Partiendo de la evidencia de la importancia de una formación económica básica en el marco de la realidad en que vivimos, aun así, alguien podría plantearse la pregunta:¿desde qué momento deberíamos adquirir las nociones básicas para enfrentarnos a esa realidad económica?
Como estudiante, pertenecí a un sistema educativo, donde la Economía no se contemplaba como hoy. En la Universidad, fuera del entorno familiar, me enfrentaba a decisiones económicas: cómo administrar el dinero, qué y cuanto comprar, operaciones bancarias… ¡Qué desconocido aquel concepto de fianza! Y las carencias de partida para estudiar Administración y Dirección de Empresas sin una formación previa. Hasta entonces me resultaba extraño oír hablar de préstamos, acciones, IPC, PIB…, como si tuviéramos que conocer su significado.
Pero fue con mi incorporación a la docencia cuando comprobé la existencia de esas carencias, aquel agravio comparativo en términos de Educación Económica entre mi generación, las anteriores y las nuevas generaciones. Con los cambios en las normas educativas tras la última gran crisis económica y la evidencia de la necesidad de la Economía en las aulas, y para fortuna de mis alumnos, hoy se puede estudiar Economía desde 1º de ESO, con distintas materias relacionadas con la Economía y el Emprendimiento. Si, digo fortuna porque, tanto en mi faceta de docente como de madre, he podido comprobar la importancia de que mis hijos tengan una buena formación en Economía. ¿Y cuándo empezar?: cuanto antes ya es tarde.
Desde mi experiencia veo la necesidad de que los niños adquieran nociones básicas de Economía, desde que son capaces de entender la realidad que les rodea. La mayoría de los alumnos, no saben lo que cuestan las cosas y tienen la impresión de que mucho de lo que tenemos es gratis. A mis hijos les suelo decir: “sólo hay 3 cosas gratis: la luz solar, el agua de los ríos y mares, y el aire que respiramos (y aun así son susceptibles de convertirse en bienes de consumo). Todo lo demás cuesta dinero”. Con esta frase tan simple, podemos educar ciudadanos concienciados, con ese mundo económico en el que viven, porque educar en economía es educar en valores.
Intento que mis hijos entiendan que lo que parece gratis, muchas veces ya se ha pagado antes; que observen lo que cuestan las cosas y que no se debe comprar todo lo que se desea, porque consumir más no supone llegar a ser más feliz; que piensen otras cosas que podríamos comprar, si no compramos aquello que me piden; que piensen en la importancia de la solidaridad y el reparto de la riqueza hacia aquellos que menos tienen. Hasta mi pequeña con tan sólo 4 años, es capaz de entender que el dinero sirve para pagar y que sin el esfuerzo del trabajo no podemos adquirir los bienes más básicos , que de esta forma podemos construir un mundo mejor, más solidario y más justo. Procuro que mis hijos aprendan a observar el mundo económico que les rodea.
Es por todo ello que, cuando alguien me habla sobre la edad para iniciar la enseñanza y el aprendizaje de la Economía, junto con esas reflexiones, respondo: “la conciencia económica y el lenguaje económico debe enseñarse y aprenderse, a través de las cosas cotidianas, desde que el niño es capaz de pensar”.
María Victoria Jiménez Quevedo es profesora de Economía del IES Airén de Tomelloso, Ciudad Real