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viernes, 15 noviembre
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Eurovisión de mierda, por Rosana Güiza

En unos días vuelve a nuestras pantallas Eurovisión, ese festival que reunía hasta a las familias más enfrentadas y que ahora tiene visos de ser el menos visto de la historia. Después de una decadencia anunciada, desde que los representantes no están a la altura de los grandes intérpretes de antaño y los países del Este se puntúan entre ellos para ganar, el festival de la canción europea, ese que acoge a países que pertenecen geográficamente a Asia, volvió a tener su gloria el año que Rosa nos representó tras ganar el original concurso Operación Triunfo. Por desgracia para TVE, el festival volvió a sus bajas audiencias después de chiquilicuatres varios.

Este año, tras pasar un tupido velo por el gallo del anterior y la polémica de la elección, volvió una nueva edición de Operación Triunfo para dar gloria al formato, a la naturalidad, a la música y, en consecuencia, al festival. Amaia ganó el concurso pero, me huelo que, como pasó en el de entonces, será Aitana quien triunfe. En una especie de homenaje al de hace dieciséis años, a Amaia se le puso el apodo de “de España”, cosa que, aún así, enamoró a su Alfredo, Alfred para los amigos. Alfred no tenía nada que hacer, vamos, que no iba a comerse un colín, así que se subió al carro de Amaia de España a pesar de haber mostrado su independentismo en sus redes sociales. Supongo que la fama y la pela pesan más que una estelada.

Vivimos en un país emocionado ante un amor que surge de manera natural, espontánea y real, -para mí, de manera intencionada y buscada por parte de él-, que se vuelca con la pareja y con la canción, -ñoña para algunos, romántica para otros-, y que, de repente, por un libro en el día de San Jordi, se vuelve en contra y promueve un apagón para no ver el festival. La iniciativa ha corrido por las redes sociales y por los grupos de WhatsApp como la pólvora. Así es esta “España de mierda”: un día te eleva a los altares y al siguiente te apedrea en un estercolero.

Sea como sea, pase lo que pase, el domingo veremos los datos de audiencia y el éxito o fracaso de estos dos “odioamados”. En unos meses veremos si la relación fue real o no funcionó y qué carrera musical es la que triunfa. El caso es que, a Amaia y Alfred, alguien debía de haberles asesorado mejor y haber controlado un poquito más sus impulsos y sus regalos, cosa extraña que no haya ocurrido, con la manipulación y control que hay hoy en día sobre estas cosas, sobre todo. A pesar de todo, y como friki eurovisiva que soy, yo sí veré este “Eurovisión de mierda”.

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