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viernes, 20 diciembre
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La muerte es un paso más

La muerte es un paso más

Esta semana en curso ha despertado en nosotros diversos sentimientos de nostalgia, recuerdos entrañables, añoranzas imposibles, arrepentimientos sin perdón, deseos irrealizables, memorial de escenas de ternura y cariño vividas con familiares, amigos y conocidos que antaño disfrutamos y compartimos. Hoy esas personas no están…

Los ojos se enrasan de lágrimas fruto de tales sentimientos. Intentamos un diálogo a los pies de la tumba, que resulta monólogo por la carencia de respuesta de la otra parte. Conseguimos un alivio al dolor de la separación convenciéndonos a nosotros mismos de imposibles.

Porque hemos amado mucho, dedicado tiempo a disfrutar de la compañía del marido, de la esposa,  del padre, de la madre, de hermanos, amigos, vecinos, compañeros… Porque somos personas con altos sentimientos y corazón tierno, estos días son más difíciles sufriendo al recordar vidas pasadas.

Alguien manda un mensaje a un difunto querido mirando al cielo mientras dice: “Allá donde estés…”  ¿Dónde está ese allá? ¿Arriba, en el cielo? ¿En un lugar desconocido para los todavía mortales?

Otra mamá mira a las estrellas y comenta a su niño: ¿Ves esa que brilla más? Pues en ella está el abuelito…

Torre de Gazate Airén

De algún modo intentamos consolar nuestro penar por la separación de los que hemos querido y un día murieron. Tenemos la certeza de que en la tumba sólo quedan “los restos”, material físico al que un análisis forense descubriría sus componentes químicos y nada más.

Sin embargo hemos celebrado el día de Todos los Santos y el de los Difuntos. Hemos festejado los días de  las personas que han convivido con nosotros y a las que queríamos y seguimos queriendo, aunque en estos momentos no estén físicamente entre nosotros. Por lo tanto si seguimos queriéndolas es porque están presentes, no sólo en la memoria como dicen otros (la memoria es frágil) sino en nuestro corazón y en nuestra mente.

De alguna manera su presencia es real, aunque no sea material. En cierto modo los “sentimos” no con conocimiento tangible, sino desde una experiencia a la que no podemos describir con locuciones comprensibles, para los que no han  disfrutado de tal observación.

Un paso más nos lo dan las religiones, cuando afirman, no solo creen de modo teorético, una existencia real más allá de lo material actual.

A los que nos sentimos cristianos nos sobreabundan las razones. Desde las citas bíblicas veterotestamentarias hasta las afirmaciones de Jesús el Señor a lo largo de su vida, en su  muerte y en los textos del Nuevo Testamento. “De verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23, 43); le dice a Dimas el buen ladrón unos momentos antes de espirar. “Vuestro Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos” (Mc. 12, 27); en una controversia con escribas y fariseos.

La misma resurrección de Jesucristo es una razón irrefutable para afirmar la continuidad de la vida de los que nos precedieron y así seguir convencido de que mi vida no terminará cuando muera. Cierto que la vida física, material, tangible sí. Pero también la liturgia eucarística en las misas de difuntos dice desde el convencimiento de miles de años: “La vida de los que en Ti creemos, Señor, no termina, se transforma”.

Hay una canción religiosa cuya letra y música compuso el sacerdote Cesáreo Gabaráin que adoptaron las Fuerzas Armadas Españolas y que cantan  como homenaje cuando muere alguno de sus miembros; se titula “La muerte no es el final”. Es muy emotiva pero a la vez muy cierta en lo que dice y de consuelo para los dolientes. Esta es la letra:

Tú nos dijiste que la muerte,
no es el final del camino,
que aunque morimos no somos
carne de un ciego destino.
Tú nos hiciste, tuyos somos.
Nuestro destino es vivir,
siendo felices contigo,
sin padecer ni morir.

Cuando la pena nos alcanza
por un hermano perdido,
cuando el adiós dolorido
busca en la fe su esperanza.
En tu Palabra confiamos,
con la certeza que Tú
ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.

Cuando, Señor, resucitaste,
todos vencimos contigo.
Nos regalaste la vida
como en Betania al amigo.
Si caminamos a tu lado,
no va a faltarnos tu amor,
porque, muriendo, vivimos
vida más clara y mejor.”

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