Como muchas personas se encuentran bastante separadas del ambiente practicante cristiano, es conveniente recordar que cada 19 de marzo la Iglesia Católica celebra…, no; dedica el día a concienciar a sus fieles y a los que no lo son de la importancia que tiene la presencia de un sacerdote en el pueblo o en la parroquia.
Con este fin le pone un título “Día del Seminario” (seminario: lugar donde se preparan los que pueden ser sacerdotes el día de mañana, siempre del sexo masculino) y que el de Ciudad Real está situado en la misma capital.
Pero el objetivo no es tanto el seminario cuanto la labor que en él se realiza, o sea, preparar a los niños o mayores que desean ser sacerdotes con el discernimiento de otros sacerdotes, especialistas y técnicos.
A los fieles cristianos se nos piden oraciones y limosnas, para que Dios suscite vocaciones sacerdotales que atiendan a la comunidad de creyentes. Al tiempo se hace ver que van a llegar días en que habrá tan pocos ministros de los sacramentos, que no se podrá celebrar misa todos los domingos…, ni funerales por los difuntos, ni bautizar, ni bodas, ni etc. , con lo cual entramos en estado de inquietud, por no decir de pánico, pensando en la que se avecina. Se insiste tercamente en la falta de sacerdotes y en la necesidad de que surjan pronto.
Incluso es un “mantra” continuo de los obispos el insistir a los matrimonios que permitan a sus hijos e incluso que les animen vivamente al desarrollo de una posible vocación sacerdotal.
La falta de vocaciones sacerdotales no es de nuestros actuales tiempos, es inmemorial, por lo menos esa era la percepción que se tenía, hace más de cincuenta años.
Aquí es conveniente pararnos a pensar –como hacemos muchas veces- e interrogarnos algunos puntos que yo –con todo el riesgo del error- voy a desgranar:
Primeramente: -¿Es el sacerdocio el que está en crisis o es este modelo de sacerdocio, que la Iglesia ha ido forjando a lo largo de los siglos, que mantiene hoy y que no es atractivo para los jóvenes, lo que está en crisis? La sociedad cambia continuamente; la ciencia, la filosofía, la técnica, el ambiente intelectual y otra infinidad de agentes hacen que los grupos de personas cambien en su modo de percibir la realidad y las relaciones entre grupos humanos. Las ideas que hoy admitimos como importantes, al cabo de unos años no lo son tanto, evolucionan, se clarifican o incluso se desechan.
Y esto no es relativismo. Es que vivimos tiempos nuevos, personas distintas e intelectualmente más desarrolladas e informadas y “a vinos nuevos odres nuevos” (Mateo 9, 14-17). En fin, ¿no será que ese modelo no encaja en su totalidad con la sociedad del siglo XXI? ¿No habría que cambiar puntos muy importantes en esa concepción del sacerdote? La castidad, pobreza y obediencia son propias de las Órdenes religiosas enclaustradas en sus monasterios y conventos, ¿por qué exigirlas también a los que no tienen esa vocación en concreto, sino la de servir a la comunidad de creyentes en el mundo? ¿Se les pregunta a los “fieles” cómo quieren que sean sus sacerdotes? Cuando un pueblo se niega a aceptar al sacerdote que el obispo ha destinado para su parroquia o desea que se mantenga el que le han cambiado ¿se tiene en cuenta la opinión de esas personas, e incluso de los consejos parroquiales de pastoral? Hasta hoy, no.
En segundo lugar:-¿Qué hace la Iglesia con los sacerdotes que se secularizan? Si muchos fieles practicantes supieran cómo se les trata cuando piden al obispo la secularización, posiblemente enrojecerían. Pero eso no tiene importancia ahora mismo; habría que pensar principalmente en los 6000 (número redondo y aproximado) secularizados en España, que constituyen una fuerza impresionante de evangelización, y atención a los fieles de las parroquias o fuera de ellas, que han dedicado muchos años de su vida, trabajo, ilusión, esfuerzo, etc., incluso en ocasiones dinero de sus bolsillos.
A la mayoría se les silencia; no se les permite de ningún modo la docencia de la asignatura de religión en centros privados o públicos; ni cualquier otra asignatura en centros de enseñanza religiosos; a algunos por benevolencia de algún cura se le admite a colaborar en alguna función catequética. Al fin y al cabo son mirados como “sacerdotes que no han sido fieles a su vocación, no han sabido mantener el sí que un día le dieron a Dios”, casi como apóstatas, por lo tanto se les ningunea y aparta de las tareas religiosas para que no contaminen.
Un tercera pregunta es: -Si la sociedad ha cambiado tanto y tan rápidamente. Si la población practicante del cristianismo envejece y no tiene recambio joven en número, calidad y dedicación. Si el estilo y preparación de los sacerdotes jóvenes es más cercano al Concilio de Trento que al Vaticano II. Si se apuesta más por el ritualismo (vestimentas, posturas en la misa, inclinaciones de cabeza cual si procediéramos de culturas chinas, genuflexiones, etc.), que por estilos expresivos nuevos.
¿No sería hora de que la Iglesia pensara no tanto en que sufre una crisis (que siempre es buena), si no en hacer una catarsis (en el sentido de purificación , liberación o transformación interior suscitada por una experiencia vital profunda ) es decir, una actualización seria del Mensaje de Jesús con una hermenéutica activa y viva de todas las verdades expuestas en los catecismos, ancladas en un tiempo y en una cultura, que no son la actual, donde todas las verdades de fe fueran expresadas con lenguaje y figuras actuales y comprensibles? ¿Cómo va a entender y admitir un joven u otra persona que se plantee la religión que le digamos que “bajó a los infiernos” “está sentado a la derecha de Dios Padre”. O ¿Las contradicciones entre lo que creemos que el Señor está con nosotros y lo que se nos desea en los saludos eucarísticos “el Señor esté con vosotros”, si ya sabemos que está?
-Y una pregunta (cuya respuesta eclesiástica atisbo incluidas admiraciones lingüísticas de asombro e incredulidad): ¿Seguro que es imprescindible que un sacerdote presida la celebración de la Eucaristía? ¿Seguro que solamente puede gobernar la parroquia un sacerdote? ¿Seguro que todavía no tienen mayoría de edad los fieles que colaboran y participan en las parroquias para responsabilizarse de tareas hasta ahora clericales?
En fin: Estas son algunas de las reflexiones que me hago, yo sacerdote, secularizado, (con la alegría de saber que Papá-Dios me regala cada día la vida y la fe en Jesús, y de sentirme implicado en el discurrir de la Iglesia) cada vez que el día 19 de marzo en la Eucaristía se habla y se reza por el seminario y por las vocaciones sacerdotales.