Recuerdo cuando mi amiga Noelia me incitó a hacerme una cuenta de Facebook, “una red social donde se publican cosas que haces y tienen hasta los famosos”. Me mostré reacia y ella insistió en que no pasaba nada, que solo admitías como amigos a quien quisieras y que podías controlar tus datos y privacidad como quisieras. Investigué, probé y me gustó.
Me parecía maravilloso que la gente pudiera mostrar cosas hacia y sobre ti, hacer comentarios sobre tus pensamientos y fotos y, sobre todo, poder contactar con gente que hacia tiempo de la que no sabías nada. Después oí hablar de Twitter, luego de Instagram y después de no se cuantas más. Decidí parar en Instagram porque veía que se me iba la vida en dedicar más tiempo a las redes sociales que a mi propia vida real. Es cierto que he pasado de usarlas todos los días a cada vez hacer más de observadora y uno de los motivos es la pena. Es penoso ver como la gente utiliza las redes sociales para hacer daño.
Estos días hay polémica por que hay famosos que publican cosas y la gente, normalmente desde perfiles anónimos, critican, insultan e incluso amenazan, así, sin más. Unos salen en defensa y otros atacan a esos defensores y así, se forma una cadena de insultos, faltas al respeto e intolerancia que, verdaderamente, me resulta indigesto. Incluso hay gente que se ve obligada a abandonar las redes dado el nivel de asqueo y decide marcharse a vivir la vida real, que es mucho más emocionante que la virtual.
Nos hemos acostumbrado a que gente anónima nos diga lo guapos que estamos en esa foto espectacular que hemos subido cuando, sin saberlo, lo más importante es que te lo digan y te valoren las personas que tenemos al lado. Nos hemos acostumbrado al halago fácil y, cuando de repente un anónimo amargado te insulta, el mundo se nos cae encima y nos sentimos maltratados.
Influencers, periodistas, actores… gente famosa que se expone y que, tarde o temprano terminan linchados por una foto o comentario. ¿Merece la pena? La verdad es que pienso que no. Estoy segura de que, después de este boom por enseñar toda nuestra vida a los demás, -desde lo que comemos hasta lo que nos ponemos-, llegará el momento en el que nos volvamos reacios, abandonemos del todo esta vida virtual y volvamos a la privacidad diaria de nuestra cotidianidad. Cada día estamos más cerca y entonces llegará el momento en el que los odiadores -llamados haters-, tengan los días contados y no tengan con quien meterse ni a quien odiar más que a su madre.