El Día Mundial contra el Cáncer nos invita, nos obliga, nos mueve a hacer un pequeño alto en el camino diario para pensar en lo que significa el cáncer y en lo que realmente hacemos para combatirlo como enfermedad. En lo que hacemos como sociedad, pero también como personas. Creo que en esta batalla de la humanidad contra la que es considerada en estos momentos como “una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en todo el mundo” además de fijarnos en lo que la sociedad hace para combatirlo resulta fundamental que nos preguntemos, adaptando el mensaje de John F. Kennedy, qué es lo que podemos hacer cada uno de nosotros, que es mucho.
Creo que la sociedad, a nivel general, avanza en aspectos fundamentales como la investigación o el tratamiento de la enfermedad, así como en los cuidados a los enfermos. Pero es evidente que queda mucho camino por recorrer: más investigación, nuevos métodos de diagnóstico precoz, campañas de imagen que ponen el acento en la prevención y en las personas que lo padecen… puede que uno de los avances más significativos sea el dejar de poner el foco en la enfermedad para centrarlo en el enfermo. De nada nos vale combatir el cáncer si no nos preocupamos de sus efectos más allá del aspecto clínico, porque el cáncer, más allá del daño físico, puede producir efectos devastadores en la moral, en el ánimo, en la calidad de vida del enfermo y de su entorno que pueden ser paliados, como el dolor mismo.
En Castilla-La Mancha trabajamos para mejorar la atención y el acompañamiento a las personas afectadas. Es una decisión programática y por tanto de obligado cumplimiento, que nos lleva a poner el acento en la persona y establecer en el sistema sanitario circuitos de alta prioridad para los pacientes con cáncer, que partiendo del conocimiento integrado de los procesos que implican a los diferentes servicios médicos de cada área de salud nos permita diseñar una atención más directa, personal e individualizada. Estamos poniendo el acento, mediante los comités de expertos, en la humanización del tratamiento que reciben los pacientes en los servicios de urgencias, y a la hora de los cuidados paliativos. Invertimos en la mejora de medios, espacios y equipos humanos de Oncología y Hemato-oncología, y además de mejorar los sistemas de prevención y tratamiento en los casos de cáncer infantil, queremos establecer mecanismos de seguimiento específico para que los pequeños y las pequeñas que superen la enfermedad puedan aumentar sus calidad de vida y disminuir las complicaciones derivadas de los tratamientos.
Trabajamos mano a mano con las entidades sociales para conocer cuáles son las cosas que angustian a las personas afectadas y a sus familias, con la sincera intención de mejorar en aquello que esté en nuestra mano. Y por supuesto, apostamos por la prevención, incrementado la acción de revisión y cribado del cáncer de mama y de colon, extendiendo además la prevención al cáncer de cérvix y de próstata.
Pero todo lo que hagan las administraciones y las autoridades médicas no es comparable con el poder de la adopción individual de medidas preventivas que puedan evitar o retrasar la aparición de un cáncer o, en caso de confirmación, mejorar la calidad y duración de vida del enfermo. Tenemos la suficiente información como para saber que muchos de nuestros hábitos de vida favorecen la aparición o el desarrollo del cáncer: el tabaco, el abuso del alcohol, las dietas desequilibradas, la vida sedentaria… mejorar nuestros hábitos alimentarios, nuestra actividad física, los elementos que sobran o faltan en nuestra dieta semanal está al alcance de todos. Y no es un lugar común. Según la OMS, “aproximadamente un 30% de las muertes por cáncer son debidas a cinco factores de riesgo conductuales y dietéticos: índice de masa corporal elevado, ingesta reducida de frutas y verduras, falta de actividad física, consumo de tabaco y consumo de alcohol”.
Somos los primeros responsables a la hora de mirar por nuestra salud, y solo de esta manera aportaremos una ayuda inestimable a la sociedad en la batalla contra el cáncer. Sin olvidar que la pobreza es también un factor que favorece la extensión del cáncer. No podemos aconsejar dietas variadas y vida sana y desentendernos de las familias que no pueden dotar a sus hijos de una alimentación sana y variada, o mirar hacia otro lado si la energía se convierte en prohibitiva.
De todo esto hablamos también cuando hablamos de deslizar el foco de la enfermedad al enfermo, y de entender que hay enfermos reales y enfermos potenciales. Dejar de trabajar en estos últimos no ayuda a la hora de mejorar la atención y el cuidado de los primeros.
Pongamos manos a la obra. Empecemos, por ejemplo, por no encender el próximo cigarro…
Emiliano García-Page
Presidente de Castilla-La Mancha