La economía mundial ha mantenido un notable ritmo de avance en la segunda mitad de 2017. Según las proyecciones más recientes del FMI y del BCE, el crecimiento del PIB global en el conjunto del año podría ser del 3,6 %, tasa algo superior a la observada en cualquiera de los cinco años precedentes. Esta consolidación de la expansión de la actividad, común a la mayor parte de las principales áreas geográficas, se ha visto apoyada por el mantenimiento de políticas monetarias acomodaticias y de condiciones financieras muy favorables, y por un tono menos restrictivo de la política fiscal. Además, ha venido acompañada de un fortalecimiento del comercio mundial. Sin embargo, en un horizonte temporal algo más dilatado, subsiste un conjunto de factores de riesgo que hacen que la expansión global del producto adolezca de una cierta fragilidad. Estas fuentes de incertidumbre incluyen un hipotético tensionamiento de las condiciones financieras globales, posibles contratiempos en el proceso de reforma de la economía china o un hipotético reavivamiento de los riesgos geopolíticos. Por el contrario, alguna de las incertidumbres vigentes hasta ahora parece haberse despejado, como es el caso de la reforma fiscal en Estados Unidos, cuya materialización definitiva podría otorgar un impulso adicional a la actividad global en el corto plazo, aunque de menor entidad que el proyectado al inicio del mandato del actual presidente. En el área del euro, el crecimiento del PIB ha seguido siendo elevado. En concreto, la tasa observada en el tercer trimestre fue del 0,6 %, en un marco en el que, además, la dispersión en la evolución de las distintas economías se está reduciendo. Las últimas proyecciones del Eurosistema, presentadas al Consejo de Gobierno del BCE del 14 de diciembre, reflejan una mejora de las perspectivas, lo que se ha traducido en una revisión significativa del crecimiento esperado del PIB —de 0,8 puntos porcentuales en términos acumulados en el período 2017‑2019—.
En el tercer trimestre de 2017, la economía española continuó creciendo de forma robusta, prolongando la senda expansiva iniciada a finales de 2013 y encadenando cuatro años de crecimientos intertrimestrales positivos. El crecimiento económico ha continuado apoyado en el dinamismo de la demanda externa, de la inversión en equipo y del consumo privado, reflejando la prolongación de la mejora del mercado laboral y de las condiciones de financiación, así como el avance en la corrección de los desequilibrios macroeconómicos, en un contexto de mantenimiento de la política monetaria expansiva del BCE, recuperación de la demanda global e impulso alcista de los precios del petróleo. El PIB real ha aumentado el 3,1% interanual en el tercer trimestre de 2017. La tasa de crecimiento intertrimestral del PIB durante el período octubre‑diciembre habría mantenido un ritmo similar al del tercer trimestre del año, situándose en el 0,8 %. Dicha estabilidad del ritmo de crecimiento del producto de la economía sería consecuencia de dos fuerzas que operan en sentidos opuestos. En concreto, el fortalecimiento de los mercados de exportación habría contrarrestado los efectos adversos derivados del aumento de la incertidumbre relacionado con la situación política en Cataluña, que, de acuerdo con la información disponible —relativamente escasa— se habrían concentrado particularmente en esa comunidad autónoma. Por su parte, la inflación concluyó 2017 en el 1,1 % (1,6 % en dic-16), al corregirse el escalón de las mayores subidas de los carburantes del año anterior; también contribuyeron a esta moderación los bienes industriales y los servicios, mientras que los alimentos actuaron en sentido opuesto. El diferencial con la UEM fue negativo (-0,2 puntos vs 0,3 un año antes) y la subyacente registró el mejor cierre desde 2014 (0,8 %).
A medio plazo, se espera una continuación de la fase expansiva, favorecida por los sustanciales avances observados en el proceso de reconducción de los desequilibrios de la economía. No obstante, se prevé que el crecimiento del producto pierda cierta intensidad en los próximos años, lo que, entre otros factores, vendría motivado por la orientación neutral de la política fiscal —frente al tono expansivo mostrado en los últimos años— y por el moderado impacto adicional de la relajación de la política monetaria sobre las condiciones de financiación de los agentes. En concreto, de acuerdo con las proyecciones más recientes, que se corresponden con la contribución del Banco de España al ejercicio de proyecciones del Eurosistema, el PIB crecería un 2,4 % en 2018 y un 2,1 % tanto en 2019 como en 2020. Por su parte, La tendencia alcista del petróleo y el impacto de la sequía sobre los alimentos han deteriorado las expectativas de inflación; se espera que 2018 cierre en torno al 1,6 % (media anual del 1,8 %). En esta línea, existe un cierto consenso ya que los indicadores coyunturales más recientes señalan la prolongación del dinamismo de la actividad económica, a juzgar por la evolución del índice de sentimiento económico, de la cifra de negocios empresarial y de las ventas minoristas, aunque con una ralentización como se observa en el propio IAF.
El ritmo de crecimiento del empleo en España se encontrará en el 2,3% para este año 2018. Una cifra que sitúa al país como primero entre los territorios europeos de la OCDE en crear puestos de trabajo y duplica la tasa media del organismo internacional. Además, el 30% de las empresas que operan en España están desarrollando políticas de actualización de salarios con subidas por encima de lo pactado, según el Informe de Tendencias Salariales de Randstad Research. Ello permitiría cerrar el ejercicio 2018 con una tasa de paro del 15,3%, el mejor dato desde finales de 2008. Sin embargo, en el mercado laboral español siguen destacando tres problemas: la alta tasa de paro, el desempleo juvenil y el déficit de talento.
Juan José Rubio Guerrero
Catedrático de Hacienda Publica. UCLM