De nuevo es el evangelio de Juan el propio del quinto domingo de Cuaresma, nos trae la tercera de las tres catequesis para los catecúmenos de la celebración de la Pascua de Resurrección. Vuelve a ser un texto riquísimo en ideas, comportamientos de los protagonistas y testimonios de fe confiante en el Señor. Hay mucha emotividad y mucho cariño recíproco entre los personajes.
Se sitúa en Betania el pueblo de los amigos de Jesús (Lázaro, Marta y María) a cuya casa acostumbraba a ir el Maestro especialmente cuando necesitaba descansar tranquilo. La escena presenta a Jesús que llega a casa de sus tres amigos. Ha muerto Lázaro y sus familiares y amigos judíos están reunidos intentando consolarse mutuamente.
Cuando Marta llegó al encuentro de Jesús le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano…”
Como seguimos ilusionados con la Cuaresma, intentando aprovecharla al máximo, se me ocurre pensar, sin entrar en el tema central, que en muchas circunstancias también nosotros repetimos parecida frase porque en ciertas situaciones quisiéramos cambiar la historia y los sucesos especialmente los que son más dolorosos o traumatizantes.
Desearíamos cambiar lo que ocurrió. Queremos que, con la presencia o la ayuda de alguien, aquello termine siendo favorable. A nadie nos gusta sufrir y por ello sentimos una necesidad acuciante de cambiar el devenir de las cosas.
Vamos a detenernos en las circunstancias y momentos en los que si tú hubieras estado aquí…; con la intención de poder adelantarnos y remediar o mejorar la situación. En el relato evangélico Jesús soluciona, resucitando a Lázaro, la razón de la pena de aquellas personas; sin pensar en hacer milagros, nosotros podemos cambiar, en cierto modo, la dirección de los acontecimientos.
Veamos algunos de esos momentos:
-Si hubieras estado aquí… con tu experiencia y colección de cuaresmas vividas, habrías aprovechado mejor el tiempo, que de nuevo se te ofrece para cambiar tu vida.
-Si hubieras estado aquí… con tu paciencia y buen hacer, tus hijos estarían mejor educados y habrías cultivado en ellos las cualidades que por desgracia quedaron incipientes.
-Si hubieras estado aquí…tus padres ancianos no estarían mordiendo la soledad en el rincón de su casa, recordando con nostalgia los tiempos de tu infancia.
-Si hubieras estado aquí… con tu cariño tu mujer no temblaría cada vez que suena la llave en la cerradura de la puerta, sufriendo por adelantado la bronca y los malos tratos.
-Si hubieras estado aquí… con tu cariño tu marido viviría feliz compartiendo contigo su risa, su vida, su ilusión y sus años.
-Si hubieras estado aquí… con los ojos de tu sensibilidad abiertos habrías descubierto tantas personas en las calles que se te cruzan con una sonrisa y un “buenos días”.
-Si hubieras estado aquí… cuánta fuerza habrías transmitido con tu sola presencia al lado de tu amigo en los momentos angustiosos.
-Si hubieras estado aquí… cuanta ilusión habrías contagiado a tus compañeros de vida o de trabajo arrimando un poco más el hombro en el esfuerzo de vivir.
-Si hubieras estado aquí…en la oficina del “des-empleo” con un nudo en la garganta porque nadie te necesita para trabajar, habrías visto que las personas no nacemos para producir sino para vivir.
-Si hubieras estado aquí… en las dependencias de Cáritas donde abundan los “pordioseros” (los pobres de espíritu, dinero, cultura, educación, cualidades…) con la vista cayendo a plomo hasta el suelo, habrías visto cómo brotan a chorro las sonrisas, las caras alegres, se multiplican las ayudas y se transforman las personas.
-Si hubieras estado aquí…chorreando de agua toda la noche en el intento impotente de salvar a otro más de los inmigrantes en pateras, habrías visto más personas sin credos ni ideologías jugarse la vida.
-Si hubieras estado aquí… con la experiencia de que, cuando tú estás, todo es más fácil, cuántos habrían perdidos sus miedos viviendo confiados sus existencias.
-Si hubieras estado aquí… con tus pequeñas cosas diarias habrías podido cambiar el mundo.
-Si hubieras estado aquí … con tus ojos de la fe habrías descubierto a Dios jugando a esconderse en la personas, en las flores, en las sonrisas, en las manos temblorosas, en los abrazos, en los besos, en tantos momentos dichosos, en tantas huellas de tu historia…
Nunca es tarde. Siempre puedes estar presente. En cualquier momento puedes acudir. Nunca llegarás a destiempo.
Basta ya de cumplimientos vacíos y de religiones de exhibiciones. Vamos a aportar la que cada uno “buenamente pueda” –“panes, peces”-, lo que sea. Vamos a cambiar la cuaresma y en la cuaresma. Dejemos de jugar con lo más sagrado. Tu vida es demasiado preciosa, rica e importante, como para que un día tengas que quejarte diciendo: ”si hubiera estado allí…”