Me considero una persona normal, con cierta suerte en la vida, suerte que pasa también por trabajárselo poniéndole ganas y pasión a las cosas. A veces, viene un malo y te trunca esa suerte. Un malo que decide por ti y trastoca tu vida para peor. Con el tiempo, te das cuenta de que ese supuesto mal no fue otra cosa sino más suerte por habértelo quitado de tu camino profesional. Así, vas luchando a diario con la cotidianeidad de las cosas sencillas que, a personas como a mí, se nos truncan por momentos. Son tonterías, cosas sin importancia que no me restan felicidad, sino todo lo contrario, me sacan una sonrisa. Estoy segura de que a ti también te pasa. Por ejemplo, la semana pasada fui al médico y, antes de coger el papel del turno, dejo pasar a una señora que va a mi lado, ella coge su papel y cuando voy yo, se han acabado los tickets.
En el supermercado de una famosa cadena venden unas gambas rebozadas que me fascinan. La última vez que fui a comprarlas, también cogí mi ticket y esperé mi turno. Quedaba media bandeja y nadie compraba, la gente se decantaba por otros alimentos precocinados, hasta que le tocó a que iba delante de mí, que se las llevó todas. Me quedé sin gamba orly.
Por supuesto, soy de las que se cambian de fila en el súper porque veo una con menos gente y luego acabo saliendo la última porque el de delante tiene algún problema con un producto. Para rematar, cuando me toca, sí, también se acaba el rollo de papel de la cuenta. Esto en cuanto a los supermercados pero, ¿qué me ocurre, por ejemplo, en una tienda de ropa?, que en la caja, quien va delante tiene que hacer una devolución y tarda vida y media en hacerlo porque además, la cajera es nueva y no se entera bien todavía. Sigo con las compras y veo unos pendientes que me gustan, pero antes de comprarlos decido dar una vuelta para ver si veo otros que me gusten más. No encuentro nada que me convenza, así que vuelvo a por los que me gustaron al principio y… se los acaban de llevar y ya no quedan más.
Cómo no, también abro siempre las cajas de los medicamentos por el lado del prospecto. ¡Faltaría más!
Me considero una conductora amable, de las que ceden el paso para que otro se incorpore a mi carril, el mismo que, segundos después, me quita un sitio para aparcar en mi cara.
Como tantas veces en casa, si se me cae al suelo algo en el salón y ese algo tiene forma roma, sin lugar a dudas, siempre rodará hacia el lado interior del sofá y nunca hacia el lado diáfano, siempre. Siempre me toca agacharme, sacar el palo de la escoba y traer hacia mí el caprichoso objeto. ¿Por qué iba a caer y rodar hacia el lado opuesto para hacerme la vida más fácil?
Soy del Real Madrid, pero no una forofa extrema. Jamás he estado en una celebración de algo que haya ganado mi equipo. Animada por mi marido, que es del Barça, fuimos a Cibeles para celebrar la decimotercera Copa de Europa. Cogimos un sitio estupendo. Esperamos ansiosos la llegada del autobús con los jugadores. ¡Por fin llegan! El autobús entra en Cibeles desde Colón, da una vuelta a la fuente y para para que se bajen los jugadores, ¿dónde se para?, justo delante de nosotros, tapándonos la visión de la pasarela que llevaría a Sergio Ramos a ponerle la bufanda a la diosa. Menos mal que venía él, mi marido, que neutraliza un poco el asunto y, moviéndonos un poco, pudimos ver el espectáculo.
Pues así con todo. Esto es sólo un ejemplo y, aún así, soy feliz. ¿A ti también te pasa? Yo me río mucho.