XXIX
El viaje de regreso ha sido triste, pero la sensación de misión cumplida me suponía serenidad de ánimo.
He cumplido sus últimas voluntades al pie de la letra. Él y yo solos, en momentos de total recogimiento sin más expectación que los funcionarios encargados de ese menester.
Al menos será la tierra que le vio nacer quién haga la función de ayudarle a acabar con su cuerpo. Y que las personas que le engendraron y le parieron sean la mejor y única compañía en este proceso de desaparición total del mundo terrenal. En su tierra y con sus padres. Así de sencilla era su postrera petición a la vida en los momentos de la muerte.
Pero… ¿y el mundo de la memoria? ¿Y la justicia del recordatorio? ¿Cómo dar cumplida misión a ello?
El mundo de lo material solo vale para las cosas materiales, pero la gloria del recuerdo es bien merecida para quien, en su momento, colaboró a que la honra y honor de otros no desapareciera de la memoria.
Él, al adelantarse a los tiempos, luchó por muchos y esos mismos no fueron capaces de sacarle a él de las profundidades en que el alma se sumerge cuando la vida se convierte en mera existencia, aunque a ojos de los fríos de corazón, el análisis de su vida se configurase como una cómoda existencia.
Ahora mi reto era recuperar su memoria, poner de relieve la obra, realzar ese pensamiento que por idealista, desinteresado, liberal e innovador sucumbió frente a los pragmáticos, egoístas, controladores y cerrados a nuevos modos de hacer y concebir la vida y el avance socioeconómico. Ir contra los tiempos siempre supone riesgo, vivir a contratiempo en etapas de prisión ideológica y social es construirse el propio patíbulo.
Si la casualidad me puso allí no me cabe más que pensar que aquello que muchas veces se designa como tal hecho casual es el auténtico designio de la vida.
Para el viaje que acababa de realizar al pueblo sólo abrí el sobre que ponía “mi última voluntad” y a ello acababa de dar cumplimiento.
Ahora debía leer y analizar toda la documentación que me había dejado como legado para si fuese posible colocar su obra y su nombre con el honor que se merece y hablar con ella, la inesperada protagonista de estas vidas cruzadas por el destino.
Llegué a Madrid cansado, me metí pronto en la cama con el pensamiento en que me tocaba leer y releer todo aquello que por indicación de D. Camilo debía llegar a mis manos.
Pero aunque dar luz a lo que aconteció, en las últimas semanas de mi vida, en relación a él, era muy importante; sin embargo dudaba si era primordial conocer la suya y su llegada a mí porque también mis esquemas vitales empezaban a cuestionar muchas cosas. Y quizás estos fuesen más urgentes.
Pues ante todo lo descubierto, y pendiente de la conversación con Ella, se apoderó de mí la sensación de que todo era una mentira bien tapada, casi conjurada por las voces del silencio, todo vidas postizas que disimulaban otras vidas, seres que mientras sus sombras recorrían las calles visibles de la vida, su verdadero yo discurría por los pasadizos underground de existencias bajo la realidad visible. La vida no debe ser un permanente carnaval, una representación, un vivir con trajes prestados.
Las palpitaciones que sentí cuando Torreta me presentó a Agnés, y el posterior encuentro, me indicaban camino de luces. Y ellos, mis amigos y compañeros de viaje en la búsqueda de Santacruz, también apuntaban en sus rostros la aparición de un sincero modo de vivir. La vida, el destino, pone trayectos que parecen invitaciones a recorrerlos.
Esos senderos solo tienen un enemigo, la cobardía. A veces iniciamos viajes vitales llevados por la seguridad de lo próximo, según lo marcado por las costumbres, alimentando endogamias sociales que antes o después se manifiestan nocivas y te destruyen.
Por eso, después de todo lo desenmascarado de los últimos meses, creo que el mejor legado del viejo Santacruz es una invitación a la autenticidad, a la libertad y yo lo tenía fácil ya que mi único lastre se había difuminado con el tiempo y el lugar de mi vida era amplio y oxigenado, era cuestión de borrar de mi diccionario intimo la palabra temor.
La esperanza se me presentaba con un hermoso nombre francés.