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viernes, 20 diciembre
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Un vecino ilustre, por Almudena Sánchez-Rey López

Un vecino ilustre, por Almudena Sánchez-Rey López

Vecinos ilustres:

En todas las localidades existen vecinos ilustres, bien sea en el campo de las artes, las letras o la música… Nuestra localidad sin duda, puede presumir de tener una amplia variedad de ellos, porque Tomelloso, aún siendo tierra de agricultores, también lo es de artistas y escritores. Pero, en este caso, quiero destacar a otro tipo de vecino ilustre, tal vez uno de esos que nadie conoce porque no buscan reconocimiento, o tal vez porque sus actos no quedan plasmados en un lienzo o una novela para el disfrute de las generaciones venideras. No, sus actos son efímeros, sus obras no se plasman más allá de los ojos de la persona a la que ayudan, su grandeza no necesita reconocimiento y tampoco recuerdo.

Es por ello que hoy escribo sobre un joven que ha crecido entre nuestras calles y que no es diestro en la literatura ni en la música, sino en otro ámbito: salvar vidas.

Contar cómo un joven de apenas 27 años se tira a la mar para que la gente no se ahogue en ella es emocionante, pero quiero contarlo con la sencillez que a él le caracteriza.

La gente yerra en llamarle héroe, cuando es mucho más sencillo. Sólo hace su trabajo, sólo es un poco más humano que los demás, no mira quién necesita la ayuda, simplemente la presta. No piensa en lo que deja atrás, va dónde sabe que es necesario lo que él sabe hacer.

Y con esa naturalidad se enrola en la ayuda humanitaria, donde tal vez ni él lleve la cuenta de la gente a la que ha salvado y tampoco la que ha visto morir. Porque no importan las cifras, sino el hecho de que seguirán siendo cada día más y más. Lo que importa es que él y sus compañeros no tengan que realizar un nuevo rescate, porque lo realmente importante es que la gente deje de jugarse la vida cruzando un mar donde si ellos no estuvieran, tendrían una muerte segura.

Pero esto sigue pasando, y mientras sea necesario seguirá saliendo a la mar en su ayuda, se vestirá de rojo y amarillo una vez más y en varios idiomas les gritará a esas pobres personas asustadas “Bienvenidos a Europa”, a expensas de que vean en él a alguien que les quiere ayudar, tal vez por primera vez en mucho tiempo.

Verá mil rostros con lágrimas que le dan las gracias y se las dan al dios que sea por mandarlo en su ayuda. Verá muchas personas que lo miran con miedo y con aspereza, porque han perdido toda la confianza en el ser humano, han sido tan humillados y golpeados que no se creen que ese joven les sonría de verdad.

Los pondrá a salvo un vez más y cuando todo esté bajo control, les dedicará unas palabras, una sonrisa o tal vez una palmada en la espalda para que estén tranquilos. Porque ponerles a salvo no es lo único que hará por ellos, también en parte les regalará un segundo de paz en su tortuoso viaje, que aún no ha acabado.

La historia se repite una y otra vez… a veces se repite tanto que no hay tiempo para dormir, apenas para comer, ni para quitarse el neopreno mojado que nunca se llega a secar. Pero no importa porque, mientras permanezca a bordo, repetirá este proceso una y otra vez hasta quedar exhausto. Para eso está allí.

Durante los dos últimos años, nuestro vecino ha acudido en la ayuda de la migración siria en 6 ocasiones: 4 de ellas a la isla de Lesbos y 2 al Mediterráneo por las nuevas rutas. Mientras escribo estas palabras sobre él, se encuentra de nuevo en el Mediterráneo, a 15 millas aproximadamente de la costa de Libia.

No hay una manera fácil de escribir un final… porque la historia de este joven será larga, intensa y por supuesto, magnífica. De ahí que tal vez esto sea considerado sólo un prólogo de lo que se podría escribir sobre él. Pero más que contar una historia, lo que quiero es dejar un mensaje a todas las personas que lean este artículo, y es el siguiente: miren a su alrededor, entre la gente con la que se cruzan a diario tal vez hay una persona ilustre, alguien excepcional que hace cosas maravillosas por este mundo. Miren bien y aprendan, porque si todos fuéramos un poco más ilustres, el mundo tal vez sería muy distinto.

Para el ilustre Joaquín Acedo Díaz.

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