ocasiones, por cotidianas o sutiles, nos pasan desapercibidas.
“Llorar es cosa de chicas”, “peleas como una niña”, “calladita estás más guapa”, “como seas tan respondona no te va a querer nadie”, “las niñas no juegan al fútbol”, “princesita”, “muñeca”. ¿Cuántas veces hemos escuchado o incluso pronunciado alguna de estas expresiones? ¿Cuántas veces las oirán las niñas y los niños que nos rodean?
La desigualdad de género está presente en todas las capas de la sociedad y las criaturas la perciben desde las frases que escuchan, hasta los catálogos de juguetes que hojean, pasando por los lineales de los centros comerciales que visitan o los dibujos o películas que ven en televisión y en el cine.
Educar sin machismo es una de las formas más directas de construir un mundo mejor y más igualitario. Para ello, es preciso cuestionar nuestro entorno, romper con los roles de género y huir de los estereotipos. No hay ropa adecuada para cada género, ni juguetes de niñas o de niños, del mismo modo que no está escrito en ningún lugar que a las niñas les tenga que gustar la moda y a los niños los deportes o las ciencias. Está en nuestra mano desmontar los roles de género, educar en igualdad trasmitiendo la idea de que cada individuo es único y tiene derecho a trazar su futuro sin imposiciones, prejuicios o limitaciones.
Tenemos el reto de rodear a nuestras niñas, y también a nuestros niños, de cultura igualitaria. Insistir en la necesidad de que niñas y niños, mujeres y hombres, ocupen por igual las esferas públicas y privadas. Es esencial educar en igualdad y criar en igualdad, aquí y allá, porque formamos parte de un único mundo global e interconectado.
Greta Thumberg y Malala Youfsaiz La primera de Suecia; la segunda de Pakistán. Greta inició con 15 años un movimiento ya imparable contra el cambio climático a nivel mundial, aunque ello la haya convertido en foco de críticas de una parte importante de la sociedad, que no ha dudado en tratar de desprestigiar sus aportaciones debido a su síndrome de Asperger. Malala nos sobrecogió hace algo más de una década por su lucha a favor de la educación y los derechos civiles de las mujeres y las niñas, que a punto estuvo de costarle la vida en un atentado sufrido cuando tenía tan sólo 15 años.
Una del norte y otra del sur del mundo, ambas son el ejemplo palpable de que las niñas son discriminadas en los países en desarrollo y en nuestro entorno más cercano, pero también, y con eso quiero quedarme, que son el futuro y la esperanza constante de que Otro Mundo es Posible y que es nuestra obligación contribuir a construirlo. Nadie debería borrarse de esa foto.
Feliz Día Internacional de las Niñas.